miércoles, 28 de noviembre de 2018






LOS CORRUPTOS GUARDIANES DE LA MORAL  PÚBLICA


Por Peloecaña

Lo que nos faltaba para seguir en el más vergonzante hundimiento de la ética y las buenas costumbres, como si no hubiera en el Parlamento colombiano gente decente y sin rabo de paja, que hiciera el debate inevitable inquiriendo las explicaciones mínimas del Fiscal General de la Nación por sus   asesorías prestadas al  socio del consorcio de Odebrecht, en el contrato de la construcción de la Ruta del Sol, Luis Carlos Sarmiento Angulo, con todos los ingredientes repugnantes de su entorno, denunciados por el auditor de ese contrato, señor Jorge Enrique Pizano.

Quienes nos consideramos fervientes devotos de la historia, añoramos la presencia en sus páginas de los debates memorables, como los adelantados por el Dr. Laureano Gómez, el Cancerbero de la Moral Pública en los casos del romanismo, de la Handel, del crimen de la Magdalena, de la trilladora Tolima. 

También evocamos con admiración y respeto los debates en el Congreso, en la plaza pública y en todos los foros de opinión, del  más prístino y virtuoso de la palabra, el leopardo Insigne, Dr. Augusto Ramírez Moreno, adalid de la Patria cuando el gobierno Peruano invadió tierra colombiana, cuyos discursos que pedían  "Paz en el interior y Guerra en la frontera", hicieron que el pueblo bogotano  lo vitoreara y llevara en hombros por la Calle Real de la capital, coreando: "Viva el gobernador de Lima". 

Y también  nos conmueven los discursos de Luis Carlos Galán Sarmiento fustigando el narcotráfico, por lo que pagó con su sacrificio, por instigación e inducción de connotados dirigentes de su propio partido.

Y qué no decir de la pluma cervantina y el verbo encendido del irreemplazable Álvaro Gómez Hurtado que, por su talante digno e impoluto, pagó con su vida la audacia de reclamar la caída del régimen, que nos condujo a la deshonrosa y afrentosa condición de ser sojuzgados por un gobierno que el mundo calificó de narcodemocracia. 

Y cuando ejerció el Ministerio Público un jurista sabio y honesto, en defensa de la decencia, la Constitución y la ley, el Dr. Alejandro Ordóñez Maldonado, en aplicación literal del canon constitucional señalado en el artículo 277º, sancionó disciplinariamente al más vergonzante de todos los alcaldes que en Bogotá han sido, desde su fundación el 6 de agosto de 1538 hasta nuestros días, y que la izquierda internacional, en decisión amañada y con facultades que nunca nadie ha osado usurpar, la de ser intérpretes de nuestra Carta Magna, decidió que el numeral 6º del articulo citado, no era aplicable al alcalde guerrillero y corrupto, y el Consejo de Estado de Colombia, cima de la jurisdicción contenciosa administrativa, resolvió absolver al reo alcalde y,  a contrapelo, declarar nula la elección de su juez disciplinario, en sentencia que siempre será vergüenza institucional.

Los medios de comunicación, voceros de los adalides del libre examen, de la tolerancia ideológica y la libre determinación de la persona, en alarde de inconsecuencia, y al no encontrar motivos jurídicos, ni legales para estigmatizarlo, resolvieron como auténticos torquemadas, condenarlo a la hoguera por los  delitos de ser conservador y católico ferviente.

Hoy, tres senadores, todos huérfanos de autoridad moral, por sus ejecutorias, por su connivencia con sus copartidarios delincuentes, sin rubor alguno y con un cinismo escatológico, asumen  el papel de Savonarola y, sin siquiera sonrojarse, encarnan el papel de jueces éticos, en una parodia tragicómica, equivalente a colocar a la dueña de la casa de citas, del prostíbulo, a cuidar la virtud de las doncellas.

Pasó el debate de los falsos catones y ante la brillante defensa del fiscal, los corruptos por acción  y por omisión, con el rabo entre las piernas, se lamen las heridas como el “mísero can” de Anarkos del Maestro Guillermo Valencia.



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