LA HISTORIA QUE LOS HISTORIADORES CALLAN
Por Peloecaña
Quiero referirme a sucesos notorios en la historia
republicana de Colombia que los historiadores del régimen no refieren, porque
son su baldón y que los ajenos al régimen también ignoran, por pura pereza
intelectual o por falta de adherencia a los principios que dicen profesar.
Desde Simón Bolívar hasta nuestros días, nunca antes se
usaron armas tan ruines y vergonzosas como las utilizadas por los epígonos del
partido gobernante, para mantenerse en el poder al precio que sea.
Nacen los partidos tradicionales, el Partido Conservador y
el Partido Liberal, a mediados del siglo XIX; y este último, aún lactante, llega
al ejercicio del gobierno por una división del conservatismo, también párvulo y
a hombros de la violencia ejercida por la plebe que, con puñales y garrotes, impuso sus sinrazones, estimuladas por sus
jefes del momento y por las ambiciones irreconciliables de los godos de
entonces, y cabalgando a lomos de la indignidad accede a la primera magistratura
el General José Hilario López.
Los jefes liberales jamás resistieron no estar en la
cúpula del poder y generaron guerras y más guerras y varias Constituciones que,
por excluyentes y pésimamente concebidas, se podría decir que nacieron enfermas de
gravedad y su existencia fue efímera, como tenía que ser.
Hasta que dos prohombres de la historia nacional se
echaron al hombro la República y la salvaron de su disolución.
Esos prohombres fueron Don Rafael Núñez, quien por más ocasiones ejerció la presidencia
-cuatro veces-, de origen liberal, y Don Miguel Antonio Caro, godo
ultramontano, jurista emérito y filólogo eminentísimo, y nos legaron los
dos a todos los colombianos el más sólido y enjundioso hito del Derecho
Público, la Constitución de 1886, que en mala hora fue suplantada por la que
nos rige.
¡Que lejos están de la estatura moral y republicana de Nuñez
y Caro el expresidente Gaviria y el comodín del régimen Humberto de la Calle!
Si repasamos y escudriñamos la historia política de este
país, por ninguna parte encontramos tanta depredación y tanta indignidad, como
la que hemos tenido que sufrir, padecer y soportar en menos de medio siglo.
Un expresidente se entregó en brazos del narcotráfico,
para satisfacer sus ansias de poder y nos llevó a estrenar el sustantivo narcodemocracia, y sus
tentáculos aún oprimen y asfixian la Patria de Nuñez y Caro.
El mandatario actual supera con creces las prácticas
políticas de su patrocinador y patrocinado, quien continúa influyendo
gravemente en los destinos de la Nación a través de la Rama Judicial y los
Ministerios mas importantes del gobierno.
Nunca antes, ni en los peores tiempos de la lucha
fratricida entre liberales y conservadores, se utilizó el poder para eliminar
competidores en la lucha por la Presidencia de la República.
El joven y promisorio político antioqueño, doctor Andrés
Felipe Arias Leiva, fue víctima de lo que es una auténtica laguna de
putrefactas arenas movedizas, que en Colombia han dado en llamar justicia, por
haber tenido la audacia y osadía de atravesarse en el camino del presidente
actual, en sus aspiraciones de gobernarnos, y pagó cara su intención válida y
moralmente razonada de dirigir este país.
El precio de tamaño despropósito fue el exilio suyo y de
su familia y también, con ellos, fue
desterrada la esperanza de todos los colombianos.
Consumado el engaño a los electores y perpetrada la
traición, la ambición y manguala ilimitadas, también reclamaron otra víctima;
otro grande de la estirpe montañera y paisa, el doctor Luis Alfredo Ramos
Botero, creyó en la democracia y aspiró con tan buenos méritos como los del
doctor Arias, a ejercer la primera magistratura, pero nunca vislumbró lo
fatídicamente peligroso de su intención y se ahogó en las mismas arenas
movedizas que él y hoy está con sus huesos en la cárcel.
Respetados lectores, hagan un esfuerzo investigativo
histórico, busquen y esculquen y si encuentran un episodio si quiera
levemente parecido a esta práctica trágica y letal de eliminar contendientes,
les ruego hacérmelo saber.
Santander conspiró contra Bolívar; José Hilario López fue
elegido bajo la presión de puñales, formones, gubias y gumías y garrotes pero
nunca nadie antes había sido desterrado o encarcelado para eliminar
contendientes electorales.
23 de enero de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario