LOS PUEBLOS QUE PIDEN LAS FARC
Por Peloecaña
Este último lunes al oír la noticia
difundida en La Hora de la Verdad, atinente a los pueblos que la guerrilla
paramilitar de las FARC quieren que el gobierno construya en cada una de las
zonas que les han concedido como asentamiento provisional, que por el
pedido parece no son tan provisionales, los comentarios de los
protagonistas del programa provocaron en mi auténtico dolor de
patria.
Llamaban los periodistas la atención
de la audiencia, haciendo mofa de lo que los guerrilleros piden alrededor
de lo que va a ser su hábitat próximo.
Cien casas, al menos, con espacios
adecuados para sus moradores, con todos los servicios esenciales mínimos, agua
potable suficiente, energía eléctrica, alcantarillado, telefonía, servicio
de internet, calles pavimentadas, escuela, centro de salud, sede gubernamental,
biblioteca pública, lugar de recreación comunitario, polideportivo, cancha de
fútbol, etc.
Obviamente no piden lugar para el
culto religioso porque la guerrilla no cree ni en el rejo de las campanas;
es atea.
Tampoco hablan de los maestros para las
escuelas pedidas, porque eso ya está conversado con FECODE, ni remotamente se
refieren a los jueces del lugar, porque eso ya está acordado con ASONAL Judicial
y en la nueva manera de administrar justicia en Colombia, eso es
compromiso gubernamental y está consignado en las actas clandestinas que hacen
parte lo acordado en La Habana
Sin duda el comandante Santos y su secretariado, léase gobierno, estarán presurosos a cumplir la palabra empeñada.
Lo que me produjo escalofrío y me
estremeció, fue la reacción del Director del programa y sus colaboradores;
palabra más, palabra menos esto fue lo que oímos:
No están ni tibios.
¿No quieren más?
Se va a aumentar el déficit fiscal.
¿Donde están los recursos?
Eso ni en Gramalote.
y un etcétera indefinido.
Pero más me confundió comprobar cómo
los más grandes violadores del Derecho Internacional Humanitario,
secuestradores y violadores de infantes; mutiladores de campesinos humildes,
policías y soldados; narcotraficantes; destructores de la infraestructura
eléctrica y petrolera del país, y mentirosos eternos, sean ahora los
peticionarios de poblados rurales dignos y modernos.
Más aún me deja perplejo la renuncia infame
de la clase política a seguir siendo los voceros ante el Estado de los reclamos
de sus electores, para que éste sea el depositario del clamor de quienes
piden la solución de sus sentidas necesidades y su pronta satisfacción.
Y asombra que el más caracterizado programa
de opinión, adverso, con justificados motivos, a este gobierno felón
y corrompido, tenga tan pobres argumentos para oponerse a los pedidos de la
insurgencia guerrillera.
Lo que hay que descalificar, de una manera
rotunda y contundente, es la ausencia de personería legítima y moral para que
las FARC sean voceros de las comunidades que tanto han sojuzgado, vejado y
atropellado, por decenios sucesivos.
¿Acaso el ejercicio digno de la política no
consiste en ser apóstol del servicio a los demás, a los más necesitados, a
los desamparados y a los débiles, a los huérfanos de la justicia social y
el desarrollo con equidad?
Reos de lesa humanidad quienes periclitan
de su obligación para con la sociedad y la dejan en manos criminales
indignas.
¿Acaso los pueblos humildes y lejanos de la
geografía nacional no tienen derecho a gozar de todo lo que el Estado les niega
y que las FARC demagógicamente hoy piden?
Lo que sucedió el lunes en La Hora de la Verdad no se
puede repetir. ¡Ni tanto honor, ni tanta indignidad!
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