EL
DERECHO A LA INTIMIDAD
Por
Peloecaña
Leemos en el artículo 12º de la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre: "Nadie será objeto de injerencias
arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia,
ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la
protección de la ley contra tales injerencias y ataques ."
El articulo 15º de nuestra Constitución dice: "Todas las personas tienen derecho a su intimidad personal y
familiar y a su buen nombre y el Estado debe respetarlos y hacerlos
respetar..."
Y para mayor marturbación constitucional y jurídica, el CAPITULO 5 De
los deberes y obligaciones de la Ley Fundamental de Colombia, en su artículo
95º, consagra: "...Toda persona
está obligada a cumplir la Constitución y las leyes."
"Son deberes de la
persona y del ciudadano:
1. Respetar los derechos
ajenos y no abusar de los propios;...".
Pues bien; no, mejor pues mal. Una de las más respetables familias de
Colombia fue víctima de una tragedia íntima y privadísima, y por eso esa
familia era sujeto de la protección de sus derechos y
también los filibusteros del periodismo estaban llamados a
cumplir sus obligaciones y deberes, para con ella, sin dilaciones,
restricciones y sin ambages.
La revista Semana, con portada y todo, se ocupó de actuar como un frente
más de la insurgencia guerrillera, e hizo de la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre y de la Constitución Nacional, una vez más, un rey de
burlas, un motivo de befa, un monumento a lo que se debe violar
sistemática y permanentemente.
También el diario El Espectador se solazó en reseñar similar actitud de
parte de alguien que fuera destacada vocera del chavismo en CNN en Español,
hasta hace algún tiempo.
El delito informativo y la violación al derecho a la intimidad de las
personas y de las familias se cometió cuando esos medios decidieron, como
auténticos criminales, violentar y tomarse por asalto el seno benemérito de
la familia de un colombiano respetabilísimo por mil títulos, hombre
de bien y ejemplo como uno los mejores servidores de la patria, el Dr.
Mario Laserna Pinzón, su dignísima esposa, sus hijos y sus nietos, no para
informar de la infortunada circunstancia vivida en el hogar de los
Laserna Jaramillo, porque eso no era transcendental para los informadores,
ni mucho menos constituía asunto ni tema periodístico; lo aprovechable para
explotar con un amarillismo repugnante y asqueante, lo válido para esa caterva
de inmorales y bellacos era la oportunidad de golpear a una familia
prestantísima, de comportamiento social paradigmático.
Si el tronco de esa familia, Don Mario Laserna Pinzón, no hubiera sido
uno de los cofundadores de la universidad de Los Andes, junto con
otro prohombre de la patria, el expresidente Alberto Lleras Camargo y si su
nieta, Paloma Valencia Laserna, no encarnara la prosapia de la hidalga mujer
colombiana, de la política auténtica y modelo rutilante de lo que es el
servicio público y la búsqueda del bien común, y Senadora insigne del
Centro democrático, los santrich y monos jojois y tirofijos y
las guerrilleras cohonestadoras del reclutamiento de niñas y sus
violaciones, del periodismo, nunca se hubieran ocupado del tema.
¡Periodistas, vergüenza de la profesión y gallada de bellacos!
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