EL
CENTRO DEMOCRATICO, UN PARTIDO SERIO
Por Peloecaña
Es el Centro Democrático el último Partido Político fundado en Colombia y,
desde luego, cuenta con todas las exigencias que la ley señala para
este tipo de asociaciones: Tiene una declaración de principios, que son su
carta de navegación, su impronta ideológica, su patrimonio conceptual; tiene
una estructura estatutaria y administrativa; tiene una jerarquía escogida de acuerdo con sus estatutos; y una militancia conformada por seres racionales y
libres, que espontáneamente decidieron adherirse a ese cuerpo político, previa
aceptación del ideario presentado; los estatutos aprobados y a esa
organización acuden para ser alternativa de poder, porque el ejercicio del
mismo es la meta de todos los partidos y su propósito esencial.
No hay partidos de centro, porque en la política la neutralidad es
incompatible con el poder; hay partidos mesurados, equilibrados, pero siempre
los partidos encarnan una manera de concebir la vida, de
entender la democracia, de ver el Estado, de organizar la República y
la sociedad, y de acceder al poder y ejercerlo para lograr el bien común
y la realización del interés general. Esas metas jamás se logran desde la
neutralidad.
El Partido Centro Democrático fue una oferta que un puñado de quijotes de
la política lanzó a la opinión pública colombiana, como la mejor manera de
hacer frente al régimen SANTOS-FARC, y como un auténtico salvavidas para
rescatar de las garraS del mandatario traidor a la nación
Colombiana.
Inteligentes, sabios y doctos los autores del nuevo proyecto político, no
dudaron un segundo en presentar, como imán ideológico, los principios fundantes
del fenecido o moribundo Partido Conservador; de lo bueno del Partido
Liberal y de los valores tutelares de la nacionalidad, compilados en los
principios salvíficos del cristianismo. Sin duda acertaron y la semilla germinó
fuerte y abundante porque cayó en tierra ubérrima.
Por eso, la familia de antes, el respeto a la vida y a la integridad de la personas,
a la dignidad humana, a la propiedad privada, a los derechos humanos, a
la justicia con equidad, a la institucionalidad, a la juridicidad, a la
diferencia y, por ende, el repudio a la igualdad de género, al despojo, a la
impunidad, a la justicia politizada, al desconocimiento de la independencia de
los poderes públicos, al terrorismo en todas sus manifestaciones, al
narcotráfico y a la corrupción en los particulares y en los servidores
públicos, el abuso del derecho, son banderas enhiestas que ondean en las toldas
del Centro Democrático.
No se requiere ir a la universidad o hacer cursos extensivos e intensivos para distinguir y saber que el régimen que nos sojuzga y oprime, y que encarnan
el presidente de la República, las mayorías del congreso y la justicia proclive
al marxismo y a la insurgencia guerrillera, son la antítesis del nuevo
partido.
Entonces a toda la militancia del Centro Democrático, empezando por sus jerarcas,
precandidatos, adalides y figurones, se les ha de exigir consecuencia y
congruencia con esos postulados ideológicos prístinos, claros y evidentes.
Quien se aparte de ellos, aunque le pese a todo el mundo, no representa
legítimamente al Centro Democrático y no puede pretender el respaldo electoral.
Al régimen FARC-SANTOS no se le puede hacer concesiones, ni darle márgenes
de operación; no tiene la más mínima credibilidad. El colombiano de a pie aun
no se ha repuesto del robo descarado que Santos y sus cómplices le
infringieron cuando, por ingenuos, los líderes del NO en el plebiscito festinaron el triunfo tan dolorosa y duramente obtenido.
Los acuerdos de La Habana no nacieron y, por tanto, no pueden ser objeto de
transacciones, ni de renegociaciones.
Si la oposición democrática al régimen obtiene la victoria, en mayo
próximo, y se logran las mayorías necesarias en el Congreso, para que haya
gobernabilidad y nazca una nueva República, no hay que pensar más en una paz
fementida, construida sobre el quebrantamiento vergonzoso de la sociedad y la
impunidad rampante.