LLOVER SOBRE MOJADO
Por Peloecaña
En Colombia se volvió profesión la costumbre de interpretar todo
lo que otros dicen o los sucesos, claros, nítidos, transparentes, diáfanos, y
los intérpretes generalmente tienen la tendencia a oscurecer lo que es radiante
y a confundir lo que es llano.
Al suceso contundente y oficializado por la autoridad electoral colombiana
por todos los medios de comunicación nacionales -los prepago y los otros- que
ya es historia patria, el triunfo del NO en el plebiscito del 2 de octubre de
2016, también registrado por todas las agencias noticiosas del mundo, como un
hecho notorio, es decir que no admite prueba en contrario, le han salido
espontáneos intérpretes de todas la solvencias e insolvencias y críticos, todos,
desde luego, que sangran por la herida.
Los primeros intérpretes críticos son quienes propusieron,
aceptaron y votaron favorablemente, los congresistas de la Mesa de la Unidad
Nacional, la normatividad plebiscitaria y quienes siempre se creyeron sus
beneficiarios, el gobierno y la guerrilla paramilitar de las FARC.
Una vez aprobado por el congreso el plebiscito, y sometido al control
constitucional de rigor, fue avalado por la Corte Constitucional, incluido el
bajonazo del umbral y empezó la desigual campaña electoral.
Los amigos del SI, en la consulta popular, pusieron a su servicio todo el
poder corruptor del Estado, a pesar de que, en una democracia que se respete,
el Estado nunca debe ser corruptor. El erario y los fondos públicos fueron
siempre la caja mayor de esa campaña; se intimidó y extorsionó la burocracia
oficial para que marcara el paso como el gobierno quería; la Iglesia con varios
de sus prelados a la cabeza y la traicionada autoridad de la Conferencia
Episcopal, terció de manera concupiscente a favor del Si y los medios prepago
aumentaron sus tarifas, porque aumentó la demanda de su publicidad y como
circunstancia bien sintomática, el SI ganó en las regiones en las que la
guerrilla ha sentado sus reales.
En esas toldas, las del SI, todo fue opulencia, triunfalismo y garrote para
los que osaron disentir.
La otra franja de opinión, los del NO, fueron lanzados a las tinieblas
exteriores, sus sedes eran casi catacumbas, hasta que aparecieron audaces y
valientes capitanes y tomaron la riendas de la defensa del honor y la dignidad
nacional, y pasó lo que pasó: David derrotó a Goliat.
Se demostró y se comprobó que el colombiano digno y honesto rechaza
el servilismo, no acepta ser sojuzgado; por eso volvió suyos los versos de
Epifanio Mejía: "Forjen déspotas
tiranos/ largas y duras cadenas/ para el esclavo que humilde/ sus pies de
rodillas besa".
"Yo que nací altivo
y libre/ sobre una sierra antioqueña,/ Llevo el hierro ente las manos/ porque
en el cuello me pesa".
Se demostró, además, que la prensa tradicional periclitó ante el poder
arrollador de las redes sociales. ¡Triunfó el NO!
Ante el triunfo evidente del NO, aparecieron los “plebiscitólogos”, y cada quien interpreta, critica y
lamenta el resultado pensando con el deseo.
¿Por qué no creerles a Santos y a Timochenko que estuvieron de acuerdo con
la consulta al pueblo?
¿Por qué no creerle a Humberto de la Calle Lombana, Jefe de la delegación
del gobierno en los diálogos de La Habana? que con la suficiente
antelación lo dijo de manera clara y meridiana: Si gana el NO en el plebiscito,
los acuerdos de La Habana no existen.
Ahora los pasajeros del sistema imperante hacen piruetas y malabares
jurídicos y periodísticos, para ocultar lo inocultable: el embarazo de
ocho meses del régimen y el aborto producido por el susto del resultado
electoral del plebiscito.
Solo queda aplicar a rajatablas, literalmente, el artículo 22 de la
Constitución: "La paz es un derecho
y un deber de obligatorio cumplimiento".
Si los acuerdos de La Habana no existen, no nacieron como fuente de paz, está
pendiente el cumplimiento de la norma constitucional precitada.
Entonces, la paz hay que negociarla en suelo colombiano, entre el
Estado Colombiano, las fuerzas vivas de la Nación y toda la insurgencia; no se
puede parcelar la negociación ni hacerla por cuotas, porque la
paz es un todo, un estado del alma, una necesidad sentida de la Patria, no
una coyuntura según los intereses de cada grupo guerrillero; y como la paz
es interés exclusivo de todos, los colombianos no necesitamos ni
facilitadores, ni patrocinadores, ni garantes o tutores extranjeros.
Los colombianos no somos minusválidos ni interdictos.
Ya Santos consiguió el Nobel de la Paz y le pusieron conejo a
Timochenko. ¡Ya Noruega no va más!
Lo que soñaba Santos era el papelito de Noruega con un sello que dijera PREMIO NOBEL, pues ahora ya lo consiguió, aunque para 47 millones de colombianos nó nos dice nada, ni nos aporta nada, por el contrario nos ha lesionado económicamente LOS BILLONES, QUE COSTO EL PAPELITO, !!!QUE DISFRUTE SU PAPELITO!!! PERO A LOS ACUERDOS DE CARTAGENA LE DIJIMOS NO
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