LA MUERTE CIVIL, REMEDIO PARA COMBATIR LA CORRUPCIÓN
Por Peloecaña
El doctor Fernando Londoño Hoyos con frecuencia alude a una frase del
doctor Álvaro Uribe Vélez, que dice: "El
narcotráfico es el combustible que aviva todas las guerras".
Una vez más me aparto de las juiciosas y ponderadas opiniones del Director
de LA HORA DE LA VERDAD. Considero que la corrupción es el género y el
narcotráfico una especie de ella.
La sociedad colombiana decidió abandonar la ética, unas veces por
acción y otras por omisión; a los primeros responden todos los corruptos de
todas las pelambres que se nutren de ella; y a los otros, los omisos que
la soportan por comodidad, por indiferencia o por cobardía; y el resto, un
reducido grupo de ilusos que no nos resignamos a soportarla y que nos duele y,
desde luego, incomoda en grado sumo.
La corrupción campea en el Estado. En la propuesta del Acuerdo
sobre lo Fundamental, el visionario e irrepetible Álvaro Gómez Hurtado
escribió:
"El nivel ético del
país ha descendido tanto que se convierte en un motivo diario de pesadumbre. Se
necesita temple para no llorar".
"Y hemos llegado a
ese punto, por no ejercer la sublime capacidad del hombre de juzgar lo bueno y
lo malo. Farisaicamente hemos creado una barrera de prohibiciones legales,
abundantísimas, con la que pretendemos preservar la moral, a sabiendas de
que estamos renunciando a un deber social. Cuando viene la infracción se
critica la ley por no haber sido suficiente barrera contra el delito, o a la
policía por no haberlo impedido. Pero la coacción pública que se requiere para
que la moral subsista no aparece".
"Las gentes de bien
deben exigir el restablecimiento del nivel moral del país. Ello no puede prevenir del Congreso
que no está dispuesto a una autocrítica; tampoco saldrá de los partidos. No hay
quien se arriesgue a perder los votos y el apoyo de la complicidad
delincuencial. Puede surgir, ciertamente, si no se encuentra solitaria, si la
opinión ha aceptado previamente que la recuperación de la ética es un propósito
nacional".
Por afirmaciones contundentes y obvias como las transcritas, el régimen
corrupto decidió, dispuso y ejecutó el asesinato de este hombre paradigma
del mejor estadista, dechado de virtudes éticas y monumento insigne a la
sabiduría y al sentido común.
La corrupción se enseñorea en el congreso; sus mayorías no tienen cerebro
ni corazón, solo aparato digestivo y, desde luego, la justicia, como
institución, hace causa común con el congreso.
Dentro de su Acuerdo sobre lo Fundamental también plasmó, de
manera clara y meridiana el mártir de la democracia colombiana, doctor Álvaro Gómez
Hurtado, sus puntos de vista sobre la justicia:
"Desde hace años he
predicado que la sociedad necesita este servicio público antes que todos los
demás. Encontré siempre la creencia, no explícita, de que la sociedad podía
acomodarse dentro de un clima general de impunidad. De ahí que se tolerara la
decadencia del sistema judicial, se abandonaran los jueces a su propia suerte,
se aceptara el leguleyismo como una expresión inevitable de la administración
de justicia y se le otorgara a los funcionarios de ella el dudoso privilegio de
no fallar".
"Para recuperar la
justicia hay que vencer situaciones creadas que se defienden con tenacidad. Hay
costumbres perniciosas establecidas de tiempo inmemorial. Se requiere dinero
que debe tomarse valerosamente de otros gastos del Estado. y, además, poner a
prueba el temple de nuestros jueces para que vuelvan a representar la majestad
del Estado y no sigan empujados hacia la situación degradante de ser un
simple gremio". Hasta aquí el doctor Álvaro
Gómez Hurtado. (Asonal Judicial).
Y el director de la orquesta de la corrupción se apersonó de su función, se
apoderó de la batuta y no la ha cedido un solo instante; es el gran corruptor
del régimen y a base de corrupción compró un Premio Nobel.
El dinero que reclamaba el doctor Álvaro Gómez Hurtado para dignificar el
funcionamiento de la Rama Judicial del Poder Público ya no es
institucional, es "in tuitu
personae"; cada juez corrupto tiene etiquetado su precio y el gran
maestro de la corrupción lo paga con fondos públicos a discreción.
Y ese cáncer que invadió el sistema y la sociedad del país se extendió,
endémico, también al sector privado.
Los contratistas del Estado, de manera vergonzante, asisten a la feria de
la contratación, del cohecho, del dinero oficial fácil, del peculado masivo.
La mayoría de los medios de comunicación también se venden como autenticas
prepago, por callar la verdad, o acomodarla a los intereses del gran corruptor,
"en rútilas monedas, tasando el bien
y el mal".
Como hoy, en Colombia tiene plena vigencia la sentencia de Pascal "La verdad está tan obnubilada y la
mentira tan sentada, que a menos de amar siempre la verdad, es imposible
conocerla".
El comienzo del fin de la corrupción es consagrar para los corruptos,
además de la privación de la libertad, una pena también principal y simultánea,
consistente en la muerte civil plena.
Pero eso no pasa de ser una utopía, una ilusión vana, mientras haya mayoría
de congresistas corruptos y fletados y jueces venales y siervos de sus
ideologías políticas.
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