miércoles, 22 de febrero de 2017





PARODIA DEL HIMNO NACIONAL

Por Peloecaña 

Agobiado y obnubilado por ver, sentir y padecer la manera tan oprobiosa, indolente y cínica como la clase dirigente que legisla, gobierna, juzga, comunica y consume mermelada  y mangonea en este país, que desgraciadamente está en sus manos, busqué en los versos del Himno Nacional un motivo de esperanza, una luz al final de túnel, y sólo encontré desesperanza, desolación y soledad tétrica.

Ante esa dramática situación se me ocurrió escribir esta parodia de los versos de Don Rafael Núñez; este es resultado que quiero compartir con mis generosos lectores.

¡Oh pena indescriptible!
¡ Oh tristeza mortal!
En surco de dolores
el mal germina ya.

 I            
Cayó la oscura noche
sobre la Patria amada,
Tapando de la aurora, 
su necesaria luz.
La sociedad entera, 
que adolorida gime, 
ignora las palabras
del que murió en la cruz.

II
Moralidad reclama 
el pueblo colombiano.
Naufraga en sangre hermana,
el país del café.
Y en todas las comarcas,
el rifle y la metralla, resuenan, 
Y los que sufren,
maldicen su dolor.

III
Las zonas campesinas
se colman de despojos.
De sangre y llanto un río,
se mira allí correr.
Y atónitos no saben
las almas ni los ojos, 
si indignación o espanto,
sentir o padecer.

IV
A orillas del Caribe,
indemne un pueblo muere,
horrores  padeciendo,
perdida la ilusión.
Oh si, de mi Colombia, 
la abnegación es mucha 
Y asombra de las gentes,
su necia laxitud.

V
Del Urabá en los campos
el grito de la guerra
en racimos de muerte
la vida transformó.
Obreros sin futuro, 
perdieron la batalla,
ni su febril creencia
de escudo les sirvió.

VI
Bolívar se estremece,
la patria se retuerce
y toda adolorida,
Parece sucumbir.
Guerrillas insensatas, 
descienden a los llanos
y empieza a presentirse
de la nación el fin.

VII
La tropa maniatada,
en los cuarteles gime,
pues ve a sus Generales 
en doloroso fin.
Y en su pasión insana,
con actitud que apena,
la autoridad se ensaña
contra el soldado fiel.

VIII
Las viudas sus cabellos 
se mesan de dolor.
La virgen llora sola
la ausencia de su amor.
Pero inocente espera
con rabia o con perdón,
que de los cielos venga
respuesta a su estupor.

IX
La patria no se forma
mamólicas cantando.
Constelación de pícaros
el sol nos ocultó.
La patria lastimada
y herida la verdad,
creyendo en el Fiscal, 
la honestidad no halló.

X
Mas no es completa gloria
vencer en la elección
si al voto que la obtuvo,
lo mancha corrupción.
La prepotencia sola,
el gran clamor no acalla, 
si el sol no alumbra a todos,
no existe libertad.

XI
Del hombre los derechos,
Poliarco y Tirofijo 
infames conculcaron.
Del niño en la vereda
sus piernas mutilaron.
Y el mundo estremecido,
rechaza con vehemencia
tamaña violación.

viernes, 17 de febrero de 2017



SEPTICEMIA

Por Peloecaña

La septicemia es una enfermedad gravísima que, según estadísticas recientes, produce mas muertes que algunos tipos de cáncer y que en buen romance consiste en una infección generalizada del organismo que se genera en la sangre y que si no se trata a tiempo, y de manera adecuada, es definitivamente mortal. 

La etimología de esta palabra está en el griego sepsis, que significa descomposición, putrefacción,  y cemia que traducido al español es sangre.

Cuando hablamos de ese horrendo morbo, generalmente oímos que es tan general la descomposición o la putrefacción que donde toquemos, mana pus.

¡Pues bien! No es exageración; la sociedad colombiana padece septicemia, producida por una bacteria que invadió la sangre de Colombia y que tiene nombre propio y se enquistó en el poder y se resiste a ser atacada.

El Estado Colombiano está putrefacto y corrompido, infectado por donde se le mire y a esa infección acuden los que tienen la sartén por el mango, no a curarla, sino a estimularla, con dolo y toda la mala intención imaginable, a mansalva y sobre seguro, y a través de una alianza macabra entre el gobernante, su gobierno y las guerrillas de todas las pelambres.

La corrupción septicémica no cesa; por el contrario, la alimentan unas mayorías legislativas ciegas e insensatas, irresponsables e inmediatistas, necias y corrompidas hasta la médula; y un poder judicial ejercido,  también descompuesto y corrompido, por los agentes de la putrefacción generalizada, que fallan en política partidista marxista leninista, antes que en Derecho,  y ante el silencio cobarde y timorato de quienes, sin ser de esa ideología, se contentan con devengar  como jueces y se conforman con ser meras fichas de un gremio. 

Y el poder corruptor de esa bacteria que maneja las riendas del gobierno, también convirtió en pus sanguinolenta y hedionda a los partidos políticos, aúlicos del régimen, el mismo régimen que asesinó a Álvaro Gómez Hurtado;  desterró a Andrés Felipe Arias Leiva; sacó de la competencia democrática a Luis Alfredo Ramos Botero; encarceló a los amigos de Álvaro Uribe Vélez, por ser reos del delito de solidaridad y lealtad; defenestró al Magistrado Pretelt por los mismos delitos, agravados por la circunstancia ser un juez sabio y probo; y  cercenó el período constitucional del Procurador Alejandro Ordóñez Maldonado, por la vergüenza de ser católico y el inri de ser conservador.

También esa bacteria corruptora compró la libertad de prensa, para baldón de quienes alguna vez quisieron ser dignos y honestos, y comunicadores independientes y súbditos impenitentes de la verdad.

Esa bacteria nefanda y nefasta también contaminó buena parte de la jerarquía de la Iglesia, los gremios, casi todos, el estamento militar en su cúpula y corrompió todo el sistema de contratación pública.

Pero no todo está perdido para Colombia y su sociedad; por fortuna hay esperanzas de recuperar la salud de la patria, de la nación y del país; tenemos médicos de reconocida solvencia moral e integral que nos pueden curar de tanta podredumbre, siempre y cuando nosotros queramos; la decisión de sanación es exclusivamente nuestra y absolutamente nuestra, en ejercicio de la libertad que nos queda, y que todavía no ha sido conculcada, podemos impedir el hundimiento definitivo de la nave y cambiar la tripulación toda, escogiendo un capitán avezado y superviviente de mil batallas y de incontables tormentas, avezados timoneles y oficiales y pilotos y curtidos  y leales marineros. 

Por fuera del régimen, que nos sojuzga y asfixia,  están los mejores  colombianos, los honestos y capaces capitanes y timoneles que, sin duda, nos llevarán a puerto seguro.


domingo, 12 de febrero de 2017

EL  QUE  PECA Y REZA  EMPATA


Por Peloecaña

La lectura de la sección de opinión de la revista Semana, en su última emisión, me da la opción de empatar, para hacer realidad el adagio, pero al revés: “El que reza y peca empata”.

Después de haber orado, con lecturas de reconocida calidad literaria universal, incurrimos en falta con lecturas de discutible reciedumbre de estilo y de  contenido pobre en valores morales; hoy este puede ser mi caso, por la escogencia del medio leído.

El escribidor Daniel Coronel, en su nota de hoy en Semana que titula El testigo Bula, se solaza y se le hace almíbar la boca trayendo a colación la insolvencia integral del otrora cenador con c, Otto Bula, que hubiera quedado mejor apellidado Gula, para exaltar sus virtudes negativas y así poder hacer mas ofensivas sus comparaciones y por nexos con la familia del expresidente Uribe.

Hoy encuentro, sin tanto esfuerzo, la responsabilidad social de los medios de comunicación en su aporte a la violencia partidista, por la  tergiversación de la verdad verdadera y mediante la torcida publicidad de los hechos, presentados como verdades a medias, que siempre serán la antología de la mentira y que, desde luego, producen efectos parciales en la conciencia de  los lectores.

¿Cuántas muertes se hubiera ahorrado Colombia sin la Danza de las Horas de Calibán, el abuelo del presidente que nos avergüenza?

Nunca han podido los cronistas esconder la realidad histórica  que registra que en la hegemonía del Partido Liberal, ayer igual que hoy, la justicia era politizada y sesgada y al servicio del régimen, y tampoco se puede olvidar que la prensa liberal siempre sindicó al Dr. Laureano Gómez de ser el más implacable verdugo de ese partido.

Recorrió el jefe de la oposición al régimen todos los artículos del Código Penal, atinentes a la protección del derecho a la vida y a la integridad física y moral de las personas y delinquió, sin cejar un solo instante, contra la seguridad del Estado; no obstante esos jueces tan acuciosos y obsecuentes con su partido, jamás encontraron prueba alguna para acusarlo, procesarlo y condenarlo, como la dirigencia adepta al régimen quería. ¡Ganas les sobraron!

¿O será que estoy equivocado, y todo el poder judicial de entonces estaba integrado por jueces prevaricadores unánimemente militantes del Partido Conservador? Respetado lector, saque usted sus propias conclusiones.

Definitivamente a  los jueces de antaño les corrían Carrara y Ferri por la venas y no Montealegre y sus áulicos.

Este el lado pecaminoso de Semana en su última edición.

Hora viene el empate, el episodio del rezo. 

A la columnista María Jimena Duzán se le apareció la objetividad y se salió del libreto, se descarriló, entendió que no podía aceptar los diálogos del libretista de la revista, ni la trocha que los rieles le señalaban esa aceptación y esa ruta,  que solo la llevarían al desprestigio y al abismo.

El único camino era escribir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Por eso aceptó que frente a las conductas corruptoras de Odebrecht, el expresidente Uribe había optado por la única vía que tenía, reclamar de la Comisión de Ética de su Partido para que investigue la equivocación del precandidato del Centro Democrático,  Dr. Oscar Iván Zuluaga, al procurar la asesoría para su campaña de un tal Duda, que, desde luego, deja mucho que desear.

Esa actitud del Dr. Uribe no es más que la ratificación de su solvencia moral; igual procedió cuando se enteró de las andanzas de su exvicemiministro de Transporte,  el cartagenero García. 

También acepta María Jimena que su ídolo, el presidente Santos, es un pillo y lo increpa a responder por las fuentes de financiación de su campaña electoral y pone el grito en el cielo contra el fiscal Martínez Neira, por su lenidad frente a la investigación correspondiente.

Nos cuenta la historia verdadera de Colombia que el 11 de noviembre de 1921, ante el debate, para mi injusto, que el Dr. Laureano Gómez adelantó implacable contra el presidente en funciones, el sí impoluto, Don Marco Fidel Suárez, renunció por dignidad y lo sucedió Don Jorge Holguín, antepasado directo de la actual canciller.

La causa del debate fue la circunstancia desafortunada, pero nunca inmoral, de la aparición de unas letras de cambio, exhibidas en una vitrina de la Quinta Avenida de Nueva York, firmadas por el presidente Suárez como deudor, en las que constaba la existencia de una obligación económica, adquirida por él para sufragar gastos personales.

Consideró, reitero, injustamente el Dr. Gómez que esa circunstancia era un baldón para la dignidad nacional y con acerbidad fustigó al presidente, hasta provocar su renuncia.

Si Don Marco Fidel Suarez, el mas impoluto y pulquérrimo de los políticos que en Colombia han sido, tomó la decisión de apartarse del poder  precisamente por honesto hasta el sacrificio, a los Dres. Oscar Iván Zuluaga e Iván Duque, que acudieron al Brasil a contratar un asesor político de dudosa ortografía, no les queda más camino que imitar al hijo de la bandera nacional.

Renuncien los dos a la política y dedíquense a la filología, en su propio beneficio, y en el del Centro Democrático, como la cuota inicial de su aporte a la lucha por la decencia pública.


domingo, 5 de febrero de 2017




EL  TEMOR  CERVAL  A  ENTREGAR  EL  PODER

Por Peloecaña

En los países que todavía tienen la opción de saberse y sentirse democráticos de verdad, el cambio de gobierno es un suceso casi que intrascendente, común y corriente, y el gobernante que cumplió en el tiempo su mandato sabe que la historia es su juez última instancia; pero también es plenamente consciente de que ha de responder por sus acciones y/o sus omisiones, de manera ineludible, ante la opinión y ante la institucionalidad. 

En Iberoamérica, como desgraciadamente  hay cosecha de gobernantes corruptos o ineptos, otra modalidad de corrupción, esa especie se procura todo un entramado de garantías antiéticas y amorales, con el fin de lograr transitoriamente la égida de la impunidad.

La planeación que han debido practicar como herramienta positiva para administrar y gobernar la ejercen, a ultranza, para su propio beneficio; son maestros los mandatarios corruptos en consolidar toda una trinca, que funciona como una maquinaria super eficiente y eficaz, que alinea los tres poderes del Estado, en una sola fila, que implica unificar sus funciones a favor de todos los corruptos, entonces lo primero a lograr es la eliminación de la separación institucional de esos poderes y refundirlos en uno solo, el del gobierno de turno, hegemónico, dictatorial y antijurídico.

Eso se consigue con relativa facilidad. Se empieza por permitir el acceso a la judicatura y a la política a jueces incapaces y venales, y al congreso a los más indignos y los más comprables;  los jueces y congresistas sabios y probos son flores exóticas, por eso los entendidos y honestos brillan con luz propia y se destacan en ese mar de medianías, como faros esperanzadores, que nos permiten la esperanza sustentada en la fe y en el amor añejos pero nunca caducos valores de la sociedad y de la nacionalidad. 

Pues bien, quienes llegaron al poder para sojuzgar a los asociados y a saquear el erario, saben que deben perpetuarse en el poder, porque el rendimiento de cuentas no es con ellos.

Por eso los más de cincuenta años de la dictadura cubana, de la presencia de Chávez y Maduro en Miraflores, de Ortega en Nicaragua, y de Santos y las FARC en Colombia.

No nos confiemos de que en el 2018 habrá elecciones en nuestra Patria dolorida y dolida. Santos sabe que en un debate limpio y pulcro, virtudes de las que siempre ha sido huérfano, el riesgo de tener que rendir cuentas institucionalmente, por todas sus felonías y desafueros es casi inevitable.

Eso nos lleva a desconfiar del régimen, porque no cesa de dar muestras del temor cerval que le asiste, de rendir cuentas.

Un congreso mayoritario, al servicio de la permanente violación de la Constitución y de la ley  y de la institucionalidad; una rama judicial cuya única meta es desadministrar justicia a favor del establecimiento; unos gremios  que renunciaron a su dignidad y a su derecho a crecer y hacer posible el bien común; una prensa que aceptó darle vigencia al decir de Barbey D´aurevilly: "Los periódicos  que deberían ser educadores del público, son sus cortesanos, cuando no sus rameras" son el semáforo en rojo que nos advierte del peligro de seguir confiados e indiferentes.  

El régimen ha aprobado con calificaciones sobresalientes  su falta de escrúpulos, cuando se trata de eliminar contradictores y voces de alarma; la lista es abundante y notoria: Andrés Felipe Arias Leiva, Luis Alfredo Ramos Botero, Oscar Iván Zuluaga y, seguramente están en capilla, todos los ciudadanos que hipotética o realmente signifiquen una alternativa decente de poder y una voz erguida y autorizada que exija cuentas.

He venido reclamando hace años la necesidad inaplazable de consolidar ya una alianza por Colombia. Por eso registro complacido, que destacados voceros de la opinión nacional empiecen a ser conscientes de la urgente necesidad de esa alianza. 

Ningún partido político, por prestante que sea, ni ningún líder nacional, por encumbrado que sea, puede pretender en solitario, acometer la empresa del cambio que Colombia reclama y necesita, es imprescindible la asociación sólida e indisoluble, para lograr tan laudable propósito.

Los nombres que se pongan sobre el tapete, para tan altísimo y gravísimo honor y onerosa aspiración, deben se calificados, supercalificados, no tener rabo de paja, ser estadistas de verdad y colombianos integérrimos, y todos los que acepten competir por esa responsabilidad deben previamente asumir el compromiso de aceptar al candidato que resulte escogido y  trabajar todos en procura del triunfo de Colombia. Esto es, sin duda, un hermoso y obligante propósito nacional.