LA JUSTICIA POLITIZADA
Por Peloecaña
La Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia casó la sentencia y declaró
la inocencia del Coronel Alfonso Plazas Vega, militar patriota y heroico, que
junto con un puñado de valientes soldados y policías impidieron la muerte de la
democracia y salvaron la institucionalidad de Colombia.
Ese episodio de una guerrilla fletada por el narcotráfico cubrió de
ignominia la nacionalidad y dejó a los subversivos del M19 sin argumentos
revolucionarios, pues decidieron abandonar sus banderas, desde luego
equivocadas, pero con apariencia de justificación popular, para convertirse en
ejecutores macabros de la ignominia al servicio de los extraditables
narcotraficantes, cuya cabeza visible fue nadie menos que el siniestro Pablo
Escobar Gaviria.
Los carteles de la droga que habían dado muestras inequívocas del desprecio
por la vida, honra y bienes de los colombianos, nunca dudaron en ejercer toda
clase de violencia, física y moral contra toda la sociedad de la patria colombiana
y del mundo, y para demostrar su total inexistencia de sensibilidad y de
conciencia jamás se detuvieron ante lo que para ellos era simplemente un acto
criminal más, en procura de la consolidación de su impunidad.
Necesitaban los narcotraficantes contratar una pandilla de sicarios, para
asesinar y amedrentar a los jueces que, en acto de dignidad y de justicia
universal, estudiaban el otorgamiento de una herramienta del Derecho
Internacional Público, como es la extradición, que permite el juzgamiento y la
penalización de delitos cometidos en la jurisdicción de otro país, y que sus
autores delincuentes quieren mantener impunes abandonando el territorio
del país ofendido por su actitud criminal.
Y encontraron esos sicarios una
organización criminal disfrazada de movimiento revolucionario, reivindicador de
anhelos populares frustrados, el M19.
El objeto del pacto criminal fue destruir las pruebas que en la Corte Suprema de Justicia existían para conceder la extradición,
y amedrentar a los magistrados de la más alta cumbre de la juridicidad
colombiana, al precio que fuera, a sangre y fuego, como en efecto sucedió.
El episodio funesto sirvió para descubrir, remover y raer
la naturaleza personal de los que en él intervinieron.
Primero, la catadura moral de los sicarios contratantes y
contratados, también la personalidad timorata del mandatario de turno; y que
también dejó al desnudo, el alma cobardona y miedosa del presidente de
entonces, de la Corte asesinada, a quien le quedó grande la grandeza.
Muy seguramente que ese prohombre, con mal ganada fama de
penalista brillante, jamás supo del episodio que engrandeció al General
Moscardó, héroe de la guerra civil española, cuando los republicanos tomaron
por asalto, igual que el M19, el Alcázar de Toledo e hicieron prisionero a
su hijo que lo defendía, y lo pasaron al teléfono para exigirle al
General la rendición a cambio de la vida de quien era sangre de su
sangre.
Moscardó habló con su hijo y le dijo: "Grita viva
Cristo Rey viva España, rendición jamás".
Seguramente si se hubiera rendido su hijo no hubiera sido
Ministro del Gobierno republicano.
Pero como hubo otra cara de la moneda, Colombia tuvo la
oportunidad de demostrarle al mundo que en el Gobierno también había en el
Consejo de Ministros ciudadanos firmes y conscientes de su
responsabilidad histórica.
Y por encima de todo, hubo en ese momento tan difícil
para la salud de la patria unas instituciones militares llenas de honor,
gallardía y patriotismo, que fieles a su juramento defendieron hasta morir la
institucionalidad colombiana.
Para algunos hubiera sido más fácil sucumbir a la
peticiones de los asaltantes sicarios del Palacio de Justicia y entregar el poder
legítima y democráticamente constituido, sin oponer resistencia, ni disparar un
solo tiro, aún al precio de su propia indignidad y cobardía y en la seguridad
de que los muertos causados por las primeras ráfagas de los sicarios no
hubieran sido investigados y menos penalizados.
Sin importarles la sentencia severísima de la madre de
Boabdil el Moro, quien lloraba, ante la retoma de Granada por los
españoles de Aragón y de Castilla: "Llora como mujer lo que no supiste
defender como hombre".
Pero a pesar del Presidente, hubo militares llenos de
patriotismo y heroísmo, como el General Arias Cabrales y el Coronel Plazas Vega
que salvaron a Colombia; ellos sí sabían del General Moscardó y de la madre de
Boabdil.
No obstante jueces marxistas y militantes activos
del partido comunista y solidarios con la subversión, en contubernio
vergonzoso con el Colectivo de Abogados y la Asociación Colombiana
de Juristas, han extendido su largo brazo de oprobio y de vindicta, para
ensañarse contra los ilustres, brillantes, honrados, gallardos y heroicos
militares, cobrándoles la justísima derrota infringida a los
terroristas y apátridas guerrilleros sicarios.
Hoy, 30 años después, la historia se repite corregida y
aumentada, ante un régimen que de pronto nos merecemos por la indiferencia
colectiva y porque los militares muelles y cómodos pareciera que renuncian al
respeto que su institución y ellos merecen
La decisión mayoritaria de la Sala Penal de la Corte, que
hoy redime la injusticia cometida contra el Coronel Plazas Vega, aunque tardía,
es un bálsamo refrescante en las heridas de la patria, tan lacerada y apaleada
y un conato de reivindicación de la desprestigiada justicia que tanto
padecemos.
Nuestro saludo de solidaridad y de feliz Navidad para el
coronel Plazas Vega, para su dignísima esposa Doña Thania, para su hijos y
nietos y para toda su familia.
16 de diciembre de 2015.