PARO CÍVICO NACIONAL
Por Peloecaña
Qué pena que sean las centrales obreras, que son como el
Gallo de la Veleta, que se mueven al impulso de aires coyunturales y por
motivos eminentemente circunstanciales, que sean las que convoquen al
Paro Cívico Nacional, cuando esa convocatoria es una bandera de las gentes
todas, que están hastiadas de los desafueros, los desaciertos y las
protuberantes equivocaciones del régimen.
Si en Colombia hubiera líderes populares con
suficiente perrenque y con verdadera capacidad de convocación, todos, por
generación casi que espontánea y suficientemente válida y justa, se hubieran
constituido en Comité Nacional del Paro para sustituir el estado fallido, y
reemplazarlo por uno viable y convencido de la necesidad inmediata de la
realización del bien común y del logro pleno de la satisfacción del interés
general.
La Rama Legislativa del Poder Público es un
apéndice más de la Ejecutiva, vergonzante y enmermelada hasta la médula, cuyos
miembros se comportan como rebaño de borregos o como masa amorfa, emasculada y
asexual; y la Judicial se convirtió en el más nítido mentís a la equidad y al derecho
y decidió por acción o por omisión ser el más eficaz de los frentes guerrilleros,
comandada por el jefe del ejecutivo, convirtiendo el establecimiento en
verdadero prototipo de una dictadura, con la anuencia de los gremios, la prensa
y la jerarquía eclesiástica católica.
Sólo la Procuraduría General de la Nación
navega en ese mar proceloso de infamia, bajo la mano férrea y ponderada de un
colombiano ejemplar, a riesgo de sucumbir por la manguala nefasta de los
turiferarios del régimen.
Si tuviéramos un mínimo de sindéresis, el
Paro Cívico Nacional no debía ser por el exiguo aumento del salario mínimo, ni
para reclamar del gobierno la supresión del cuatro por mil, que grava las
transacciones bancarias. ¡No, absolutamente no!, esas son motivaciones
irrisorias.
El Paro Cívico Nacional debería estar
promovido por todas las fuerzas vivas de la nación, los gremios, los partidos, la
clase política, los trabajadores, la juventud, las mujeres todas, los
pensionados, la Iglesia; debiera tener motivaciones absolutamente válidas, porque
existen, son evidentes y lesionan gravísimamente la dignidad nacional, como
la corrupción generalizada y rampante; el egoísmo cerrero de quien
detenta el poder, cuya única meta, como propósito apátrida, es la obtención de
un Premio Nobel, que aunque se lo otorguen siempre sabrá que es inmerecido y a
cuyo servicio ha puesto todo su empeño de gobernante, dejando al garete,
en medio de la tempestad por él mismo provocada, la nave del Estado.
Hija predilecta de la corrupción es la
guerrilla narcotraficante y terrorista que hoy ocupa todo el insomnio
presidencial en detrimento de la paz verdadera, a costa de la
institucionalización de la guerra.
Los actuales promotores del paro,
practicando la política del avestruz, cuando siente el peligro, meten la cabeza
en la arena sin darse cuenta de que les van a arrancar su plumaje vistoso, para
adornar con él las apariencias del régimen.
La nuevas y novísimas generaciones, que no
vivieron el régimen del General Rojas Pinilla, ignoran que el 10 de mayo de
1957 se dio por la colosal corrupción de la dictadura y por el aporte solidario
de todas las fuerzas vivas de la Colombia de entonces.
La clase política, los estudiantes, los
gremios y la participación decidida de la Iglesia; aún resuenan en las naves de
la Porciúncula de Bogotá los patrióticos sermones dominicales del Padre
Velásquez. ¡Oh témpora, oh mores!
Como dijera el inolvidable Álvaro Gómez
Hurtado: "El nivel ético del país
ha descendido tanto, que se convierte en un motivo diario de pesadumbre. Se
necesita temple para no llorar."
"Las gentes de bien deben exigir el restablecimiento del nivel moral
del país. Ello no puede provenir del Congreso que no está dispuesto a una
autocrítica; tampoco saldrá de los partidos. No hay quien se arriesgue a perder
los votos ni el apoyo de la complicidad delincuencial. Puede surgir,
ciertamente de la prensa, si no se encuentra solitaria, si la opinión ha
aceptado previamente que la recuperación de la ética es un propósito
nacional."
16 de febrero de
2016.
Excelente escrito del pensador Peloecaña. Estamos como en Venezuela. Santos no tiene apoyo ya pero la oposicion anda atomizada y envidiosa de tal manera que el pueblo se desorienta.
ResponderEliminarOjala, al acabarse la mermelada, entren a buscar puntos de acuerdo para pedir la revocatoria de quien ha traicionado su juramento al asumir el cargo de defender la constitucion, las leyes y la patria de los colombianos.
Si a la pay SIN impunidad