SEPTICEMIA
Por Peloecaña
La septicemia es una enfermedad gravísima que, según estadísticas recientes,
produce mas muertes que algunos tipos de cáncer y que en buen romance consiste
en una infección generalizada del organismo que se genera en la sangre y
que si no se trata a tiempo, y de manera adecuada, es definitivamente
mortal.
La etimología de esta palabra está en el griego sepsis, que significa
descomposición, putrefacción, y cemia
que traducido al español es sangre.
Cuando hablamos de ese horrendo morbo, generalmente oímos que es tan
general la descomposición o la putrefacción que donde toquemos, mana pus.
¡Pues bien! No es exageración; la sociedad colombiana padece septicemia,
producida por una bacteria que invadió la sangre de Colombia y que tiene nombre
propio y se enquistó en el poder y se resiste a ser atacada.
El Estado Colombiano está putrefacto y corrompido, infectado por donde se
le mire y a esa infección acuden los que tienen la sartén por el mango, no a
curarla, sino a estimularla, con dolo y toda la mala intención imaginable, a
mansalva y sobre seguro, y a través de una alianza macabra entre el gobernante,
su gobierno y las guerrillas de todas las pelambres.
La corrupción septicémica no cesa; por el contrario, la alimentan unas
mayorías legislativas ciegas e insensatas, irresponsables e inmediatistas,
necias y corrompidas hasta la médula; y un poder judicial ejercido, también descompuesto y corrompido, por los agentes de la putrefacción
generalizada, que fallan en política partidista marxista leninista, antes que
en Derecho, y ante el silencio cobarde y timorato de quienes, sin
ser de esa ideología, se contentan con devengar como jueces y se
conforman con ser meras fichas de un gremio.
Y el poder corruptor de esa bacteria que maneja las riendas del
gobierno, también convirtió en pus sanguinolenta y hedionda a los partidos
políticos, aúlicos del régimen, el mismo régimen que asesinó a Álvaro
Gómez Hurtado; desterró a Andrés Felipe Arias Leiva; sacó de la
competencia democrática a Luis Alfredo Ramos Botero; encarceló a los amigos de
Álvaro Uribe Vélez, por ser reos del delito de solidaridad y lealtad;
defenestró al Magistrado Pretelt por los mismos delitos, agravados por la
circunstancia ser un juez sabio y probo; y cercenó el período
constitucional del Procurador Alejandro Ordóñez Maldonado, por la vergüenza de
ser católico y el inri de ser conservador.
También esa bacteria corruptora compró la libertad de prensa, para baldón
de quienes alguna vez quisieron ser dignos y honestos, y comunicadores
independientes y súbditos impenitentes de la verdad.
Esa bacteria nefanda y nefasta también contaminó buena parte de la
jerarquía de la Iglesia, los gremios, casi todos, el estamento militar en su
cúpula y corrompió todo el sistema de contratación pública.
Pero no todo está perdido para Colombia y su sociedad; por fortuna hay
esperanzas de recuperar la salud de la patria, de la nación y del país; tenemos
médicos de reconocida solvencia moral e integral que nos pueden curar de tanta
podredumbre, siempre y cuando nosotros queramos; la decisión de sanación es
exclusivamente nuestra y absolutamente nuestra, en ejercicio de la libertad que
nos queda, y que todavía no ha sido conculcada, podemos impedir el hundimiento
definitivo de la nave y cambiar la tripulación toda, escogiendo un capitán
avezado y superviviente de mil batallas y de incontables tormentas, avezados timoneles
y oficiales y pilotos y curtidos y leales marineros.
Por fuera del régimen, que nos sojuzga y asfixia, están los mejores colombianos, los
honestos y capaces capitanes y timoneles que, sin duda, nos llevarán a
puerto seguro.
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