viernes, 9 de diciembre de 2016






LA  MUERTE  CIVIL, REMEDIO PARA COMBATIR LA CORRUPCIÓN

Por Peloecaña

El doctor Fernando Londoño Hoyos con frecuencia alude a una frase del doctor Álvaro Uribe Vélez, que dice: "El narcotráfico es el combustible que aviva todas las guerras".
 
Una vez más me aparto de las juiciosas y ponderadas opiniones del Director de LA HORA DE LA VERDAD. Considero que la corrupción es el género y el narcotráfico una especie de ella.

La sociedad colombiana decidió abandonar la ética,  unas veces por acción y otras por omisión; a los primeros responden todos los corruptos de todas las pelambres que se nutren de ella; y a los otros, los omisos que la soportan por comodidad, por indiferencia o por cobardía; y el resto, un reducido grupo de ilusos que no nos resignamos a soportarla y que nos duele y, desde luego, incomoda en grado sumo.

La corrupción campea en el Estado. En la propuesta del Acuerdo sobre lo Fundamental, el visionario e irrepetible Álvaro Gómez Hurtado escribió: 

"El nivel ético del país ha descendido tanto que se convierte en un motivo diario de pesadumbre. Se necesita temple para no llorar".

"Y hemos llegado a ese punto, por no ejercer la sublime capacidad del hombre de juzgar lo bueno y lo malo. Farisaicamente hemos creado una barrera de prohibiciones legales, abundantísimas, con la que pretendemos preservar la moral, a sabiendas de que estamos renunciando a un deber social. Cuando viene la infracción se critica la ley por no haber sido suficiente barrera contra el delito, o a la policía por no haberlo impedido. Pero la coacción pública que se requiere para que la moral subsista no aparece".

"Las gentes de bien deben exigir el restablecimiento del nivel moral del país. Ello no puede prevenir del Congreso que no está dispuesto a una autocrítica; tampoco saldrá de los partidos. No hay quien se arriesgue a perder los votos y el apoyo de la complicidad delincuencial. Puede surgir, ciertamente, si no se encuentra solitaria, si la opinión ha aceptado previamente que la recuperación de la ética es un propósito nacional".

Por afirmaciones contundentes y obvias como las transcritas, el régimen corrupto decidió, dispuso y ejecutó el asesinato de este hombre paradigma del mejor estadista, dechado de virtudes éticas y monumento insigne a la sabiduría y al sentido común.

La corrupción se enseñorea en el congreso; sus mayorías no tienen cerebro ni corazón, solo aparato digestivo y, desde luego, la justicia, como institución, hace causa común con el congreso.

Dentro de su Acuerdo sobre lo Fundamental también  plasmó,  de manera clara y meridiana el mártir de la democracia colombiana, doctor Álvaro Gómez Hurtado, sus puntos de vista sobre la justicia: 

"Desde hace años he predicado que la sociedad necesita este servicio público antes que todos los demás. Encontré siempre la creencia, no explícita, de que la sociedad podía acomodarse dentro de un clima general de impunidad. De ahí que se tolerara la decadencia del sistema judicial, se abandonaran los jueces a su propia suerte, se aceptara el leguleyismo como una expresión inevitable de la administración de justicia y se le otorgara a los funcionarios de ella el dudoso privilegio de no fallar".

"Para recuperar la justicia hay que vencer situaciones creadas que se defienden con tenacidad. Hay costumbres perniciosas establecidas de tiempo inmemorial. Se requiere dinero que debe tomarse valerosamente de otros gastos del Estado. y, además, poner a prueba el temple de nuestros jueces para que vuelvan a representar la majestad del Estado y no  sigan empujados hacia la situación degradante de ser un simple gremio". Hasta aquí el doctor Álvaro Gómez Hurtado. (Asonal Judicial).


Y el director de la orquesta de la corrupción se apersonó de su función, se apoderó de la batuta y no la ha cedido un solo instante; es el gran corruptor del régimen y a base de corrupción compró un Premio Nobel.

El dinero que reclamaba el doctor Álvaro Gómez Hurtado para dignificar el funcionamiento de la Rama Judicial del Poder Público ya no es institucional, es "in tuitu personae"; cada juez corrupto tiene etiquetado su precio y el gran maestro de la corrupción lo paga con fondos públicos a discreción. 

Y ese cáncer que invadió el sistema y la sociedad del país se extendió, endémico, también al sector privado.

Los contratistas del Estado, de manera vergonzante, asisten a la feria de la contratación, del cohecho, del dinero oficial fácil, del peculado masivo.

La mayoría de los medios de comunicación también se venden como autenticas prepago, por callar la verdad, o acomodarla a los intereses del gran corruptor, "en rútilas monedas, tasando el bien y el mal".

Como hoy, en Colombia tiene plena vigencia la sentencia de Pascal "La verdad está tan obnubilada y la mentira tan sentada, que a menos de amar siempre la verdad, es imposible conocerla".  

El comienzo del fin de la corrupción es consagrar para los corruptos, además de la privación de la libertad, una pena también principal y simultánea, consistente en la muerte civil plena.

Pero eso no pasa de ser una utopía, una ilusión vana, mientras haya mayoría de congresistas corruptos y fletados y jueces venales y siervos de sus ideologías políticas.



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