Por Peloecaña
La paz
está en el alma de toda la humanidad, aun en la de las personas más retorcidas
que la usan como mera carta marcada para obtener beneficios vergonzantes y
ruines, porque son conscientes del valor real que para la generalidad de los
seres normales, comunes y corrientes tiene.
Cuando
los aliados que ganaron la primera guerra mundial le impusieron a la Alemania
derrotada su Tratado de Versalles, en 1919, lo hicieron convencidos de las
nefastas consecuencias que esa paz le traería a Europa y a todo el
mundo.
Cuando
el Mariscal Foch, comandante de los ejércitos aliados que ganaron la victoria
sobre Alemania, conoció el texto del Tratado de Versalles, sentenció: "Esto no es paz, es un armisticio
por 20 años". Y en efecto, 20 años después estalló la segunda guerra
mundial.
Sí,
armisticio es una suspensión de hostilidades entre partes en conflicto, por
cierto tiempo.
La
tramoya y la comedia montada entre este gobierno y los paramilitares de las
FARC no es un acuerdo de paz; es una mera tregua pegada con todas las bajezas
de los firmantes; es humillación y vejamen; aleja y destierra de las almas el
perdón.
La paz
de Santos es una venganza contra el Presidente Uribe Vélez y contra todo el
pueblo colombiano, incluidos los áulicos del régimen y los demás hermanos de
esta Patria sojuzgada y humillada.
La paz
de Santos en vez de bálsamo refrescante que sane las heridas y suavice el fuego
lacerante que sienten las víctimas de todas las violencias, es sal
en las heridas abiertas de Colombia.
La paz
de Santos es la oportunidad de los resentidos, de enarbolar sus banderas
transitoriamente victoriosas, para ejercer su vindicta reprimida, elemental y
primaria, durante mucho tiempo contenida; es la quinta esencia de la insania.
La paz
de Santos tiene a flor de piel el odio para enfrentarlo a la justicia; su
soporte moral es la mentira, fortaleza de tahúres y tramposos.
Tiene
como lema la arenga incendiaria de Catón en el Senado Romano: "Delenda est Carthago", que
repetida hoy se puede traducir: Hay que destruir a Colombia.
Santos
tiene todos los atributos de su insolvencia moral, compra a sus paniaguados del
Congreso, que le aprueban hasta su propia destrucción; ha puesto la
Constitución y la ley en pública subasta y, como es propio de
él, reitera sus remates con un solo postor: en este caso concreto, los
paramilitares de las FARC.
Festinó
la justicia y la puso al servicio de los más bajos instintos. Fueron
jueces venales los que le eliminaron la competencia, primero de Andrés
Felipe Arias Leiva y después la de Luis Alfredo Ramos Botero.
Habiendo
sido de estirpe de periodistas, siempre supo que la información tenía un
precio, por acción o por omisión, y puso en marcha la bien aceitada maquinaria
de compra y venta de sus colegas fletados.
Desde
luego, como de todo hay en la viña del Señor, también encontró prelados,
nunca pastores, que le rindieron culto a la simonía.
Carrara
y Ferri, Becaría y Jiménez de Asúa le encontrarán exacta ubicación a los
parlamentarios y administradores y a los jueces marxistas que han sido los
causantes, junto con el Presidente, de todos los males que nos agobian; sus
discípulos también sabremos señalarlos como coautores, cómplices necesarios,
encubridores e inductores de todas las violaciones a la legislación penal
colombiana.
Y vino el nefasto y vergonzoso prostibulario "gobierno" de Vichy en París arrodillado ante el diabolico Hitler y su pandilla...y vinieron la catástrofe y las millones de muertes en Europa...y creyeron en el nuevo Mesías alemán...y medio mundo destruído...
ResponderEliminarEl diabolico y verganzante Santos será otro heredero de Vichy si permamecemos impasibles ante la hecatombe que se nos avecina...HCarvajal.