martes, 30 de agosto de 2016



LA PAZ  DE  SANTOS

Por Peloecaña

La paz está en el alma de toda la humanidad, aun en la de las personas más retorcidas que la usan como mera carta marcada para obtener beneficios vergonzantes y ruines, porque son conscientes del valor real que para la generalidad de los seres normales, comunes y corrientes tiene.

Cuando los aliados que ganaron la primera guerra mundial le impusieron a la Alemania derrotada su Tratado de Versalles, en 1919, lo hicieron convencidos de las nefastas consecuencias que esa paz le traería a Europa y a todo el mundo.  

Cuando el Mariscal Foch, comandante de los ejércitos aliados que ganaron la victoria sobre Alemania, conoció el texto del Tratado de Versalles, sentenció: "Esto no es paz, es un armisticio por 20 años". Y en efecto, 20 años después estalló la segunda guerra mundial.

Sí, armisticio es una suspensión de hostilidades entre partes en conflicto, por cierto tiempo.

La tramoya y la comedia montada entre este gobierno y los paramilitares de las FARC no es un acuerdo de paz; es una mera tregua pegada con todas las bajezas de los firmantes; es humillación y vejamen; aleja y destierra de las almas el perdón.

La paz de Santos es una venganza contra el Presidente Uribe Vélez y contra todo el pueblo colombiano, incluidos los áulicos del régimen y los demás hermanos de esta Patria sojuzgada y humillada.

La paz de Santos en vez de bálsamo refrescante que sane las heridas y suavice el fuego lacerante que sienten las víctimas de todas las violencias,  es sal  en las heridas abiertas de Colombia.

La paz de Santos es la oportunidad de los resentidos, de enarbolar sus banderas transitoriamente victoriosas, para ejercer su vindicta reprimida, elemental y primaria, durante mucho tiempo contenida; es la quinta esencia de la insania.

La paz de Santos tiene a flor de piel el odio para enfrentarlo a la justicia; su soporte moral es la mentira, fortaleza de tahúres y tramposos.

Tiene como lema la arenga incendiaria de Catón en el Senado Romano: "Delenda est Carthago", que repetida hoy se puede traducir: Hay que destruir a Colombia.

Santos tiene todos los atributos de su insolvencia moral, compra a sus paniaguados del Congreso, que le aprueban hasta su propia destrucción; ha puesto la Constitución y la ley en pública subasta y, como es propio de él, reitera sus remates con un solo postor: en este caso concreto,  los paramilitares de las FARC.

Festinó la justicia y la puso al servicio de los más bajos instintos. Fueron jueces venales los que le eliminaron la competencia, primero  de Andrés Felipe Arias Leiva y después la de Luis Alfredo Ramos Botero.

Habiendo sido de estirpe de periodistas, siempre supo que la información tenía un precio, por acción o por omisión, y puso en marcha la bien aceitada maquinaria de compra y venta de sus colegas fletados.

Desde luego, como de todo hay en la viña del Señor, también  encontró prelados, nunca pastores, que le rindieron culto a la simonía. 

Carrara y Ferri, Becaría y Jiménez de Asúa le encontrarán exacta ubicación a los parlamentarios y administradores y a los jueces marxistas que han sido los causantes, junto con el Presidente, de todos los males que nos agobian; sus discípulos también sabremos señalarlos como coautores, cómplices necesarios, encubridores e inductores de todas las violaciones a la legislación penal colombiana.


jueves, 25 de agosto de 2016





REVIVAMOS NUESTRA  HISTORIA

Por  Peloecaña

Una cosa es enterarnos por los libros de texto y por nuestros maestros de que Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492 llegó a América cuando, patrocinado por Don Fernando de Aragón y Doña Isabel de Castilla, buscaba una camino más corto para arribar a la India; o que don Alonso de Ojeda colonizó a la Guajira; o  que don Pedro de Heredia y Don Rodrigo de Bastidas fundaron Cartagena y Santa Marta; o que Don Gonzalo Jiménez de Quesada fundó a Santa Fe de Bogotá y Don Sebastián de Belalcázar fue el fundador de Popayán y Cali, y otra bien distinta haber sido testigo de los hechos del proceso 8.000 y del juicio al Magistrado Jorge Pretelt.

Todos los colombianos mayores de 35 años fueron testigos de los dos episodios y todos los colombianos nacidos en el siglo XXI son testigos del último.

No había trascurrido una semana después de las elecciones presidenciales que dieron como resultado la elección de Ernesto Samper Pizano, como Presidente de Colombia, año de 1994, cuando el candidato derrotado, Dr. Andrés Pastrana Arango, entregó personalmente al Presidente en ejercicio, Dr. César Gaviria Trujillo,  un casete que contenía la grabación de una conversación telefónica entre el periodista  Alberto Giraldo y los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, los dos capos del cartel de narcotraficantes de Cali.

En dicho documento se hacía evidente y  patético el financiamiento de la campaña de Samper por los hermanos traficantes de cocaína, por entonces el primer  cartel mafioso de Colombia. 

El Presidente Gaviria hizo entrega de la grabación al Fiscal General de la época, Gustavo de Greiff, quien se abstuvo de abrir la investigación criminal correspondiente.

El sucesor de De Greiff en la Fiscalía General de la Nación, Dr. Alfonso Valdivieso Sarmiento, primo hermano del inmolado Dr. Luis Carlos Galán Sarmiento, hizo público el contenido de la grabación que revelaba la connivencia criminal entre Samper y los Rodríguez Orejuela, el 20 de junio de 1995, un año después de las elecciones y, con un sustento probatorio sólido, denunció ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes al Presidente Ernesto Samper Pizano.

El 27 de febrero de 1996, el Presidente de la Comisión de Acusaciones, Representante Heyne Mogollón, le dio trámite a la denuncia del Fiscal Dr. Valdivieso y, en una decisión sin precedentes, por unanimidad, la Comisión encontró mérito para acusar ante la plenaria de la Cámara al Presidente de la República.

No obstante, y gracias a la conducta prevaricadora de la mayoría de los parlamentarios, Samper fue absuelto el 6 de julio de 1996.

El 28 de febrero de 2015, el Ministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez Neira, hoy Fiscal General de la Nación, solicita de la misma célula congresional, la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, investigar la denuncia del Magistrado de la Corte Constitucional, Dr. Mauricio González, por actos irregulares y de pronto delictivos cometidos en esa altísima corporación judicial.

El 20 de marzo de 2015, la Comisión de Acusaciones, abre investigación formal contra el Magistrado Pretelt, por haber incurrido presuntamente en el delito de concusión, en cuantía de 500 millones de pesos. 

El 3 de junio de 2015, el Representante Investigador del caso Pretelt, Julián Bedoya, es recusado por el abogado del acusado, Dr. Abelardo de la Espriella. 

El 16 de septiembre de 2015, el Representante Bedoya radica el auto de acusación contra el Magistrado Pretelt.

El 5 de noviembre el auto acusatorio es votado y aprobado en la Comisión de Acusaciones y pasa a la Plenaria de la Cámara.

El 15 de noviembre del 2015, la Plenaria de la Cámara aprueba el proyecto acusatorio del caso Pretelt,  y éste pasa al Senado.

Lo que sigue es tan reciente y lo sucedido está tan fresco que no vale la pena rememorarlo. El Magistrado Pretelt fue hallado culpable en el Senado y su juicio jurídico ha de conocerlo la Corte Suprema de Justicia.

Bien vale la pena comparar los dos procesos; el adelantado contra el Presidente Ernesto Samper por haber financiado su campaña electoral, que lo llevó a la Presidencia de la República, con dineros del narcotráfico, y el seguido al Magistrado Pretelt, que lo llevó a la ignominia y a la situación de indignidad que hoy lo avergüenza.

El Presidente Samper, a pesar de su culpabilidad demostrada hasta la saciedad, fue declarado inocente por una Cámara de Representantes que no tuvo en cuenta las pruebas en contra del sindicado y le torció el curso a la historia y a la verdad probatoria y llenó de infamia  a la institucionalidad democrática de Colombia.

Contrario sensu, el Magistrado Pretelt fue declarado culpable a pesar de no existir prueba alguna que demostrara su culpabilidad y también, una vez más,  se demostró la insolvencia moral de sus jueces políticos.

El Presidente Samper era y es un destacado jefe liberal; el Magistrado Pretelt es un anodino militante del Partido Conservador, pero un destacado jurista de la costa caribe colombiana.

Al presidente Samper lo auparon los más connotados narcotraficantes del cartel de Cali; al Magistrado Pretelt lo postuló  a la magistratura el Presidente Álvaro Uribe Vélez.

Al Presidente Samper lo absolvió la crema y nata del régimen; al Magistrado Pretelt lo condenó también la crema y nata del régimen.

Los jueces de los dos procesos políticos de las dos causas fueron consecuentes con su patrocinadores, los dos epígonos del régimen, los Presidentes Samper y Santos.

Al presidente Samper lo acusó el Fiscal Valdivieso Sarmiento y al Magistrado Pretelt el Fiscal Montealegre; siempre habrá diferencias abismales entre los dos.


miércoles, 24 de agosto de 2016






DEL PREVARICATO Y EL PROCESO PRETELT


Por Peloecaña

En el lapso de los recientes últimos años, la opinión pública se ha enterado de hechos, sin duda, graves, gravísimos de los que los medios la han informado, desafortunadamente no de manera objetiva sino sesgada, como es su costumbre,  y no con el ánimo de que recibamos la relación de hechos ciertos como debiera ser, sino con la mala intención de producir un efecto mediático, que traiga como consecuencia, desde luego, un resultado ídem y el linchamiento moral de la víctima de turno.

Desde el comienzo de la tragedia, le correspondió a un Magistrado de la Corte Constitucional el doloroso papel de ser cabeza de turco y, como en Los Intereses Creados de Benavente, el tinglado de la farsa se montó y la tramoya y la utilería fueron fría y adecuadamente calculados.

Se denunció un soborno de varios centenares de millones, se escogió un actor de esa conducta y se puso a andar la bien engrasada maquinaria de la justicia partidista y política prevista por la propia Constitución para un delincuente, así señalado previamente, y condenado de antemano, sin fórmula de juicio por la prensa dócil y fletada, que siempre ha estado lista a cobrar sus estipendios al régimen corruptor que detenta hoy el poder.

La sentencia durísima de Barbey D´Aurevilly, hoy cobra más vigencia que nunca: "Los periódicos que deberían ser los educadores del público, son sus cortesanos, cuando no sus meretrices".

El Magistrado en capilla para ser condenado al garrote vil tiene a su haber algunas cualidades que hoy, en este régimen de verdadero terror, son ineludiblemente causales de ignominia y escarnio: Fue postulado para tan alta investidura por el Presidente Uribe Vélez, es oriundo de la costa caribe colombiana, región en la que la compra de los valores está a la orden del día, y tiene a sus espaldas el anatema de ser militante del Partido Conservador.

Su proceso en la Comisión de Acusaciones de la Honorabilísima Cámara de Representantes fue,  desde su inicio, un dechado de lo que no debe ser una investigación imparcial; el respeto al derecho constitucional al debido proceso fue atropellado, dejando absolutamente inerme y lastimado al acusado, como  lo demostraron hasta la saciedad el propio inculpado, su defensor por fuera del proceso, porque no se le permitió participar en la audiencia ante el Senado, y los intervinientes en el debate respectivo en la corporación senatorial, vinculados al Partido Centro Democrático; y como el sindicado ya estaba estigmatizado, la prensa enmermelada ubicó a esos Senadores como los defensores del reo, para hacer extensivo ese estigma a los congresistas que no piensan como los paniaguados cenadores, con c, del régimen.

Tuvieron los parlamentarios del Centro Democrático que ocuparse de ese cargo,  y para desvirtuar al periodismo fletado dejaron constancia de que no son defensores oficiosos ni contratados de alguien. Solo defienden el imperio de la Constitución y  ley, la institucionalidad y la juridicidad.  

Los voceros de los valores fundantes de la Nación demostraron, hasta la saciedad, que el proceso de marras es un monumento al prevaricato con todo el ingrediente del elemento "a sabiendas" inherente al dolo.

Hunde sus raíces el delito de prevaricato en el Derecho Romano, y fueron eminentes juristas de nuestra fuente primigenia de la institucionalidad quienes se ocuparon de la violación del Magistrado de entonces, frente a la ley; y desde entonces los preceptos legales castigaron al pretor que se apartara de la correcta aplicación del ordenamiento jurídico.

Si acudimos al significado etimológico de PREVARICATO encontramos que procede del latín PRE, que significa antes, y VICARE, abrir las piernas. 

Pregunto: ¿a quien se le abrirían de piernas los parlamentarios que se llevaron de calle los derechos del Magistrado Pretelt?

Los senadores defensores de la Constitución y la ley advirtieron al Congreso, Cámara y Senado, de lo que significaba su apertura de piernas; es decir, que las abrieron conscientes de lo que hacían, plenamente a sabiendas,  con dolo.

Cuando el catecismo del Padre Astete definió el pecado mortal, dijo: Pecado mortal es hacer,  decir, pensar o desear algo contra la ley de Dios o contra la ley del hombre, en materia grave, con plena advertencia y con pleno consentimiento.


miércoles, 17 de agosto de 2016




COSAS QUE HAY QUE CAMBIAR

Por Peloecaña

El columnista de El tiempo, Juan Pablo Calvás, en su escrito de hoy, se viene lanza en ristre contra la Iglesia Católica, las Iglesias Cristianas, el Partido Conservador, el Centro Democrático, el Procurador Ordóñez y la Senadora Vivian Morales porque todos cometieron la audacia de protestar por el intento de despojar a los menores, a sus padres y a sus maestros, de la potestad de asumir la tutoría de sus hijos menores, del imperio de la Constitución y la guía pedagógica de sus alumnos.

Como la columna es todo un reto, yo, en mi doble condición de Católico practicante y de Conservador militante, no en el partido que se ha hartado de mermelada, sino en el de la dignidad inalienable, recojo el guante y acepto el reto y escojo las armas: la verdad histórica.

El país si tiene bien claro que los que lo han gobernado desacertadamente no son los conservadores, sino los que en nombre del trapo rojo, durante más de la mitad de nuestra historia republicana, han detentado el poder.

El Partido Liberal irrumpió en nuestro devenir político cuando aún no había trascurrido un año su fundación, por  Ezequiel Rojas, imponiendo, que no eligiendo, al General  José Hilario López, como presidente de Colombia, amedrentando al Senado con  garrotes y puñales, cachiporras y gumías, que los artesanos de Santa Fe de Bogotá blandían sobre la cabeza y la espalda de los senadores conservadores electores, azuzados por los jefes liberales, y  que don Manuel Murillo Toro no dudó en justificar llamando la asonada, "retozos democráticos". 

Don Mariano Ospina Rodríguez, cofundador con don José Eusebio Caro del Partido conservador, por las mismas calendas de la fundación del Partido Liberal, después de varios intentos de elección, transcurridos en varios días y ante el aumento de la efervescencia de la turba liberal, pronunció para la historia esta frase lapidaria: "Voto por el General José Hilario López para que no sea asesinado el Congreso Granadino".  Yo hubiera preferido el martirio.

Hoy, 167 años después, las amenazas no son de las sociedades democráticas y de los artesanos liberales; vienen de los paramilitares de las FARC, armados con el más moderno arsenal, patrocinados en sus retozos democráticos por otro mandatario liberal, el presidente Santos.  

Trascurridas varias guerras, promovidas en su mayoría por caudillos liberales que se negaban a aceptar el mandato de los conservadores y después de varias constituciones fallidas, un Presidente Liberal, Don Rafael Núñez, consciente del  caos reinante, con la colaboración de un sector del Partido Conservador, y bajo la inspiración de Don Miguel Antonio Caro, bajo el lema "Regeneración o catástrofe", le dio a Colombia la Constitución de 1886 que, con algunas modificaciones, rigió hasta 1991.

Vino la Guerra de los 1.000 días, promovida una vez más por jefes liberales, y liderada por el General Rafael Uribe Uribe contra el gobierno conservador legitimo de Don Manuel Antonio Sanclemente.

Llegó la hegemonía conservadora que duró hasta 1930 y que tuvo entre sus gobernantes a mandatarios insignes como el General Rafael Reyes, cuyo lema fue: "Menos política y más administración".

Entre 1914 y 1930 gobernaron, entre otros, José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez, el General Pedro Nel Ospina (1922-1926), sin duda el mejor Presidente de toda la historia de Colombia, por sus ejecutorias.

En 1930, divididos los conservadores entre Valencistas y Vasquistas accedió al poder el Partido Liberal, eligiendo al Dr. Enrique Olaya Herrera.

Durante su gobierno tuvo lugar la guerra con el Perú, contienda que Colombia ganó en el campo de batalla pero que perdió en la mesa de negociación, porque Perú se quedó con todo el territorio comprendido al sur del rio  Putumayo, que antes había sido nuestro. 

Vino después el gobierno del Dr. Alfonso López Pumarejo el de la “Revolución en Marcha”.

Lo sucedió el presidente Eduardo Santos que poco registra en cuanto ejecutorias y obras dignas de mostrar.

Luego se presentó a la reelección el Dr. López Pumarejo; triunfó, y su segundo gobierno fue etiquetado como el de la República Liberal. 

Este segundo mandato se hizo notar porque en él sucedieron acontecimientos políticos de suprema gravedad, como el negociado de las acciones de la Handel y de la Trilladora Tolima y el asesinato de Mamatoco, que con la férrea denuncia del Dr. Laureano Gómez llevó al presidente López Pumarejo a renunciar antes de concluir su segundo mandato.

Fueron los hijos del Presidente los protagonistas de estos abusos, lo que llevó a que se hablara de los hijos del ejecutivo.

Caído el Partido Liberal del poder ganó las elecciones en el año de 1946 el Partido Conservador  que eligió al Dr. Mariano Ospina Pérez, lo sucedió el Dr. Laureano Gómez, quien fue derrocado por el General Gustavo Rojas Pinilla; después los doctores Gómez y Lleras Camargo pactaron el Frente Nacional que, momentáneamente, aplacó la violencia liberal-conservadora; pasaron 16 años de alternación en el poder de presidentes de los dos partidos tradicionales y, terminado el Frente Nacional con el interregno de los presidentes Betancur, Barco, Pastrana y Uribe, nos correspondió a los colombianos padecer la ignominia del régimen que nos sojuzga y oprime.

Han sido epígonos de ese régimen dirigentes liberales que avergüenzan a sus buenos copartidarios que, desde luego, son buenos como la mayoría de nuestros conciudadanos.

Santofimio, Serpa, Samper y Santos tienen  a sus espaldas tanta ignomnia que asomarse a sus conciencias produce espanto.

Santofimio está preso por la sindicación de ser el inductor del asesinato de Luis Carlos Galán Sarmiento.

Serpa y a Samper convirtieron a Colombia en una narcodemocracia y  los acusan de ser los autores intelectuales del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, que esperamos el nuevo fiscal devele esa gravísima acusación para la tranquilidad del país entero y, desde luego, de los inculpados.

¡Y de Santos ni hablar! los hechos demuestran su estatura moral y sus merecimientos. El veredicto de Calvás es suficiente:  "parece progresista."

Columnista, no hay que prohibir, si acaso cambiar:

1°- Debe usted cambiar su nombre, porque Juan Pablo es el del pontífice mas venerado por todos los católicos, credo al que usted denosta y  que le causa tanto escozor.

2°- Solo usted puede proponerle al resto de su familia si acepta ser homologada como quiere la Ministra Parody, todo en aras de la paz.

3°- Según usted, hay que pedirle a su presidente progresista que cambie la totalidad del gabinete para que sea totalmente homogéneo; es decir, homosexual.

4°- En vez de la ideología de género, hay que cambiar la ideología liberal, para que ese partido no siga creyendo en el libre examen; para que cambie la tolerancia por el sectarismo hirsuto; no hay que seguir creyendo en el pluralismo ideológico; hay que desterrar de su decálogo la solvencia moral y la reciedumbre intelectual; es decir, que según usted hay que ser conservadores porque usted está convencido de que así somos los Católicos y los Conservadores.

Y entonces, ¡oh sorpresa!, la lectura de esa radiografía  le va enseñar la imagen nítida e indeleble del régimen.