Por Peloecaña
Nadie que se lo hubiera propuesto con ahínco y perseverancia febril hubiera logrado tan abundante y justificada
colección de todos los epítetos vergonzantes que Juan Manuel Santos Calderón
ostenta.
Superó con creces a todos los integrantes de la siniestra SSSS, Santofimio,
Serpa, Samper, Santos y, desde luego, hace posible una licencia ortográfica
grave que nos permitiría escribir sinismo
con S.
Su liberalismo rampante le ha permitido pasearse por las amplísimas naves
del libertinaje constitucional, para plantar la tiranía donde antes reinaba la
libertad.
Se muestra cínico de campeonato pero no de los discípulos de Antístenes y
Diógenes, sino de quienes tienen como oficio pertinaz la desvergüenza y la
procacidad; la impudicia, el desaseo moral.
Ejerce la felonía y la traición a domicilio, sin reato de conciencia
alguno, y este comportamiento es connatural a su conducta y parte fundamental e
irreemplazable de su exótica dieta espiritual.
Como tahúr aventajado, es frío y calculador y padece de una fagocitosis
insaciable y devora a sus circundantes sin pestañear; esa es la suerte de
quienes se sientan con él a disfrutar una partida que presumen se libra dentro
de la reglas del buen competidor.
Su víctimas se cuentan por montones: el Dr. Álvaro Uribe Vélez; el alto
comisionado para la paz, Dr. Restrepo; sus colegas de gabinete, Londoño y
Arias; el exgobernador Luis Alfredo Ramos Botero; la periodista Vicky Dávila;
el pueblo colombiano que lo eligió dos veces; y también se comerá vivo al Dr.
Vargas Lleras.
Su egolatría desmesurada lo ha llevado a sacrificar todo un país, en aras
de satisfacer una de sus obsesiones; ya no es la tenencia de todo el poder para
sí; es contar entre sus logros y alamares el Premio Nobel de la Paz, pero como
es muchísimo menos que Rigoberta Menchú u Obama, está condenado a que esa será
su gran frustración personalísima. ¡Jamás conseguirá tan deseado galardón!
Ha acumulado en torno suyo todo el poder del Estado. El Barón de Montesquieu
jamás se imaginó que Maduro fuera mejor maestro que él, el autor del “Espíritu de las Leyes” y de la división
tripartita del Poder Público.
Tuvo la audacia necesaria y supo esperar, hasta consolidar un Congreso de
enanos mentales y de eunucos políticos, ajenos a cualquier ideología, que le
garantizaran su ansiada dictadura, al precio de su propia dignidad; la
perdieron toda en la mesa del tahúr, porque todos cambiaron el cerebro por el
aparato digestivo.
Y los jueces superaron con creces el mal ejemplo de sus pares en Venezuela
y abandonaron su toga y su birrete, y sucumbieron ante la réplica de Temis;
cambiaron su sabiduría y su solvencia moral por las minifaldas y los descotes
de las meretrices y cortesanas.
Y hasta ahora el contrincante que se va alzar con toda la banca de la mesa
de casino son las FARC, más tramposas que él, que se cree el primero entre los
tramposos, que en La Habana están ganando con par de doses.
Y Colombia impertérrita, dopada, pasmada y sedada como si lo que está
en juego no fuera su futuro institucional, su pasado histórico, a pesar de
Santander y todos sus herederos.
¡Que Dios nos tenga de su mano!
Qué análisis tan real y argumentado. Vale la pena leerlo.
ResponderEliminarLa patología de Santos supera cualquier tratamiento siquiátrico. Excelente descripción del inquilino de palacio. Su egolatría lo ha conducido a la irracionalidad y a la pérdida de todos los modales, aquellos que dicen, aprendió de los enjutos e inexpresivos ingleses.
ResponderEliminarLa patología de Santos supera cualquier tratamiento siquiátrico. Excelente descripción del inquilino de palacio. Su egolatría lo ha conducido a la irracionalidad y a la pérdida de todos los modales, aquellos que dicen, aprendió de los enjutos e inexpresivos ingleses.
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