SANTOS Y DUQUE
Por Peloecaña
Muchos de los electores del presidente Iván Duque Márquez lo hicimos por lealtad con los expresidentes Pastrana y Uribe, a pesar de nuestras reservas por la proclividad del elegido con Juan Manuel Santos y con el magnate Soros y, en últimas, porque el dilema no era tan insoluble; se trataba de escoger entre Petro y Duque, y la definición para nosotros nunca estuvo en duda, corrimos el riesgo y lo asumimos.
El mismo día de su posesión confirmamos nuestras válidas reservas: la nómina ministerial.
En vez de escoger un gabinete integrado homogéneamente por definidos y firmes militantes de sus mentores, Pastrana y Uribe, los santistas aparecieron en carteras transcendentales, tal vez porque nunca olvidó su militancia en las huestes del más apátrida y traidor de todos quienes han detentado el poder, el tal chuky.
Temprana y contundente decisión. Nos habíamos equivocado, pero de todos modos Petro no accedió a la Presidencia.
Santos se quitó el pasamontañas y en un alarde de cinismo dijo lo que su impronta tiene impresa en caracteres indelebles: "En política, lo normal es la deslealtad y la traición, son la regla, nunca la excepción".
Pues bien. Le correspondió el turno de padecer en carne propia al propio presidente Duque, la deslealtad y la felonía proverbiales de su examigo.
La revista Semana, en su edición electrónica de hoy, bajo el titular: "Las jugadas sucias de Juan Manuel Santos", en crónica extensa, nos cuenta las hazañas del traidor profesional y, de manera minuciosa pero cierta, nos informa de la labor de zapa, del fulano Santos, contra su sucesor, el presidente Duque.
Lo descalifica ante la ONU; acude a Brasil para serrucharle el piso, antes de su viaje oficial a ese país; lo propio hace antes de la visita presidencial a España; y pide cita al presidente Biden que, por fortuna, le fue negada, también con el propósito de desrecomendar a su antiguo pupilo.
Presidente Duque, eso sembró, eso está recogiendo.
Cría cuervos y te sacarán los ojos.