domingo, 12 de febrero de 2017

EL  QUE  PECA Y REZA  EMPATA


Por Peloecaña

La lectura de la sección de opinión de la revista Semana, en su última emisión, me da la opción de empatar, para hacer realidad el adagio, pero al revés: “El que reza y peca empata”.

Después de haber orado, con lecturas de reconocida calidad literaria universal, incurrimos en falta con lecturas de discutible reciedumbre de estilo y de  contenido pobre en valores morales; hoy este puede ser mi caso, por la escogencia del medio leído.

El escribidor Daniel Coronel, en su nota de hoy en Semana que titula El testigo Bula, se solaza y se le hace almíbar la boca trayendo a colación la insolvencia integral del otrora cenador con c, Otto Bula, que hubiera quedado mejor apellidado Gula, para exaltar sus virtudes negativas y así poder hacer mas ofensivas sus comparaciones y por nexos con la familia del expresidente Uribe.

Hoy encuentro, sin tanto esfuerzo, la responsabilidad social de los medios de comunicación en su aporte a la violencia partidista, por la  tergiversación de la verdad verdadera y mediante la torcida publicidad de los hechos, presentados como verdades a medias, que siempre serán la antología de la mentira y que, desde luego, producen efectos parciales en la conciencia de  los lectores.

¿Cuántas muertes se hubiera ahorrado Colombia sin la Danza de las Horas de Calibán, el abuelo del presidente que nos avergüenza?

Nunca han podido los cronistas esconder la realidad histórica  que registra que en la hegemonía del Partido Liberal, ayer igual que hoy, la justicia era politizada y sesgada y al servicio del régimen, y tampoco se puede olvidar que la prensa liberal siempre sindicó al Dr. Laureano Gómez de ser el más implacable verdugo de ese partido.

Recorrió el jefe de la oposición al régimen todos los artículos del Código Penal, atinentes a la protección del derecho a la vida y a la integridad física y moral de las personas y delinquió, sin cejar un solo instante, contra la seguridad del Estado; no obstante esos jueces tan acuciosos y obsecuentes con su partido, jamás encontraron prueba alguna para acusarlo, procesarlo y condenarlo, como la dirigencia adepta al régimen quería. ¡Ganas les sobraron!

¿O será que estoy equivocado, y todo el poder judicial de entonces estaba integrado por jueces prevaricadores unánimemente militantes del Partido Conservador? Respetado lector, saque usted sus propias conclusiones.

Definitivamente a  los jueces de antaño les corrían Carrara y Ferri por la venas y no Montealegre y sus áulicos.

Este el lado pecaminoso de Semana en su última edición.

Hora viene el empate, el episodio del rezo. 

A la columnista María Jimena Duzán se le apareció la objetividad y se salió del libreto, se descarriló, entendió que no podía aceptar los diálogos del libretista de la revista, ni la trocha que los rieles le señalaban esa aceptación y esa ruta,  que solo la llevarían al desprestigio y al abismo.

El único camino era escribir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Por eso aceptó que frente a las conductas corruptoras de Odebrecht, el expresidente Uribe había optado por la única vía que tenía, reclamar de la Comisión de Ética de su Partido para que investigue la equivocación del precandidato del Centro Democrático,  Dr. Oscar Iván Zuluaga, al procurar la asesoría para su campaña de un tal Duda, que, desde luego, deja mucho que desear.

Esa actitud del Dr. Uribe no es más que la ratificación de su solvencia moral; igual procedió cuando se enteró de las andanzas de su exvicemiministro de Transporte,  el cartagenero García. 

También acepta María Jimena que su ídolo, el presidente Santos, es un pillo y lo increpa a responder por las fuentes de financiación de su campaña electoral y pone el grito en el cielo contra el fiscal Martínez Neira, por su lenidad frente a la investigación correspondiente.

Nos cuenta la historia verdadera de Colombia que el 11 de noviembre de 1921, ante el debate, para mi injusto, que el Dr. Laureano Gómez adelantó implacable contra el presidente en funciones, el sí impoluto, Don Marco Fidel Suárez, renunció por dignidad y lo sucedió Don Jorge Holguín, antepasado directo de la actual canciller.

La causa del debate fue la circunstancia desafortunada, pero nunca inmoral, de la aparición de unas letras de cambio, exhibidas en una vitrina de la Quinta Avenida de Nueva York, firmadas por el presidente Suárez como deudor, en las que constaba la existencia de una obligación económica, adquirida por él para sufragar gastos personales.

Consideró, reitero, injustamente el Dr. Gómez que esa circunstancia era un baldón para la dignidad nacional y con acerbidad fustigó al presidente, hasta provocar su renuncia.

Si Don Marco Fidel Suarez, el mas impoluto y pulquérrimo de los políticos que en Colombia han sido, tomó la decisión de apartarse del poder  precisamente por honesto hasta el sacrificio, a los Dres. Oscar Iván Zuluaga e Iván Duque, que acudieron al Brasil a contratar un asesor político de dudosa ortografía, no les queda más camino que imitar al hijo de la bandera nacional.

Renuncien los dos a la política y dedíquense a la filología, en su propio beneficio, y en el del Centro Democrático, como la cuota inicial de su aporte a la lucha por la decencia pública.


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