Por
Peloecaña
Los
forjadores de opinión, los periodistas, comunicadores profesionales se
masificaron, entronizaron su verdad, que es lo más parecido a su negación.
Los
medios tradicionales, prensa hablada y escrita, perdieron su batalla y la
perdieron con los otros comunicadores, usted y yo, lo que eufemísticamente
llaman las redes sociales.
Los
profesionales del periodismo, los que cobran por ejercerlo, se quedaron con su
cacareada libertad de prensa y todos o casi todos cambiaron esa
libertad por credibilidad, y se les está agotando, porque todo se acaba si
únicamente se consume; o si no vean cómo se está agotando la mermelada, por su
consumo abusivo, adictivo, y moneda de trueque.
Está
bien que los periodistas de opinión tomen partido por lo que creen y consideran
su verdad, casi siempre subjetiva, porque la objetividad es vista
como corrupción, como irrespeto a las opiniones de las todopoderosas
minorías, hoy en cenit de su órbita y en el apogeo de su glorioso imperio.
La
regla de oro de la democracia ya no es el respeto a las mayorías, eso es
puro cuento para atropellar los derechos de los diferentes.
Hoy, quien
tenga convicciones éticas y crea en la transcendencia de unos valores pasados
de moda y obsoletos, está inevitablemente out.
Los que
están a tono con los tiempos son quienes estigmatizan la mayoría vergonzante,
heterosexual, por seguir siendo mayoría; quienes creen en el respeto a la vida,
a la propiedad privada, a la honra ajena y propia, a la paz de
verdad, a la justicia pronta y cumplida deben ser marginados y proscritos, no
tienen cabida en la suma de individualidades que jamás constituyen sociedad,
los convoca únicamente el saberse diferentes.
En las
naciones, cada cierto tiempo, los ciudadanos deben escoger sus representantes y
gobernantes, y la suma de minorías se convierte en montonera mayoritaria y
opresora; para la muestra, el poder omnímodo ejercido en Colombia por los
grupúsculos minoritarios aliados en torno a la batea de las prebendas y
canonjías.
El más
patético reflejo de lo que las minorías quieren es la reacción de los electores
de Hillary Clinton que se niegan a aceptar el veredicto de los resultados
electorales.
No se
trata de admitir o no si Donald Trump era el mejor de los candidatos en
contienda; el quid del asunto consiste en que hay unas reglas del juego,
conocidas desde hace decenios, centurias, que dicen cómo se elije un presidente
en la Unión Americana.
Todo
está previsto y hasta ayer todo era respetado, desde la manera de escoger
los candidatos de cada partido, de elegir el presidente de entre esos
candidatos, de cómo funciona el sistema electoral y hasta el 8 de noviembre
pasado el sistema señaló quien fue el triunfador de esa contienda.
Pero
ayer los perdedores salieron a protestar, porque el régimen de mayorías
funcionó en la democracia americana y las minorías perdieron.
En
Colombia, con este régimen es diferente; está previsto que el régimen
minoritario gobierne, bajo la apariencia de unas mayorías inexistentes.
El
primer paso que debe dar el que tiene la sartén por el mango es eliminar
contendientes, máxime cuando esos competidores tienen posibilidades
ciertas de triunfar.
¡Hay
que eliminarlos como sea! Hasta ahora la moda es encarcelarlos o desterrarlos,
con el apoyo de jueces venales y corruptos; pero para estar más seguros del
triunfo de la minorías, se acude a otros expedientes, se infiltran las campañas
de los adversarios, se compran literalmente los medios de comunicación para que
sean obsecuentes servidores de esas causas oscuras y pestilentes.
La fiscalía
profiere acusaciones y formula cargos, sustentados en testimonios falsos, a
sabiendas de esa circunstancia, para eliminar oponentes y allanar el camino de
obstáculos incómodos.
El presidente,
en un alarde desfachatez inaudito en plena plaza pública de Barranquilla,
ejecuta todo el iter criminis para
cometer delito contra el sufragio y hasta ahora no ha pasado absolutamente
nada.
Contra
toda previsión el régimen pierde el plebiscito y el pueblo decide que los
acuerdos de La Habana no nacieron, no existen; sin embargo, son la plataforma
de discusión aceptada por los más eminentes voceros del NO, triunfante en la
consulta popular. ¿Cuál democracia, si la voluntad mayoritaria popular
vale nada?
Los
insurgentes paramilitares guerrilleros no llegan sumados todos a 10.000; no
obstante el presidente y sus áulicos están sometiendo a esas ínfimas minorías a
mas de 48.000.000 de colombianos. ¿Donde está la democracia?
Hoy 11
de noviembre de 2016, conmemoración de la Independencia de Cartagena, les
vaticino que el candidato de la oposición al régimen ganará las elecciones de
2018, pero las minorías perdedoras repetirán lo de ayer en los Estados Unidos
de Norteamérica.
Es excelente.Colombia por obra de la politiquería depredadora y corrupta
ResponderEliminarse ha convertido en una burla a la democracia.
La han pervertido; la moral subjetiva es la regla, un exponente perverso es el ex fiscal Montealegre quien sentencio muy orondo que nuestra constitución es interpretable.
Afortunadamente gano el NO porque de otra manera, los colombianos de bien que son la mayoría, estaríamos abocados a la dictadura del proletariado.
Francisco Jimenez.
Muy enfocado, claro y directo el texto anterior. Da grima que en un hermoso pais como este, se haya incrementado la corrupcion y el desgobierno a tal nivel. Definitivamente los mal llamados "padres de la patria" estan llamados a desaparecer, por su soberbia, arrogancia, cinismo y grado de corrupción, con contadas excepciones,claro está. Un presidente solo nada hará.De ahí la gran corresponsabilidad de estos señores, además de alcaldes y gobernadores que tienen un sentido de servicio personal y/o familiar y no ejercen con el sentido verdadero de servicio a la comunidad que los eligió. Y de la prensa hablada y escrita, ni hablar; definitivamente solo les interesa el dinero; pululan los llamados "analistas", "consejeros", "investigadores", "expertos de opinion", etc que no aportan en veracidad y ecuanimidad en lo más mínimo. Solo alaban al gobierno de turno cuando ello a sus intereses conviene. En definitiva, prostituyeron tan honrosa profesión.
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