PETRO Y EL PUEBLO QUE DICE DEFENDER
Por Peloecaña
Gustavo Petro Urrego es conocido de todos sus seguidores y contradictores, y para nadie es garantía de buen gobernante y, mucho menos, de persona coherente con lo dice creer y lo que practica.
Dice ser el vocero más autorizado de los trabajadores colombianos, pero su partido, el M19, asesinó a uno de los más connotados líderes de la clase obrera, José Raquel Mercado, y su cadáver fue abandonado en la vía pública en predios del parque el Salitre de Bogotá.
Consecuente con esas prácticas antiobreras va a traicionar a los líderes y socios de Fecode, porque debe ser consecuente con sus jefes del régimen cubano, del de Venezuela y, obvio, con el sistema oprobioso que impera en Nicaragua.
Ojo militantes y dirigentes de Fecode; después no digan que no se les advirtió.
En ninguno de esos tres países hay sindicatos ni grandes ni chicos. El Estado allí es absolutamente incompatible, con esas asociaciones de trabajadores y, si ganara Petro la Presidencia de la República, chao el sindicato de maestros.
Como militante guerrillero tiene en su conciencia la muerte de muchos de sus conciudadanos.
Como es marxista leninista, para él la religión es el opio del pueblo; ojo monseñores proclives a sus aspiraciones y simpatizantes de su persona, v. gr. el arzobispo de Cali y todos los seguidores de la Teología de la Liberación.
Por beber de la misma fuente ideológica, fiel al Manifiesto Comunista proclamado en Londres en 1848, por Marx y Engels, tampoco cree en el concepto Patria, porque esa proclama dice que la Patria no existe, que es un invento de la burguesía para mantener sojuzgado, oprimido y explotado al proletariado y a la clase trabajadora.
Como todos sus pares, en América, dicen ser comunistas, pero viven como capitalistas salvajes, ropa y calzado de marca, de miles de dólares, que nunca sus electores rasos podrán vestir ni calzar.
Como gobernante, ya lo conocemos, cuando mandó en Bogotá saqueó el erario distrital, compró una auténtica chatarra que le permitió convertir la capital colombiana en el más extenso basurero del país, e hizo de la institucionalidad la más inmunda y pestilente de las cloacas.
Cuando fue sancionado con fundamento en la Constitución y en la ley, por su conducta abierta y descaradamente contraria a la juridicidad, acudió a la Corte Interamericana para que, en fallo vergonzoso, fuera absuelto por jueces venales y politiqueros, iguales a él.
Y manteniendo siempre la misma línea de conducta, ni siquiera se sonrojó cuando fue filmado recibiendo costaladas de plata, en la oscuridad, medio adecuado para la criminalidad.
¿Y qué nos está ofreciendo como programa de gobierno? Solo incertidumbre, temor y desfachatez y prácticas inaceptables y absurdas, que lo único que nos garantizan es llegar prontico a los niveles de pobreza social y moral que padece Venezuela, con un salario mínimo actual, igual a $10.000.oo colombianos.
¡Qué enfermedad mental padecen sus seguidores y electores! ¡Por Dios Santo!