martes, 24 de noviembre de 2020

 



LA CONVENCIÓN CONSERVADORA

 

Por Peloecaña

 

Se celebró el último fin de semana la Convención Nacional de mi Partido Conservador, atípica por muchas circunstancias.

 

Atípica por su extemporaneidad; atípica por ser virtual; atípica por la participación en ella de los más altos funcionarios públicos, el Presidente y la Vicepresidente de la República, presuntamente  impedidos de participar en esa clase de eventos; atípica por la participación de dizque conservadores notabilísimos colaboradores en el gobierno anticonservador de Juan Manuel Santos que, con su presencia activa en ese mandato, avalaron los diálogos de La Habana, rechazados por la voluntad popular mayoritaria, el 2 de octubre de 2016.

 

Que yo sepa, a las convenciones del Partido Liberal jamás asistieron los presidentes conservadores y tampoco sabía que el doctor Iván Duque Márquez hubiera sido, alguna vez, militante del Partido de Caro y Ospina; por el contrario, su trayectoria política había sido signada por su raigambre liberal, ya que su señor padre fue un liberal epónimo y bien reconocido, y su triunfo electoral en las elecciones presidenciales contó con  los votos de muchos conservadores, gracias al respaldo institucional de nosotros, los copartidarios del doctor Andrés Pastrana Arango.

 

 

Pero fuera de esas atipicidadades, también hubo sucesos  afortunados,  como la  presencia del expresidente Andrés Pastrana Arango y, sin duda, la importancia de su discurso que lo coloca en la cima del Partido y le da  los merecimientos y alamares necesarios, para ser proclamado como jefe único de mi partido glorioso, mi partido azul Conservador.

 

Vale la pena recordar que, no hace muchos años, algunos departamentos colombianos fueron bastiones inexpugnables del Partido Conservador, como Antioquia, Boyacá, Caldas, Cundinamarca, La Guajira, Huila, Meta, Nariño, Norte de Santander y muy repartida la militancia en el Cauca, la Costa Atlántica, Risaralda, Santander,  Tolima, Valle del Cauca y los otrora territorios nacionales.

 

Y ahí está para la historia la obra de los más importantes gobernantes que haya tenido la patria colombiana, cuyos hitos jamás serán superados.

 

La Constitución de 1886, propugnada por Rafael Núñez y redactada y concebida por Miguel Antonio Caro.

 

La labor benemérita del General Rafael Reyes. 

 

La fecunda presidencia de Marco Fidel Suárez, cuya renuncia dejó inconclusa. 

 

La gestión inmensa del General Pedro Nel Ospina que, con la presencia de la Misión Kemmerer, se tradujo en la instauración del Banco de la República, el Ministerio de Hacienda, la Contraloría General de la República y, en el campo de la infraestructura nacional, obras públicas de transcendencia general.

 

La huella imperecedera que dejó en la estabilidad de las relaciones con la Iglesia, el Presidente José Vicente Concha F.

 

La labor inconmensurable realizada por el expresidente Mariano Ospina Pérez, quien tuvo que padecer la mas cerrera oposición liberal, después del 9 de abril de 1948 y quien, además, dejó para la historia un número de ejecutorias imposibles de superar: Ecopetrol, la Caja Agraria, el Instituto Colombiano de los Seguros sociales, Acerías Paz del Río, la Federación Nacional de Cafeteros, la Sociedad de Agricultores de Colombia, el Inscredial y el Código Sustantivo del Trabajo,  entre otras.

 

Y qué no decir del legado del presidente Laureano Gómez Castro,  el más grande aporte a la paz entre los colombianos: El Frente Nacional, realidad tangible, liderada por él y el expresidente liberal Alberto Lleras Camargo.

 

Y la labor excelente del presidente de la paz, doctor Guillermo León Valencia.

 

Y la gestión admirable del Presidente Misael Pastrana Borrero, como la traída al país del plan Currie, y la institucionalización de las Unidades de Poder Adquisitivo Constante, UPAC, que le permitieron a centenares de miles de familias colombianas acceder a una vivienda digna y barata, y que Ernesto Samper sepultó con las reformas que le hizo al sistema.

 

Y la gestión presidencial de Andrés Pastrana Arango que, con el Plan Colombia, logró la reivindicación moral y física del estamento militar colombiano y la base del éxito de su sucesor el doctor Álvaro Uribe Vélez, con la Seguridad Democrática.

 

En este balance histórico, tenemos en la otra columna de la contabilidad política los gobiernos de Ernesto Samper Pizano y sus socios de cartel  de Cali, y el de Juan Manuel Santos Calderón, cuya carta de presentación está en los acuerdos de La habana, el robo del plebiscito, el auge inconmensurable del narcotráfico, la JEP, las curules de las Farc.

 

Con el acervo doctrinario que nos legó el mártir de la democracia, el doctor Álvaro Gómez Hurtado, señalado en el Acuerdo Sobre lo Fundamental y con la capacidad y solvencia moral de sus dirigentes, podemos invocar, como meta y gran propósito conservador, rescatar la mayorías que ayer fueron y hoy se esfumaron, y volver a ser alternativa de poder.

 

 

martes, 17 de noviembre de 2020

 



EL PARAÍSO DE UN PAÍS SIN SINDICATOS, NI PRENSA LIBRE, NI PROPIEDAD PRIVADA

 

Por Peloecaña

 

Analizando de manera sosegada, con mente despejada, sin predisposición intelectual y creyéndome, por unos minutos, agnóstico en materia de militancia partidista, he llegado a esta conclusión:

 

Si triunfan los adherentes de Gustavo Petro Urrego, o de Claudia Nayibe López Hernández, o de Angélica Lozano Correa, o de Jorge Enrique Robledo Castillo, o de Iván Cepeda Castro, todos afiliados y militantes del Foro de Sao Paulo y, doctrinariamente, comprometidos con los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, en poco tiempo Colombia sería un verdadero paraíso.

 

Como en los países citados no hay sindicatos, nos liberaríamos de FECODE y de la CUT y  de organizaciones similares.

 

Tampoco habría convenciones colectivas de trabajo ni, cada fin de año, mesa de negociación del salario mínimo.

 

Los únicos medios de comunicación serían los oficiales, como La Voz, vocero oficial del partido comunista colombiano, que nos gobernaría; Caracol radio y televisión y El Tiempo, si quisieran seguir emitiendo sus mensajes, estarían sometidos a la censura oficial de la Comisión de la Verdad.

 

Volverían a Semana, María Jimena Duzán, Antonio Caballero, Vlado, Daniel Coronel y Daniel Samper Ospina no podría seguir ejerciendo el proxenetismo que disfruta en su publicación Soho.

 

Ya no necesitaríamos de la reforma agraria que reclaman todos los epígonos de la izquierda marxista leninista, porque al fenecer la propiedad privada, el único propietario sería el Estado y la tierra toda de su exclusivo dominio.

 

Siendo la tierra toda, de propiedad estatal, las Farc, como agentes de ese credo, se verían perjudicadas, porque tendrían que cederle al Estado Colombiano todos los cultivos de coca y toda la producción de cocaína, y entonces ya no dependeríamos de la explotación de hidrocarburos, sino de la bonanza monopolística del Estado narcotraficante, como en los tiempos de Samper y, sin duda, seríamos el país más rico de la tierra.

 

Y los ambientalistas, casi todos izquierdosos, se quedarían sin discurso.

 

Y los críticos con razón o sin ella, de quienes propugnamos por la libertad dentro del orden, entre ellos los expresidentes Pastrana y Uribe y sus seguidores, se verían sin polígono de tiro al blanco, donde practicar sus sentimientos de frustración y resentimiento.

 

¡Excelente perspectiva! ¿no les parece?

 

 

viernes, 6 de noviembre de 2020

 



EL REFERENDO QUE PROPONE EL DOCTOR URIBE

 

 

Peloecaña

 

El referendo propuesto por el doctor Álvaro Uribe Vélez, como todo lo suyo en materia política es, sin duda, algo que genera polémica y que pone al país a pensar y que logra la efervescencia y el alboroto del cotarro político.

 

Los trece puntos que consigna esa consulta popular, como alternativa de reforma institucional, sin desconocer que son necesidad sentida para mejorar nuestra democracia constituyen, por su dimensión y cuantía, algo que opaca la calidad de la propuesta.

 

Ya tenemos una experiencia frustrante, como fue la suerte corrida en la práctica por el referendo sometido a la voluntad popular, en el primer mandato de El Gran Colombiano, a pesar de que las preguntas formuladas eran menos que las de la propuesta actual.

 

Si de lo que se trata es de volver por sus fueros, de manera respetuosa, me atrevo a sugerir un referendo con una sola pregunta: “¿Está usted de acuerdo, sí o no, con ratificar la vigencia plena del plebiscito aprobado el 2 de octubre de 2016?".  

 

Esa pregunta así planteada le dará a Colombia una pauta a seguir, frente al futuro inmediato de nuestra democracia y de ser respondida favorablemente, como es lógico, nos dará certeza plena y ratificada de que los Acuerdos de La Habana no existen y, por ende, tampoco las instituciones inconstitucionalmente creadas con base en el esperpento nonato a la luz de la juridicidad, porque van contra lo dispuesto en el artículo 104º de la Carta Fundamental.

 

Esa ratificación absolverá, de una vez por todas, la ausencia de respaldo constitucional en cuanto a la viabilidad de la JEP, las curules de las Farc en el Congreso, la Comisión de la  mentira y los temas que no quedaron incluidos en el plebiscito, como la reforma a la justicia, bien pueden ser abordados por un trámite legislativo ordinario.

 

Además, el Presidente de la República tendrá una carta de navegación nítida y trasparente, que le permitirá, si quiere, llevar a Colombia a puerto cierto y seguro.

 

Es la hora de obtener resultados prontos y resplandecientes y dejarnos de ambigüedades y filigranas.