ROMA LOCUTA CAUSA FINITA
Por Peloecaña
Corría el año 417 de nuestra era, y se debatía una controversia entre los
seguidores de Pelajio, un hereje de la doctrina cristiana, y los fieles a ese
credo, y entre ellos estaba San Agustín de Hipona, sabio y Doctor de la
Iglesia.
En el mismo año, el Papa Inocencio II declaró las tesis de Pelajio
como herejía, y ante la insistencia de los seguidores del hereje, en la
defensa de sus afirmaciones, San Agustín le puso fin a la discusión con
estas palabras: "Roma Locuta causa
finita". Habló Roma, se acabó la discusión.
Desde entonces se sigue utilizando esta expresión para poner punto final a
algo que se sigue discutiendo, a pesar de ya estar definido de manera
pública y oficial. Es algo así como el fundamento de la cosa juzgada, o sea
cuando nos referimos a la obligatoriedad del cumplimiento de una sentencia
ejecutoriada y en firme; pero luego vino la reforma constitucional de
1991 y nos trajo la figura de los fallos de tutela, y entonces la Cosa
Juzgada recibió entierro de tercera y ahora los jueces resucitan las
controversias cuando a bien tienen, siempre en detrimento del Derecho.
Si los amigos de Pelajio hubieran vivido en estos días, San Agustín hubiera
naufragado en sus propios argumentos, y la herejía ya no sería tal.
Permítanme hacer uso de la analogía, para argumentar en defensa del fallo
emitido por el propio Iván Duque.
Él mismo decidió ponerle fin al conflicto; su sentencia es cosa juzgada,
a no ser que sea impugnada ante un juez de tutela, escogido a la talla y
medida del interesado y el fallador decida que lo afirmado por Duque no es
cierto, y que aquí no ha pasado nada. Duque locutum
causa finita.
En el día de hoy, en el programa La Hora de La Verdad, en su sección
Al Oído, hicieron pública una grabación reciente, según la cual el precandidato
de José Obdulio Gaviria, por el Centro Democrático, califica a su partido
como una secta, en la que el prior de esa secta es el monje Álvaro Uribe Vélez.
Esa es una verdad de a puño, no es una alucinación, ni el efecto de un
delirium tremens o de un estado de éxtasis; está ahí y,
como Ernesto Samper, esta ahí y ahí se queda.
Como se trata de asumir responsabilidades, y como la sabiduría popular lo
consagra, "el pez muere por su
boca."
No es una calumnia como diría Daniel Samper Ospina; le queda al doctor
Iván Duque inaugurar una nueva figura en el novísimo Derecho Constitucional
Colombiano, instaurar una tutela contra si mismo, para que el juez de
bolsillo que la falle lo obligue a retractarse de lo dicho, so pena de ir a
parar con su huesos al frío pavimento de un calabozo.
Al doctor Uribe le corresponde, a partir de hoy, tener a Duque como un
exprecandidato de la secta del cual él es el monje abad, prior y superior
indiscutido, y al senador José Obdulio Gaviria guardar silencio mohíno, o
respaldar a su pupilo y abandonar tan odiosa secta y tan incómodo priorato.
Si opta por esa última alternativa, le haría un beneficio enorme a la
democracia representativa, porque es la oportunidad de demostrar que tiene
votos propios suficientes para seguir en el Senado o, de pronto, puede ser
la fórmula vicepresidencial de su paisano Iván Duque.
Esos arrebatos de grandeza tienen la ventaja de magnificar la de los
partidos y decantar la política.
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