DE PIRATERÍA Y OTROS ASUNTOS
Por Peloecaña
Cuentan los cronistas que se han ocupado de escribir acerca del tema de la
piratería que los piratas "Son los
enemigos del género humano, hostes humani generis."
Con la bandera negra en el palo mayor que, desde luego, llevaba la calavera
y las canillas cruzadas, recorrían los siete mares y sus galeones temidos
apuntaban la proa hacia sus víctimas, entre turbias espumas.
"Ante su solo nombre
tiemblan en La Habana los españoles, en Kingston los ingleses, en Martinica los
franceses, en Curaçao los holandeses, en el mar los marinos, en la tierra los
ricos, y hasta en la sombra de los montes las mujeres, los frailes y los niños.
En tiempos de la reina Isabel se empezaba siendo pirata: se terminaba siendo
almirante del reino".
Por estos lares, en La Habana hacen temblar los piratas de las FARC; en
Colombia tiemblan los ricos y, desde luego, las madres de soldados y
policías y se regocijan algunos frailes; y el cadete de la base naval de
Cartagena que decidió mejor ser pirata para terminar de almirante presidente,
goza exultante de su felonía reiterada y continuada.
Dicen los mismos cronistas que quien quería ser capitán de piratería, antes
que tener un galeón bien armado y antes de tener la bandera negra con la impresión
de la calavera y las canillas, acudía a las tabernas y garitos, llenos de humo
de tabaco barato y del tufo de ron también de baja calidad, de los puertos de
todas partes, a escoger su tripulación y sus oficiales indignos y, una vez
logrado esto, buscaban un armador o un mecenas que les facilitara el barco y
las armas y el menaje, y a veces hasta el loro.
El pago a tanta generosidad siempre
fue la felonía; se quedaba el capitán filibustero con la nave y el botín fruto
de todo su pillaje y depredación; casi siempre en las bodegas había mermelada a
discreción para pagar la oficialidad y la soldadesca.
Como la oficialidad siempre tenía la misma ralea que el capitán corsario,
jamás dejó de existir en los cálculos de todos la posibilidad de un motín a
bordo, por el mal reparto de gollerías, prebendas y mermelada.
Toda la oficialidad reclamaba su cuota de poder y jamás permitía su
modificación negativa; como había sido escogida en distintas tabernas y garitos
había de todas las condiciones y calañas; unos venían del proceso 8.000, otros
de las toldas de la bandera azul y compañía, desde luego, había piratas
con la divisa roja, también verde, ni mas faltaba que estuviera ausente la
representación de la bandera amarilla, lo importante era que en un verdadero
alarde de alquimia lograran convertir esa policromía en la bandera negra ornada
con la calavera y las canillas.
Como ya Colombia había perdido miles de kilómetros cuadrados y millas
náuticas de su mar, y en La Habana el capitán corsario estaba por consumar una
más de sus felonías, quizás la mas lacerante de todas, que consistía en cambiar
de nave y de tripulación, incluida la oficialidad toda, creyó como auténtico
bucanero y mejor tahúr barajar, empastelar y repartir de nuevo.
El representante de la cuerda del proceso 8.000 y del trapo rojo no se
aguantó y ahíto de mermelada, no obstante mantener una buena tajada del ponqué,
abandonó la nave y le dio con la puerta en las narices al dueño de la bandera
negra con la calavera y las canillas.
Y como el loro del concurso de Gelhada se fue diciendo: “a mi más tajada o nada”.
A los filibusteros de hoy día ya no les falta un diente o tienen pata de palo. Ahora los viste un sastre de Inglaterra, tienen finca en costosa tierrita caliente, viven en palacios (de Nariño el nuestro), pero son mil veces más viles que los de otrora época.
ResponderEliminarQue buen articulo
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