LOS ASALTANTES Y SAQUEADORES DEL BUEN NOMBRE DE LAS PERSONAS
Por Peloecaña
Definitivamente la
sociedad está en manos de desaprensivos y malvados, que no respetan el derecho
ajeno y que, por el contrario, alimentan sus falencias éticas y morales, con el
fruto de sus depredaciones y malquerencias.
La señora Vicepresidente de Colombia, doctora Marta Lucía
Ramírez Blanco, mujer benemérita y admirable, merece el respeto de todo el
mundo, por su mera condición de mujer, y si a tal calidad se le agregan los demás
méritos que la asisten, como la de ser hija, hermana, esposa y madre ejemplar,
los motivos de aclamación crecen exponencialmente, eso en el sacrosanto recinto
de su entorno familiar, privado y exclusivamente suyo, desde luego.
Pero cometió el error de interesarse por el servicio púbico, para aportar
su sapiencia y ponderación al mejor estar de sus conciudadanos, labor que
ha cumplido con rutilante éxito, y ahí fue Troya.
Hay sujetos que no resisten la inteligencia ni la capacidad ajenas, y
creen que su insolvencia integral, los autoriza a convertirse en
francotiradores y filibusteros de esos éxitos, y se consideran con el
derecho de destruir a quien los supera en grado sumo, a cualquier
precio, y utilizan el todo vale, y el cueste lo que cueste, para la
ejecución de su proceder protervo y ruin.
La doctora Marta Lucía ha sido exitosa en todas sus actividades, y el campo
de la política no podía ser la excepción, donde quiera que ha servido a la
Patria y a su creencias partidistas, ha brillado con luz propia, y por eso está
donde está.
Su vida pública ha sido limpia, resplandeciente, transparente y siempre
expuesta al escrutinio general en urna de cristal.
Como sus detractores oficiosos, cansados de esculcar sus procederes,
no encontraron nada oscuro, ni siquiera opaco, tomaron la decisión
criminal, para estar a tono con su talante de delincuentes, y asaltaron su
privacidad inconculcable.
Primero, se inventaron que la actividad profesional de su esposo estaba
inmersa en negociaciones oscuras y reprochables, con gentes vinculadas a
actividades criminales.
Cuando el Arquitecto Álvaro Rincón fue inculpado de conducta
delictiva, por ese paradigma de honestidad y pulcritud, dechado de
virtudes republicanas y democráticas el mejor alcalde que Bogotá haya tenido
desde el 6 de Agosto de 1539, empezando por don Gonzalo Jiménez de
Quesada, pasando por Jorge Eliecer Gaitán, Daniel Mazuera Villegas, Juan Pablo
Llinás, Bernardo Gaitán Mahecha, Hernando Durán Dusán, Augusto Ramírez
Ocampo, Jaime Castro, Andrés Pastrana Arango, Enrique Peñalosa Londoño, hasta
Claudia López, el hoy Senador Gustavo Petro Urrego, pidiendo la renuncia
de su esposa la Vicepresidente de la República, éste, el señor Álvaro Rincón,
de inmediato procedió a dejar en limpio su actividad profesional y se
puso a disposición de la Corte Suprema de Justicia, que lo citó a diligencia
judicial.
Fallido el primer intento de enlodar el entorno familiar de la doctora
Marta Lucía, otros comunicadores, más perros canequeros que
periodistas, detonaron su carga de profundidad, hicieron estallar la bomba
lapa: un hermano de la Vicepresidente, Bernardo Ramírez, en el año de 1997
había sido acusado y condenado, en los EE. UU., por tráfico de heroína.
¡Que miserables, que ruindad! lo más grave es que si bien los hechos
sucedieron, los informantes no ignoran que la responsabilidad penal es
personalísima, y no se extiende a los consanguíneos del acusado, por mera
consanguinidad.
Y también cometieron tamaño despropósito, con la intención premeditada, de causar
un daño político; es decir, con patético dolo específico.
A los autores de tan tortuoso proceder les salió el tiro por la
culata; lo que han logrado es la solidaridad unánime de las más eminentes personalidades
de Colombia, con la persona y la vida
privada y pública de la doctora Marta Lucía Ramírez, y el repudio general del
repugnante proceder de los asaltantes y saqueadores de su patrimonio moral, el
cual continúa incólume, porque no puede ser de otra manera.
Todo el respaldo de esta humilde ciudadana para la Dra Martha Lucía Ramírez.
ResponderEliminarGracias Peloecaña por su artículo tan sentido. Debemos acompañar incondicionalmente a nuestra Vice.
Lamentable que en Colombia no haya justicia para castigar a miserables como el cretino que sin el más mínimo derecho moral maltrata así la honra de una dama en todo el sentido de la palabra.