PARA VIVIR DIGNAMENTE HAY QUE SER DE LAS FARC
Por Peloecaña
Oyendo y leyendo hoy las noticias relacionadas con las aspiraciones de los
guerrilleros de las FARC, parte esencial del pacto bilateral
Santos- Timochenko, me estremeció la conclusión a la que
llegué, después de enterarme de su contenido, y al descubrir que a
eso le corresponde anhelar cualquier familia colombiana de escasos
recursos, que reclame vivir dignamente.
Pero lo asombroso e inadmisible es que para pretender ser sujeto de ese reconocimiento
a la dignidad de personas humanas, la mayoría de los pobres de mi país
tengan que resignarse a vivir esa ilusión como una quimera inalcanzable,
porque, según este gobierno, para acceder al logro de esa ambición
hay que acreditar indefectiblemente la condición de guerrillero de las
FARC; ni siquiera los demás insurgentes están en esa posibilidad y,
desde luego, quienes han decidido vivir pobres pero honrados no tienen
alternativa; su única realidad es seguir sumidos en la indigencia y perteneciendo
al altísimo porcentaje de colombianos excluidos de los más elementales derechos
humanos, discriminados y marginados sociales.
Si los corruptos no cupieran en nuestra sociedad y fueran rechazados
frontal y valerosamente por los que tienen la sartén por el mango,
legisladores, administradores y jueces en el sector público y
empresarios, patronos y trabajadores, educadores y gremios, iglesias y
feligresías de todas las creencias, ateos y agnósticos, obispos y pastores,
académicos y analfabetas, periodistas y comunicadores, militantes de los partidos
y escépticos y optimistas, otro gallo nos cantaría.
Vade retro politiqueros, lideres sindicales defensores de ideologías que se nutren de
explotar la lucha de clases y el resentimiento social, maestros deseducadores,
jueces prepagos, prevaricadores e ignorantes de la ley, gremios que
defienden sus intereses mezquinos como auténticas sanguijuelas del erario y
verdaderos chupasangre de los más anémicos, comunicadores que incomunican y
desinforman y que también abrevan en la misma pila saturada de
recursos oficiales.
¡Qué ceguera! ¡qué ausencia total de propósitos decentes! ¡qué
individualismo rampante! ¡qué inopia de
imaginación que encierran los famoso Acuerdos de La Habana! ¡qué falta de
visión de patria! ¡que indiferencia social tan pavorosa!
Perdieron el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC la verdadera
oportunidad de hacer historia sólida y grande. ¡Qué enanismo moral e
intelectual!
Emplearon más de cuatro años para pactar la consolidación del narcotráfico,
la continuación de la minería ilegal, la desmembración de las familias
campesinas de Colombia, la fementida igualdad de género, el premio a los
depredadores del Derecho internacional Humanitario, de los recursos naturales
no renovables, de la infraestructura vial y eléctrica del país, y la impunidad
rampante para todos los miembros de esa guerrilla.
Y el congreso entregó su dignidad, a cambio de un plato de lentejas y
la Constitución y la Ley se convirtieron en Derecho
de Pernada del osado tahúr que siempre dispuso como le dio la gana de
valores éticos, como la lealtad, la juridicidad y la institucionalidad, a
cambio de la satisfacción morbosa de hacer trampas.
Y la justicia ultrajó su alegoría y convirtió a Temis en yunque y martillo
para golpear a quienes osaran reclamar que no se quitara la venda, que el fiel
de su balanza fuera eso, esencialmente fiel, y que su espada
justiciera no fuera blandida contra toda la sociedad, inerme y absorta.
Para no seguir sintiendo vergüenza de nosotros mismos, debemos elegir los
mejores legisladores de todo el cuerpo social de la República, el más probo y
sabio de los gobernantes, para que de consuno nos convoquen a todos a efectuar
los cambios institucionales que el país reclama con urgencia
inaplazable.
Si esto no somos capaces de hacerlo, estaremos demostrando que lo que tenemos
nos lo merecemos con creces y, entonces, no tendremos razón para
admirarnos del costo económico personal de mantener un guerrillero.
¡Todos tenemos la palabra! El que tenga algo que decir que hable ahora o
calle para siempre.
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