LA HISTORIA SE REPITE
Por Peloecaña
La historia se empecina en demostrarnos que no es más que la
repetición de un ciclo sempiterno, de los acontecimientos de los que el hombre
es un protagonista reiterado.
Como soy poseedor de una curiosidad insatisfecha, la búsqueda de la verdad
histórica me impele a no estar fácilmente complacido con las narraciones
superfluas, subjetivas y torcidas de lo que sucede a mi alrededor; eso me lleva
a buscar con afán en donde creo que está la narración fiel y certera de los
acontecimientos que acaecen en el mundo, y en Colombia con más ahínco.
Lo aprendido en mi primera juventud en las aulas y salones, que en ese
entonces se presentaba como dogma de fe, bajo la autoría incontrastable de los
historiadores Henao y Arrubla, casi nunca me dejaron satisfecho, pues en
mi interior germinaba la semilla de la duda, dada la perfección absoluta y
deífica de los prohombres correligionarios de esos historiadores, aunque sus
narraciones apuntaran a personajes afines a mi ideario político, tanta santidad
y tanta sabiduría no eran, no podían darse silvestres, lo mismo que las taras y
máculas de los oponentes de turno tampoco podían ser absolutamente
ciertas, aunque sí lo eran en grado importante.
Por eso la historia salida de la pluma de autores como Indalecio
Liévano Aguirre me atraía, para buscar un punto de equilibrio entre lo que
contaban mis copartidarios y lo narrado por el serio intelectual de la
otra orilla del río de los acontecimientos.
Nací cuando se disparaban los últimos cartuchos de la Segunda Guerra
Mundial, de parte de los aliados capitaneados por Churchill, Roosevelt y
Stalin, y por los generales Eisenhower, Paton, MacArthur,
y desde la resistencia francesa por el General Charles De Gaulle, y que ya
tímidamente respondían los ejércitos del eje Roma- Berlín-Tokio, comandados por
Mussolini, Hitler y Hirohito.
Esa circunstancia cronológica no me impide expresar, con la fuerza tozuda
de los hechos, que la historia se repite.
Caída la hegemonía conservadora y empezando apenas la liberal, se
sucedieron hechos graves que exigían la crítica y la contradicción
frontal de la oposición en cabeza de los jefes del Partido Conservador.
Terminada la guerra con el Perú, el gobierno recién estrenado del
doctor Enrique Olaya Herrera, el gobernante echó por la borda la victoria de
Colombia, conseguida con la sangre de los soldados de la patria y con la
generosidad y el patriotismo, sin límites, del pueblo liberal y conservador de
todo nuestro país.
Ganamos la contienda en el campo de batalla y perdimos enormes extensiones
de terreno patrio, en la mesa de negociación.
Esa actitud indigna y humillante no podía pasar desapercibida por los
colombianos, por cuyas venas circulaba sangre y no horchata.
Fue así como las voces autorizadas, patrióticas y nacionalistas, además
elocuentísimas, de Laureano Gómez y Augusto Ramírez Moreno, el
leopardo inolvidable, sacudieron el ámbito del recinto del Congreso de
Colombia, reclamando y fustigando del gobierno Olaya, su felonía y su ausencia
de sindéresis.
Mientras tronaba la voz de la oposición, la bancada afín al gobierno de
entonces guardaba silencio cómplice y solidaridad cobarde. Lo mismo que hoy.
¿Ven como la historia se repite?
Sucedió al presidente Olaya, el doctor Alfonso López Pumarejo, y continuó
el camino por el desierto para los conservadores que quedaban en puestos
públicos; lo propio hicieron los gobernantes azules, cuando accedían al poder
hegemónico, había que hacer tabla rasa y defenestrar a los liberales que
ostentaran cargo oficiales. No importó nunca que esa persecución burocrática,
explicable pero irracional, fuera factor de violencia.
El doctor Laureano Gómez ejerció la jefatura conservadora a plenitud, abocó
la legítima defensa de la militancia de su partido, y ahí fue troya; los jerarcas liberales pretendieron que los
conservadores se dejaran capar de pie. Lo mismo que hoy. ¡La historia se
repite!
Accedió luego a la Presidencia de la República el doctor Eduardo Santos, el
tío, y la guerra a muerte contra el conservatismo, desde el poder, se
acentuó. En este cuatrienio trágico se dieron masacres como la de Gachetá,
el 8 de enero de 1939 y, como era obvio, los jefes conservadores hicieron oír
su voz de protesta donde debía ser, en el Congreso, y las mayorías liberales,
otra vez, con su silencio otorgaron su aprobación al genocidio. ¡Lo mismo
que hoy!
En el año de 1942 fue reelegido el doctor López Pumarejo, se instauró
la República Liberal y se inauguró la vigencia de las tropelías de los
hijos del ejecutivo, sucedieron hechos inadmisibles como el negociado
de la Handel, la Trilladora Tolima y la muerte de Mamatoco.
Una vez más, el cancerbero de la moral pública, el monstruo a quien solo se
puede amar u odiar, asumió implacable la defensa del honor de la patria, el presidente
tuvo que renunciar, y el Partido Liberal se cayó del poder.
La reacción de la prensa solidaria con el régimen fue calumniar y
anatematizar al doctor Laureano Gómez, declararlo asesino de todos los
liberales muertos en la violencia fratricida de entonces y ponerlo en
la picota pública.
El abuelo del actual presidente, Calibán, Enrique Santos Montejo, desde El
Tiempo, y don Fidel Cano, desde El Espectador, son responsables
los dos, de haber atizado hasta paroxismo, la violencia liberal conservadora.
Lo mismo que hoy. ¿Ven como se repite la historia?
Periodistas, que no merecen tan respetable apelativo, son los
fustigadores sin causa del expresidente Uribe, de su familia, de su partido
y de todos los que no comulgamos con ruedas de molino y nos oponemos a la
alianza funesta Farc-Santos. Lo mismo que ayer. La historia se repite, y
continúa su ciclo inexorable de 360 grados.
Lo mismo que ayer lo vivimis hoy, con ciertas diferencias, lo de ayer una rivalidad política entre dos partidos: también con crímenes atroces, lo de hoy negociar la entrega del pais, su pueblo , honra y bienes a los peores asesinos del mundo y como ayer por el partido " liberal"
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