LA CONVENCIÓN CONSERVADORA
Por Peloecaña
Se celebró el último fin de semana la Convención Nacional de mi Partido Conservador, atípica por muchas circunstancias.
Atípica por su extemporaneidad; atípica por ser virtual; atípica por la participación en ella de los más altos funcionarios públicos, el Presidente y la Vicepresidente de la República, presuntamente impedidos de participar en esa clase de eventos; atípica por la participación de dizque conservadores notabilísimos colaboradores en el gobierno anticonservador de Juan Manuel Santos que, con su presencia activa en ese mandato, avalaron los diálogos de La Habana, rechazados por la voluntad popular mayoritaria, el 2 de octubre de 2016.
Que yo sepa, a las convenciones del Partido Liberal jamás asistieron los presidentes conservadores y tampoco sabía que el doctor Iván Duque Márquez hubiera sido, alguna vez, militante del Partido de Caro y Ospina; por el contrario, su trayectoria política había sido signada por su raigambre liberal, ya que su señor padre fue un liberal epónimo y bien reconocido, y su triunfo electoral en las elecciones presidenciales contó con los votos de muchos conservadores, gracias al respaldo institucional de nosotros, los copartidarios del doctor Andrés Pastrana Arango.
Pero fuera de esas atipicidadades, también hubo sucesos afortunados, como la presencia del expresidente Andrés Pastrana Arango y, sin duda, la importancia de su discurso que lo coloca en la cima del Partido y le da los merecimientos y alamares necesarios, para ser proclamado como jefe único de mi partido glorioso, mi partido azul Conservador.
Vale la pena recordar que, no hace muchos años, algunos departamentos colombianos fueron bastiones inexpugnables del Partido Conservador, como Antioquia, Boyacá, Caldas, Cundinamarca, La Guajira, Huila, Meta, Nariño, Norte de Santander y muy repartida la militancia en el Cauca, la Costa Atlántica, Risaralda, Santander, Tolima, Valle del Cauca y los otrora territorios nacionales.
Y ahí está para la historia la obra de los más importantes gobernantes que haya tenido la patria colombiana, cuyos hitos jamás serán superados.
La Constitución de 1886, propugnada por Rafael Núñez y redactada y concebida por Miguel Antonio Caro.
La labor benemérita del General Rafael Reyes.
La fecunda presidencia de Marco Fidel Suárez, cuya renuncia dejó inconclusa.
La gestión inmensa del General Pedro Nel Ospina que, con la presencia de la Misión Kemmerer, se tradujo en la instauración del Banco de la República, el Ministerio de Hacienda, la Contraloría General de la República y, en el campo de la infraestructura nacional, obras públicas de transcendencia general.
La huella imperecedera que dejó en la estabilidad de las relaciones con la Iglesia, el Presidente José Vicente Concha F.
La labor inconmensurable realizada por el expresidente Mariano Ospina Pérez, quien tuvo que padecer la mas cerrera oposición liberal, después del 9 de abril de 1948 y quien, además, dejó para la historia un número de ejecutorias imposibles de superar: Ecopetrol, la Caja Agraria, el Instituto Colombiano de los Seguros sociales, Acerías Paz del Río, la Federación Nacional de Cafeteros, la Sociedad de Agricultores de Colombia, el Inscredial y el Código Sustantivo del Trabajo, entre otras.
Y qué no decir del legado del presidente Laureano Gómez Castro, el más grande aporte a la paz entre los colombianos: El Frente Nacional, realidad tangible, liderada por él y el expresidente liberal Alberto Lleras Camargo.
Y la labor excelente del presidente de la paz, doctor Guillermo León Valencia.
Y la gestión admirable del Presidente Misael Pastrana Borrero, como la traída al país del plan Currie, y la institucionalización de las Unidades de Poder Adquisitivo Constante, UPAC, que le permitieron a centenares de miles de familias colombianas acceder a una vivienda digna y barata, y que Ernesto Samper sepultó con las reformas que le hizo al sistema.
Y la gestión presidencial de Andrés Pastrana Arango que, con el Plan Colombia, logró la reivindicación moral y física del estamento militar colombiano y la base del éxito de su sucesor el doctor Álvaro Uribe Vélez, con la Seguridad Democrática.
En este balance histórico, tenemos en la otra columna de la contabilidad política los gobiernos de Ernesto Samper Pizano y sus socios de cartel de Cali, y el de Juan Manuel Santos Calderón, cuya carta de presentación está en los acuerdos de La habana, el robo del plebiscito, el auge inconmensurable del narcotráfico, la JEP, las curules de las Farc.
Con el acervo doctrinario que nos legó el mártir de la democracia, el doctor Álvaro Gómez Hurtado, señalado en el Acuerdo Sobre lo Fundamental y con la capacidad y solvencia moral de sus dirigentes, podemos invocar, como meta y gran propósito conservador, rescatar la mayorías que ayer fueron y hoy se esfumaron, y volver a ser alternativa de poder.