DE
LOS MAESTROS Y LOS JUECES
Por
Peloecaña
Al abocar este tema, no lo hago como un diletante, ni como un teorizante de
los dos oficios más honrosos de la sociedad, el de educar, enriqueciendo al
discente en valores positivos e incrementar su acervo intelectual; y el
de juzgar, con apego a la ley y a la equidad, siempre observando y
venerando el Derecho.
Presento a mis lectores las consabidas disculpas, por la alusión personal
que debo hacer.
Me gradué, como Maestro de Escuela, egresado de la 1ª promoción de la
Normal Nacional de mi pueblo, y fui docente por varios años, en distintos
centros educativos del Distrito especial de Bogotá.
Mientras enseñaba, también estudiaba Derecho en las noches, hasta titularme
de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas y obtuve la declaración de idoneidad
para ejercer la profesión de Abogado.
Obtenidos los atestados de rigor, fui Juez Promiscuo Municipal en mi
terruño natal, y Juez Penal Municipal, en otra jurisdicción, cuando aún se
aplicaba el sistema inquisitivo, y por pasado de moda no se tenía sino como
mera referencia histórica, sacada del derecho romano, el sistema
penal acusatorio, que tanta impunidad ha traído.
Meros embelecos de la Constitución de 1991.
Como en mis ancestros está la impronta de educador, volví a la
docencia, ejerciéndola en la Facultad de Derecho de mi Alma Mater.
Por aquellas calendas, FECODE era un sindicato en ciernes, sin la
injerencia definitiva que hoy tiene en la Educación Publica de Colombia, y
ASONAL Judicial, aunque con tintes marxistas, todavía no era un partido
político, ni había llevado al Poder Judicial al grado de postración que
hoy ostenta .
Los gobiernos de turno, convencidos de que el magisterio era un mal
necesario, no le pusieron atención a ese gremio importantísimo y, con una
indiferencia pasmosa, permitieron la consolidación de un sindicato marxista
leninista y el ascenso del partido comunista para que maneje la educación a su
antojo.
Lo propio sucedió con los jueces y sus subalternos. ASONAL Judicial los
encasilló y marcó como quien marca rebaños y hoy tenemos que lamentarnos del
grado de inoperancia, desprestigio y politización de uno de los tres
poderes que Montesquieu y Bacon concibieran como pilar fundamental del
Estado.
Una última acotación. Se presume que entre más ignorantes sean los miembros
de un sindicato, más manejables son para sus directivos, pero no es
cierto, está demostrado que no.
Profesores y jueces, que aparentan saber leer de corrido y escribir
según las normas de la sintaxis, se masificaron, se volvieron multitud, masa
amorfa y, todos a una, siguen el cencerro de la oveja que lo lleva al
cuello.
El presidente Álvaro Uribe Vélez cometió la audacia y la osadía de decirle
a Colombia, cómo entendía él que debían funcionar las columnas de
Atlas, que deben ser el sostén de la sociedad colombiana, y se ganó la
malquerencia de profesores que no maestros, y la inquina proclive de quienes
decidieron antes que ser jueces, ser prevaricadores al servicio de un partido
político.
El doctor Álvaro Gómez Hurtado en su acuerdo sobre la justicia escribió: “…Para recuperar la justicia hay que vencer
situaciones creadas que se defienden con tenacidad. Hay costumbres perniciosas
establecidas de tiempo inmemorial. Se
requiere dinero que debe tomarse valerosamente de otros gastos del Estado. Y,
además, poner a prueba el temple de nuestros jueces para que vuelvan a representar
la majestad del Estado y no sigan empujados hacia la situación degradante de
ser un simple gremio”.
Para "Peloecaña": ¡OH, que bien escrito! Palabras como éstas son lasque necesitamos todos los días. Por eso no me falta cada día LA HORA DE LA VERDAD, es toda una cátedra.
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