EL
APORTE DE LOS COMUNICADORES A LA PAZ
Por Peloecaña
Ha sido, es y será una constante histórica que siempre algunos
comunicadores, con medios de comunicación como tribuna, expresan sus opiniones
personalísimas, profiriendo sentencias condenatorias y absolutorias, según sus
propios intereses de partido, de patrocinio y de alquiler de sus plumas, las de
escribir, que a veces se confunden con las de las aves de mal
agüero.
Gracias a los avances de la tecnología, también se manipula la información
a través de los micrófonos, la TV y las redes sociales, y la primerísima
víctima es la verdad y, desde luego, la sociedad a la que se le conculca,
hoy si y mañana también el derecho a
disponer de mensajes ciertos y veraces.
Entonces, he llegado a una conclusión patética y terrorífica: el aporte de
los comunicadores a la paz es paupérrimo y evidente la cuota enorme al
fanatismo y, desde luego, a la ausencia de la concordia y la armonía social.
El paradigma de ese tipo de comunicador, en la época contemporánea, es Paul
Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich,
que indujo e instigó al holocausto de los judíos en Alemania y su zona de
influencia.
Pero desde tiempos de la Nueva Granada, también en nuestra patria hubo
instigadores de la violencia; por ejemplo, desde las columnas de El Patriota,
se emprendieron campañas insanas, aleves y torcidas contra Don Antonio Nariño,
Precursor de la Independencia, todo por el delito de disentir.
La violencia liberal-conservadora fue atizada irresponsablemente por
comunicadores adeptos al régimen liberal, y avivada por las réplicas conservadoras.
Quizás el Goebbels colombiano fue Calibán, abuelo del presidente Santos,
quien desde su Columna en El Tiempo, La Danza de las Horas, instigó a los
gobernantes y a la militancia sectaria del liberalismo contra el más destacado
jefe conservador, Dr. Laureano Gómez, y lanzó al país por los desfiladeros de
la violencia fratricida, tan trágica como el holocausto.
Violencia fratricida que fue apagada por el mismo Dr. Gómez, con la
invaluable voluntad de paz del más grande de los liberales, Alberto Lleras
Camargo, cuando pactaron y cumplieron el Frente Nacional.
Hoy la historia sigue su curso, y después del interregno salvífico de la ejecución
de los pactos de Sitges y Benidorm, algunos comunicadores siguen dando su
aporte abundantísimo a la permanencia de la guerra en nuestra martirizada
Colombia.
Sin que nadie los haya consagrado como jueces de la historia, han decidido
hacer discriminación odiosa e injusta, entre amigos de la paz y de la guerra, y
en esa actitud criminal falsean la verdad, les importa un bledo pisotearla,
lo que es peor, ignorarla de manera olímpica, y asumen como su mejor
bandera la mentira, la inexactitud, la difamación y la calumnia, y entonces
resuelven que el respaldo popular es ilegítimo, porque nace del populismo.
Se inventan la globalización, para enterrar el nacionalismo sano. ¿Cómo no
amar la patria sin dejar de amar a la madre?
Homologan la derecha extrema, para exaltar el izquierdismo marxista de
la guerrilla y de la justicia politizada.
Confunden los comunicadores del régimen, la renuncia al debate, esencia del
parlamento, con el fast track que no analiza ni discute, simplemente responde
al reflejo condicionado de Pavlov, cuando huelen la fragancia de la mermelada.
Por eso lo aúpan y estimulan.
María Isabel Rueda, por fortuna, no padece aún de amnesia total, tiene
todavía recuerdos brumosos que le permiten vislumbrar que alguna vez fue
Representante a la Cámara por el Movimiento de Salvación Nacional, que fundara
el Dr. Álvaro Gómez Hurtado.
María Jimena Duzán todavía respira por la herida de no haber logrado la
Jefatura de Prensa del Senado y sigue cultivando su odio visceral contra el expresidente
Alvaro Uribe Vélez. ¿De qué se queja si le ha ido mejor en Semana?
¿Cuántas generaciones han de pasar por la vida colombiana, para poder
presenciar que los comunicadores aportan algo positivo a la paz y a la
verdad?