Héctor Abad Faciolince. Así, con minúsculas
Por Peloecaña
Su homónimo no puede estar más desacertado; jamás merecerá llevar el
mismo nombre del más insigne héroe de la Guerra de Troya; si Homero
hubiera adivinado que el más epónimo de sus personajes de la Ilíada iba a ser
avergonzado por el columnista de El Espectador, quizá no hubiera escrito esa
epopeya.
Comienza el bellaco escribidor con esta perla: "Esa lógica, cegada por el rencor, se nutre también del chisme,
las mentiras y las conclusiones delirantes"; amarrando desde antes los
perros para describir los fundamentos éticos de sus opiniones llenas de rencor
infinito, desde luego, alimentadas por el chisme y llenas de conclusiones
alienadas.
El Espectador no puede ser vehículo de tanto detritus, en nombre de la
libertad de prensa, sin convertirse en una auténtica CLOACA.
Gravísima afrenta al Dr. Eduardo Santos Montejo, tío abuelo del presidente
Santos y de todos sus primos, convirtiendo al expresidente fallecido
en un cornudo de campeonato y a su señora esposa, Doña
Lorencita Villegas de Santos, en una auténtica y disoluta adúltera
compulsiva.
La ausencia de la más tenue huella de moral del Héctor de El Espectador,
cuya única arma es el chisme según su propia confesión, porque el
asesinato de Mamatoco ya lo juzgó la historia y le costó, en su momento, la
caída del poder al Dr. López Pumarejo y al partido liberal.
Pero como no se cansa de hacer gala de su mala leche, el columnista de
marras quiere también confesar que está hecho de la misma materia prima que el asesino de la niña Samboni, y solo a él
se le ocurre sacar conclusiones marcadamente dolosas con todo el elemento,
a sabiendas, constitutivo de la intención de hacer daño y decide lanzar la
especie de que el crimen cometido y confesado por Rafael Uribe Noriega sucedió por razones atávicas, dada su homonimia con el presidente
Uribe y con el exdirector del DAS.
Eso de poner como crítica, en boca de otros, sus propias afirmaciones es
parte de su estilo solapado y evasivo de responsabilidad y, desde luego,
no lo aceptamos.
Y su audacia y ausencia total de sindéresis y del más leve asomo de
solvencia moral, llevan al Abad
Faciolince a asociar sus fantasiosas conclusiones alienadas, como ya
advirtió, con el quehacer político del más riguroso fiscal de la moral pública,
el Dr. Laureano Gómez, y resuelve endilgarle un apodo, propio de su mente
torcida, sectaria y ancestralmente liberal.
Pero el Héctor de El Espectador debe concluir su obra maestra, llena de
sectarismo hirsuto y plena de sinrazón; aún le falta mostrar la última
placa de su radiografía moral y, para cerrar con broche de oro, vomita su
veneno contra el Dr. Fernando Londoño Hoyos y su familia, apuñalando de manera
ruin, vil y rastrera la memoria del egregio colombiano que fue su padre, el Dr.
Fernando Londoño y Londoño.
Pero Héctor Abad Faciolince está en los más profundos sótanos del averno,
para que sus eructos puedan salpicar siquiera, a Doña Lorencita Villegas de
Santos, a su esposo el expresidente Santos, al Dr. Laureano Gómez, al Dr. Fernando
Londoño y Londoño, leopardo insigne y orador paradigmático, personajes todos
miembros destacados de la política nacional y merecedores del más absoluto
respeto a sus vidas privadas.
Tampoco sus insinuaciones cobardes salpican al expresidente Uribe
Vélez, ni al Dr. Noriega, exdirector del Das, ni al presidente Santos y
sus ancestros. Mantenemos de manera irrevocable nuestras diferencias
políticas con el presidente Santos, pero respetamos la privacidad suya y
de su familia.
El único retratado de cuerpo entero, por dentro y por fuera es el columnista
apasionado, calumniador y delirante, que supera con creces al asesino de la
niña Samboni.
Y el diario El Espectador queda en deuda con los verdaderos ofendidos, la
familia Santos y la familia López, por ser la cloaca por la circula el
estiércol que sale por la pluma de su columnista, invadido
de fanatismo enfermizo.
hector abad RABIOLINCE es un escritor de pacotilla que ve la posibilidad de llamar la atención con ese artículillo miserable.
ResponderEliminarQue más se puede esperar de quien metió su caballo hasta al altar de la iglesia de sus vecinos... en una película que habla de "tolerancia".
ResponderEliminarMaestro Peloecaña.Leí ese comentario de "etor"(sin ánimo de ofender a Nieves)y de todo lo que me produjo, incluyendo las referencias a Laureano y a Marco Fidel, no habría podido escribir una sóla línea como las que usted con su maestía y capacidad de síntesis nos acaba de regalar.Ese despreciable tipejo no merece su atención! Gracias, Maestro!
ResponderEliminar