LOS CONSTITUYENTES DE 1991
Por Peloecaña
Cuando el presidente Gaviria quiso pasar a la historia como el émulo de
Rafael Núñez, se propuso expedir una nueva Constitución y para ello contó con
la complicidad de la Corte Suprema de Justicia, en cabeza de un Magistrado
conservador, sabio y probo el Dr. Hernando Gómez Otálora, que con su ponencia
avalada por sus compañeros puso patas arriba la política colombiana, todo en
nombre de la paz. ¿Se acuerdan?
Pero como la Constitución de 1886 tuvo un inspirador intelectual e
ideológico, Don Miguel Antonio Caro, también conservador, el presidente Gaviria
pretendió hallar un jurista y un pensador superior a Don Miguel y se equivocó
absolutamente; escasamente encontró a Humberto de La Calle Lombana,
antípoda intelectual y moral del mentor de la magna obra que la historia
atribuye a Rafael Núñez.
Como todos los dirigentes políticos,
sin excepción incluidos los más cimeros, aceptaron que la fuerza de
Pablo Escobar, la vigencia del narcotráfico y el auge de la insurgencia guerrillera
y terrorista se debía detener reformando la Constitución mas que centenaria,
escucharon el llamado de Gaviria y de La Calle y acudieron presurosos a
demoler la obra atribuida al Regenerador de El Cabrero. Siempre en busca de la
tan esquiva paz, que desde el emperador Octavio es exótica y rara.
De tan variopinta integración, la Asamblea Nacional Constituyente parió
trillizos de padres distintos que la presidieron: el gran Álvaro Gómez Hurtado,
estadista de la cabeza a los pies; Horacio Serpa Uribe y Antonio Navarro
Wolff, el guerrillero del M19, secuestrador del estadista insigne; y Serpa,
acusado de inductor del asesinato del hijo de Laureano Gómez. ¡Qué malas
compañías!
Expidieron la nueva Constitución, auténtica panacea para todos los males de
Colombia, pero fue peor el remedio que la enfermedad y la paz tan anhelada,
deseada y necesaria sigue refundida.
Hoy, después de 25 años, el régimen necesita una nueva Carta Fundamental,
pero para lucir impecable la quiere a su medida, confeccionada por un sastre,
por un modisto, y por eso acude a los diálogos de La Habana, porque el
costurero no ha de ser experto ni fino; desde luego queda mejor si la hace un
chapucero; en últimas quien la va a usar es el proletariado.
Pero como el que pretende lucir el traje es el presidente Santos, a
él no le importa la calidad del atavío que ha de ostentar en Oslo; puede
asistir de frac, de liquiliqui o de camuflado.
Y algunos de los protagonistas del exabrupto de 1991 son los mismos de hoy:
Humberto de La Calle Lombana, Horacio Serpa Uribe y Antonio Navarro Wolff.
Quiere el régimen desconocer la normatividad constitucional vigente y para
ello viene contando con un Congreso emasculado, con más eunucos que odaliscas,
y con un guardián de la Constitución que no cuida ni guarda absolutamente nada,
sólo le preocupa que la mermelada fluya a torrentes y que nunca falte; para eso
no se necesitan juristas, basta con magistrados de himen complaciente.
Por extraño que parezca, los eunucos del serrallo y los centinelas
desarmados de la Constitución han aceptado, a sabiendas, un cheque sin fondos,
girado por la cúpula de las FARC, por los negociadores del gobierno en La
Habana, con de La Calle a la cabeza y por el tahúr consumado.
El Congreso mayoritario, en contubernio vergonzoso, por primera y tal vez
única vez, ha aprobado un estatuto constitucional, sin articulado y sin texto
conocido, en la más indigna renuncia a sus deberes de debatir y cuestionar,
renunciando hasta a la mala costumbre de introducir micos y orangutanes, a los
proyectos que son sometidos a su escrutinio legislativo.
Es por eso que con una brizna de esperanza, confiamos que un grupo de
ciudadanos decentes, que por fortuna aún existe, convoque institucionalmente a
los constituyentes que detengan tanto atropello y tanta ignominia y,
respetuosamente, propongo entre otros, a los doctores Jaime Castro, Miguel
Santamaría Dávila, Juan Carlos Esguerra Portocarrero, Carlos Lleras de la
Fuente, Mariano Ospina Hernández, Juan Gómez Martínez, Antonio Galán Sarmiento,
Carlos Rodado Noriega, Hernando Yepes Arcila; y a otros ciudadanos, también
eminentes, como Fernando Londoño Hoyos, Enrique Gómez Hurtado, Felipe Valencia
López; toda la bancada parlamentaria del Centro Democrático; María Clara Ospina
Hernández, Oscar Iván Zuluaga; voceros de los gremios; Marta Lucía Ramírez, al General
Harold Bedoya Pizarro, al Coronel Plazas Vega y a los expresidentes
Pastrana y Uribe; y a todos que con autoridad tengan todavía sentido de amor a
Colombia, para que constituidos en un dique que contenga los desafueros de Juan
Manuel Santos y sus secuaces de La Habana, no dejen morir la Patria indiferentes.
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