II- LA HISTORIA ANTES DE LA MEMORIA
HISTÓRICA Y DE EL PADRE DE ROUX
Por Peloecaña
Dicen los cronistas que el Partido Liberal
Colombiano tuvo, como primer programa ideológico, la declaración escrita
por don Ezequiel Rojas, proclamada el 16 de julio de 1848, conspirador contra
el Libertador Simón Bolívar, igual que el cofundador, un año después, del
Partido Conservador, don Mariano Ospina Rodríguez, como ya quedó dicho.
A pesar de que el General Tomás Cipriano de
Mosquera fue elegido Presidente entre 1845 y 1849, el Partido Liberal entra por
la puerta de atrás a la historia de Colombia, cuando, desleal con
algunos de sus mas esenciales principios, la tolerancia, el respeto
a la opinión ajena y el libre examen, el 7 de marzo de 1849, a menos de un año
de su fundación, eligió bajo la presión y la violencia de las Sociedades
Democráticas, que estaban integradas por artesanos, todos
militantes del recién fundado Partido Liberal, al General José
Hilario López, teniendo como argumento de convicción el grito altanero e
intimidante, el garrote contundente y la daga afilada, todo en honor a la
democracia, como calificó otro jefe liberal y después presidente de Colombia, don
Manuel Murillo Toro, esos desmanes populares fueron simples “retozos
democráticos". Lo mismo que hoy, simples retozos democráticos para que las
FARC accedan al poder.
Durante el gobierno del mandatario así
elegido, se despojó de los bienes a la Iglesia, se expulsaron de Colombia
a los jesuitas y, en un alarde de audacia, se apropiaron de la
abolición de la esclavitud, cuando ese hito había sucedido por mandato constitucional
en 1821, propuesto por el Libertador. Si eso no es ganar indulgencias con
avemarías ajenas, Colombia queda en el África.
La mayor cantidad de esclavos en Colombia
estaban entonces en lo que hoy es el Departamento del Cauca, cuna de los
expresidentes y generales los tres, Tomás Cipriano de Mosquera, José
Hilario López y José María Obando.
Sucedió al General López otro payanés,
el general Obando, comprometido en el asesinato del "Inmaculado
Sucre", juzgado, procesado y condenado por tan nefando crimen.
Fue también Presidente Liberal, don Rafael
Núñez Moledo, en cuatro ocasiones: Entre 1880 y 1882; 1884 y 1886; 1886 y 1892;
y 1892 y 1898.
Es, sin duda, el más grande presidente de
toda la historia del Partido Liberal. A él le debe Colombia, junto con
Miguel Antonio Caro, la magna obra de la Constitución de 1886. Con justicia la
historia lo conoce como el Presidente de la Regeneración.
En 1930, accede al poder el doctor Enrique
Olaya Herrera, boyacense, como el autor del primer programa ideológico del Partido
Liberal; viene la guerra con el Perú, la gana Colombia en el campo de batalla,
porque es el prototipo de la guerra justa, y la pierde en la mesa de
negociación después de que el Gobierno de Lima capituló y el gobierno de Olaya
Herrera entrega la victoria en los salones de la diplomacia. ¡Que vergüenza y
cuánto dolor de Patria!
Vienen los dos gobiernos de Alfonso López
Pumarejo que cohonestaron los negociados de la Handel y la Trilladora Tolima y
el crimen de la Magdalena, vergüenza y baldón del Partido Liberal, que permitieron
el agigantamiento del doctor Laureano Gómez y provocaron la ira sectaria de El Tio y el abuelo del presidente Santos
Calderón, atizadores de la violencia liberal conservadora.
Entre el primero y el segundo inconcluso
mandato de Alfonso López Pumarejo, el de la República Liberal, llega a la Presidencia
de la República, el doctor Eduardo Santos Montejo, entre 1938 y 1942, un período
absolutamente gris, sobresaliente por la persecución a los conservadores,
circunstancia que avivó la violencia fratricida; en él se sucedieron matanzas
genocidas como la de Gachetá, en la Provincia del Guavio en Cundinamarca, el 8
de enero de 1939.
Después vinieron los gobiernos de dos
grandes del Partido Liberal, los doctores Alberto LLeras Camargo y Carlos
LLeras Restrepo; al primero le basta y le sobra con haber sido coautor
emérito del Frente Nacional. Esa magna obra le ha merecido sitial preeminente
en la historia de Colombia.
Al doctor Carlos LLeras Restrepo, en su
hoja de servicios a la patria, le sobran alamares. La reforma
Constitucional de 1968 le da méritos suficientes para haber concluido, a
satisfacción, su periplo por la Administración Pública.
El doctor Alfonso López Michelsen no
contento con sus hazañas de la Handel y la Trilladora Tolima, agregó otras joyas
a su cadena de desatinos: el caso de la Hacienda la Libertad, la
prohibición al General Valencia Tovar de volver trizas el ELN y, desde luego,
el haber mandado a Panamá a negociar con un representante de Pablo Escobar, a
través de Ernesto Samper, financiación para su campaña presidencial.
El doctor Julio César Turbay Ayala tiene a
su favor en el balance de su mandato, haberle entregado a su sucesor,
un país con la guerrilla sometida, y en la cárcel.
El doctor Virgilio Barco Vargas fue mejor
Ministro de Obras Públicas y Alcalde Bogotá que Presidente de la República.
Y ahora hay que registrar, con vergüenza y
dolor, el paso de los tres últimos presidentes liberales, para la
militancia de ese partido y para Colombia entera.
César Gaviria Trujillo, el de la Catedral.
Ernesto Samper Pizano, el del elefante,
quien convirtió a Colombia en una narcodemocracia, y a los colombianos en los
parias de la humanidad; el pasaporte de nuestro país, durante muchos años, fue
motivo de estigma y discriminación odiosa y repugnante.
Y el mandatario liberal actual ha batido
todos los records imaginables, por su desfachatez, cinismo, complicidad con la
guerrilla y con la deslealtad y la mentira.
Cualquier liberal decente y honesto que,
sin duda, son casi todos, no puede evitar sentirse avergonzado de tan nefandos
copartidarios.
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