LOS VERDADEROS AMIGOS DE LA GUERRA
Por Peloecaña
Definitivamente no podemos seguir indiferentes y sumisos
soportando el ominoso “San Benito” de
ser los enemigos insignes de la paz, dando como cierto ese calificativo, que
Santos y su cáfila de áulicos nos han dado a quienes nos apartamos de su
fementida paz, que no es sino la consolidación de la guerra, en el espacio y en
el tiempo.
Para que sea más viable nuestra voluntad irrevocable de
triunfar, respondiendo con un rotundo NO al plebiscito mentiroso y tramposo que
proponen el presidente Santos y los integrantes de la mesa de la unidad en el
Congreso, es prerrequisito ineludible demoler el sofisma que nos coloca como
el batallón de los guerreristas y amigos de la guerra y, por tanto,
enemigos de la paz, y que nos señala como los abanderados de la disolución
nacional. ¡Mentira solemnísima, falsedad de falsedades!
¡Y qué tarea más fácil de asumir!, porque la historia
constituye el más nítido y sonoro mentís de ese exabrupto.
Terminada la guerra fratricida entre liberales y
conservadores, alimentada por esos sí auténticos enemigos de la concordia
y la armonía social; logrado el apaciguamiento que en su momento trajo la
dictadura del General Rojas pinilla, manifestado en la paz pactada entre las
guerrillas liberales que en los Llanos Orientales comandaron Guadalupe Salcedo,
Dumar Aljure y Cheíto García, entre otros, y el régimen de entonces, no
faltaron quienes siguieron alimentado el odio y la violencia, a pesar del
Frente Nacional.
Pacificados los Llanos, hubo quienes mantuvieron viva la
llama del bandolerismo y la insurgencia liberal; hubo algunos que con
memoria de elefante se negaron a envainar los machetes y a entregar carabinas y
fusiles y se mantuvieron levantados en armas, y a pesar de la buena voluntad de
casi todos los jefes de los partidos tradicionales, y a esos soterrados y a
veces reconocidos y públicos alimentadores de la guerra, la historia los tiene
plenamente identificados.
Son herederos de quienes
hoy quieren repetir el proceso de la prolongación indefinida de la
guerra.
A Alberto Lleras Camargo, liberal epónimo, coautor del
Frente Nacional, junto con Laureano Gómez, y primer Presidente de ese
interregno de armonía y convivencia, le tocó soportar y padecer las bandas de
salteadores y bandoleros, como “Sangre
Negra”, “Desquite”, “Chispas” y “Tirofijo”, que instigados y patrocinados por los propios
copartidarios del Presidente se negaban a enterrar el hacha de la guerra.
Fue tan exacerbada la pasión bestial de la chusma y tan
ciega su sinrazón, que quedó registrada para la historia la matanza de los
integrantes del Conservatorio Musical del Tolima, por integrantes de esas
guerrillas, por tener la desgracia de integrar lo que era para ellos un
apéndice del conservatismo del Tolima; algo para Ripley.
Vino el mandato del Presidente de la paz, Guillermo León
Valencia, y fue a él a quien le correspondió abatir con la razón de las balas a
todos esos asaltantes arriba señalados y entregar una Colombia pacificada, paz
relativa, de la que pudieron disfrutar los colombianos y sus sucesores en el
poder, Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana Borrero.
De esa caterva de asesinos se salvó Manuel Marulanda
Vélez, alias Tirofijo, quien contó
con el patrocinio de los gobiernos de Cuba y de la URSS, y por ellos estamos
donde estamos.
Como los niños bien y “jailosos” de la sociedad bogotana, se podían dar el lujo de
merendar con caviar y brindar con champaña Veuve Clicquot todos herederos en la sucesión
testada de El Tío, Enriquito y Juan
Manuel Santos Calderón y Daniel Samper Pizano, con la compañía del más ferviente
admirador de Fidel Castro y de su revolución, Gabriel García Márquez, al tiempo
que proclamaban y reclamaban la vocería del proletariado colombiano, fundaron
la revista Alternativa, de la más rancia estirpe marxista, y allí evacuaban su
desprecio por el capitalismo, sin renunciar ni un ápice a las comodidades y
manifestaciones de tan añorado régimen.
Enriquito, el Gran Hermano, condujo por el camino de la
felonía y la insidia a su párvulo hermano Juan Manuel, a jugársela por entero,
para lograr la entronización del castrismo en Colombia, deponiendo la
democracia, débil e imperfecta, pero en fin democracia, con frustrada vocación
de ser cada vez mas cierta.
Contra viento y marea, el Presidente Juan Manuel se
inventó que había que pactar la paz con sus más obstinados y empecinados
enemigos, los enemigos de la paz, y nos ha querido convencer de sus cañazos y
envites de tahúr, pero como el país lo conoce, ya no le cree, le está
diciendo: "pago por ver".
Durante toda su existencia, los únicos y más connotados
amigos de la guerra son los guerrilleros de todas las pelambres: las FARC, el
ELN, el EPL, el Quintín Lame y el M19.
¿Acaso los secuestros, la extorsión y el chantaje; los
asaltos a poblaciones y cuarteles; las voladuras de la infraestructura vial,
petrolera y de redes y líneas eléctricas; la siembra de minas quiebrapatas,
eufemísticamente llamadas anti personales; el secuestro de menores, y su
reclutamiento como carne de cañón y de satisfacción morbosa de
degenerados sexuales; la violación de esas mismas niñas menores, su embarazo
jamás deseado y su aborto criminal; el ejercicio del narcotráfico con fines de
guerra; el asesinato masivo de los diputados del Valle del Cauca; la muerte de
los sacrificados en el club del Nogal; el atentado a ciudadanos preeminentes de
la sociedad colombiana; el desplazamiento forzado pueden ser
manifestaciones constitutivas de amor a la paz y odio a la guerra?
¿Acaso el robo de las armas del Cantón Norte, el asalto
al Palacio de justicia y la acción de colectivos de abogados y de jueces
marxistas en pro de su ideario, aún sacrificando la justicia, pueden ser actos
de paz o un NO a la guerra?
Por favor, gritémoslo a los cuatro vientos, a todo pulmón
sin sordina ni atenuantes, que los únicos amigos verdaderos de la paz somos
quienes no estamos incursos en las conductas descritas, y sus auténticos
enemigos son quienes las han practicado sin interrupción y de manera reiterada
durante más de medio siglo.
Rechacemos enfática y rotundamente las pretensiones del
Presidente Santos y su pandilla de enmermelados y fletados que nos quieren
marcar con un hierro candente, como enemigos de la paz.
NO, mil veces NO; los que aspiramos a derrotar el
plebiscito tramposo de Santos, somos los verdaderos y entrañables enamorados de
la paz que tanto necesitamos y por eso la deseamos con pasión.
Los amigos de la guerra están en el mismo combo del
Presidente. No aceptemos por nada del mundo el estigma mentiroso y falaz con el
que nos quieren señalar.
1 de enero de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario