LA RECONSTRUCCIÓN NACIONAL
Por Peloecaña
Como siempre, una vez más tiene razón el Dr. Jesús Vallejo Mejía, en
su análisis que tiene que ver con la reconstrucción nacional; a Colombia
le quisieron arreglar la cara, los senos y las
nalgas, y para eso buscaron un tahúr, que se creyó cirujano plástico y éste
contrató un equipo de guerrilleros que dijeron ser albañiles, expertos en
mejorar fachadas.
Pero como no se trataba de cañar ni de mero pañete, el resultado final fue
parecido a la obra de Frankestein, tornillos en el cuello, cabeza deforme,
manos y cuerpo desproporcionados, movimientos robóticos, meros sonidos
guturales que nunca pudieron ser palabras.
Imagínense por un momento, a Timo, Márquez, el nuevo miembro del
santoral, San Trich, y toda su gallada, terminando la obra inconclusa, de
Gaudí, concluyendo la Catedral de la Sagrada Familia en Barcelona, con
ayudantes, como De la Calle, Jaramillo, Mora Rangel, Oscar Naranjo, Álvaro
Leyva y toda esa cáfila de especímenes en vía de extinción, que tanto han
hecho por la destrucción de Colombia.
Ni el contubernio repugnante y asqueroso entre los prelados proclives a las
FARC, con el nuevo cardenal marxista y el guerrillero pseudoinvidente, ni
la sumisa actitud del gobierno y la administración judicial, ni los
parlamentarios cómplices prevaricadores, de la mesa de unidad nacional, ni
los candidatos que ven con buenos ojos la toma del poder por la izquierda
subversiva, podrán adecentar ni hacer viable jurídicamente los Acuerdos de La
Habana.
Iban a nacer contaminados, siempre fueron inviables y jamás vieron la luz,
de acuerdo con los cánones de la institucionalidad y el respeto al Derecho
y a la Constitución y a las leyes.
Hay circunstancias tan contundentes y protuberantes que por más esfuerzos
que hagan el Presidente de la República, la guerrilla y los áulicos de los dos,
jamás podrán ser ignoradas.
En primer lugar, la falta de personería de la insurgencia firmante de los
fementidos acuerdos, porque según elementales normas de Derecho
Internacional, acatadas y respetadas por todos los Estados, menos por
el Gobierno Colombiano, las FARC nunca han sido sujeto del Derecho
Internacional Público y, por ende, no pueden firmar pactos ni tratados ni
nada parecido, que tengan carácter vinculante.
Los Tratados Internacionales son contratos del Derecho Internacional
Público, inherentes a relaciones internacionales entre Estados.
Los Acuerdos o Convenios Internacionales son pactos entre Estados, acuerdos
de voluntades; más que tratados son, por así decirlo, "compromisos de
honor" inter partes, del orden jurídico internacional,
que pretenden colaborar con la solución a diferencias surgidas en el campo
del Derecho Internacional.
Entonces, lo primero que hay que demostrar para firmar "compromisos de
honor" es tener honor.
La denominación de Tratados Internacionales se equipara a un Acuerdo
Internacional cuando produce efectos jurídicos internacionales.
El derecho Internacional Clásico reconocía como sujetos únicos de Derecho
Internacional Público a los Estados, pero actualmente, los doctrinantes en la
materia han ampliado el concepto clásico de sujetos del Derecho Internacional
Público, incluyendo a entidades como la Cruz Roja Internacional, la Iglesia
Católica, la Soberana Orden Militar de Malta, los pueblos que luchan por su
liberación, doctrina que no fue más que una aspiración y que no tiene
aceptación total.
Así las cosas, las FARC no pueden recibir el beneficio de ser homologadas
como Estado, para que se pareen con el Estado Colombiano.
En eso consiste la figura jurídica de la ausencia de personalidad para
tener representatividad en cualquier causa judicial, nacional o internacional.
Otro hito que esta ahí, y que
permanece y permanecerá para la historia, es la decisión institucional de
consultar con el pueblo la viabilidad y vigencia de los
fementidos acuerdos.
El Presidente de la República, prevalido de su poder omnímodo y de la
capacidad de compra a los electores, en un alarde de demagogia, quiso someter
esa entrega indigna y humillante de La Habana, al escrutinio de las gentes y,
¡oh sorpresa!, contra todo pronóstico y toda evidencia, su propuesta fue
derrotada en un plebiscito memorable que le dijo NO a los Acuerdos
de La Habana, pacto entre el gobierno felón y la guerrilla
narcotraficante, terrorista y violadora de las más elementales normas del
Derecho Internacional Humanitario.
Esas dos circunstancias científicas, desde el punto de vista jurídico,
significan, ni más ni menos, que el Estado Colombiano, como ente jurídico, no
está ligado a ningún acuerdo espurio e inexistente.
Entonces, al próximo Presidente de Colombia, Dr. Iván Duque
Márquez, le corresponde poner la casa en orden y, desde luego, empezar, de
inmediato, la reconstrucción moral e institucional de la República.
En el estado caótico en que ha dejado Juan Manuel Santos Calderon (Otros le dicen, Alias Juhampa Santiago con sus camaradas) con los suyos, osea, sus camaradas Comunistas, Socialistas, Izquierdistas y Corruptos de todos los Colores a Colombia...? Al Nuevo Presidente, que será, el Dr. Ivan Duque y a partir de él, a sus sucesores del Centro Democrático, les tocara reconstruir al País en unos 34 años; sino, es que se acaba -antes- el Planeta Tierra entero, que no digamos anda bien. Lo contrario: ¡Pésimo! Así esta todo ya. Y, sin ser pesimistas. Claro que si.
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