ENTRE LA CORRUPCIÓN Y LA ESTULTICIA
Por Peloecaña
Estos
dos últimos períodos presidenciales, ejercidos por Juan Manuel Santos Calderón
que constituyen un solo gobierno, desde su primer día han nadado entre dos
aguas: la corrupción y la estulticia.
Casi no
se había posesionado del Ministerio de Hacienda, del cuatrienio anterior, el
Dr. Echeverry, actual Presidente de Ecopetrol, cuando lanzó las campanas al
vuelo anunciando: "Habrá mermelada
para toda la tostada". Eso es corrupción rampante que, en términos del
derecho penal, puede ser el anuncio del más monumental de los cohechos.
Todos
pasamos de agache, incluido el Ministerio Público, mientras los comprables de
todas las pelambres se frotaban las manos alborozados y famélicos.
Se
esperaba la sentencia de la Corte Internacional de La Haya que habría de
dirimir el conflicto de intereses entre Colombia y Nicaragua, y nuestra "pispa" Canciller, en vísperas
del fallo, públicamente espetó:
"Será un Fallo salomónico". Esa opinión es estulticia de campeonato.
La
familia del Mártir de la Democracia, Doctor Álvaro Gómez Hurtado, con plena
razón jurídica y con el precedente del tratamiento dado por la Fiscalía General
al caso idéntico del Doctor Luis Carlos Galán
Sarmiento, pidió al ente investigador la declaratoria del crimen, como de lesa
humanidad, para lograr la imprescriptibilidad de la acción penal, y la fiscalía
negó lo pedido, sin razón jurídicamente válida; salvo el sustento político
partidista soterrado pero evidente, el Doctor Galán fue un notabilísimo
exponente del Partido Liberal, y el doctor Gómez Hurtado la más alta cumbre de
la solvencia moral y la sapiencia humanística del Partido Conservador. Eso se
llama corrupción con todas las características de una conducta típica punible,
el prevaricato.
El señor Ministro de hacienda y el Presidente Santos decidieron
la venta de Isagén, contra la opinión unánime del país político y del país
nacional, mediante un proceso flagrantemente violatorio de los mas elementales
principios que regulan la contratación administrativa. Eso se llama corrupción,
celebración indebida de contratos.
La Ministra de Educación decidió poner de moda el balígrafo, en las escuelas públicas, utensilio empleado para
escribir, formado por dos vainillas de balas de fusil. Eso se llama estulticia.
El Gobierno nacional presidido por Juan Manuel Santos permitió y aceptó la
construcción de la Refinadora de Cartagena, con sobrecostos milmillonarios en
dólares, y decidió sacarle el bulto a la responsabilidad correspondiente,
culpando del dislate al Gobierno del Presidente Uribe. Lo primero, lo del pago
indebido de los sobrecostos se llama corrupción, podemos estar ante un concurso
de delitos. Lo de culpar al Doctor Uribe se llama estulticia.
La última manifestación de estulticia fue ejecutada ayer por el
Ministro de Justicia, cuando decidió tomar partido en el debate que pretende la
aplicabilidad del procedimiento consagrado en la jurisdicción especial para la
paz, arguyendo que ese régimen no es aplicable a los civiles que
hayan incurrido en conductas típicas punibles ajenas al conflicto armado.
Dejo constancia que no comparto la estrategia del Centro Democrático de
presentar proyectos de legislación con nombre propio, para hacer lenitivas las
penas injustas aplicadas a funcionarios del Gobierno Uribe; esa es una
alternativa que no se vale. ¿Acaso el sacrificio del Doctor Fernando Londoño
Hoyos fue en vano y quienes quisieron eliminarlo tienen justificación? ¡Jamás!
Pero volvamos al tema del Ministro de Justicia estulto. Un heredero de tan
destacado penalista no puede negar la conexidad de la reelección presidencial
del Doctor Álvaro Uribe Vélez con el conflicto armado y con la Justicia
transicional. Eso si constituye estulticia inaceptable viniendo de quien
viene, a no ser que de jurista pocón.
25 de febrero de 2016.
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