domingo, 18 de diciembre de 2016





Héctor Abad Faciolince. Así, con minúsculas

Por Peloecaña

Su homónimo no puede estar más desacertado; jamás merecerá llevar el mismo nombre del más insigne héroe de la Guerra de Troya; si Homero hubiera adivinado que el más epónimo de sus personajes de la Ilíada iba a ser avergonzado por el columnista de El Espectador, quizá no hubiera escrito esa epopeya.

Comienza el bellaco escribidor con esta perla: "Esa lógica, cegada por el rencor, se nutre también del chisme, las mentiras y las conclusiones delirantes"; amarrando desde antes los perros para describir los fundamentos éticos de sus opiniones llenas de rencor infinito, desde  luego, alimentadas por el chisme y llenas de conclusiones alienadas. 

El Espectador no puede ser vehículo de tanto detritus, en nombre de la libertad de prensa, sin convertirse en una auténtica CLOACA.

Gravísima afrenta al Dr. Eduardo Santos Montejo, tío abuelo del presidente Santos y de todos sus primos,  convirtiendo al expresidente fallecido en  un cornudo de campeonato y a su señora esposa, Doña Lorencita Villegas de Santos, en una auténtica y disoluta adúltera compulsiva. 

La ausencia de la más tenue huella de moral del Héctor de El Espectador, cuya única arma es el chisme según su propia confesión, porque el asesinato de Mamatoco ya lo juzgó la historia y le costó, en su momento, la caída del poder al Dr. López Pumarejo y al partido liberal.

Pero como no se cansa de hacer gala de su mala leche, el columnista de marras quiere también confesar que está hecho de la misma materia prima  que el asesino de la niña Samboni, y solo a él se le ocurre sacar conclusiones marcadamente dolosas con todo el elemento, a sabiendas, constitutivo de la intención de hacer daño y decide lanzar la especie de que el crimen cometido y confesado por Rafael Uribe Noriega sucedió por razones atávicas, dada su homonimia con el presidente Uribe y con el exdirector del DAS.

Eso de poner como crítica, en boca de otros, sus propias afirmaciones  es parte de su estilo solapado y evasivo de responsabilidad y, desde luego, no lo aceptamos.

Y su audacia y ausencia total de sindéresis y del más leve asomo de solvencia moral,  llevan al Abad Faciolince a asociar sus fantasiosas conclusiones alienadas, como ya advirtió, con el quehacer político del más riguroso fiscal de la moral pública, el Dr. Laureano Gómez, y resuelve endilgarle un apodo, propio de su mente torcida, sectaria y ancestralmente liberal.

Pero el Héctor de El Espectador debe concluir su obra maestra, llena de sectarismo hirsuto y plena de sinrazón; aún le falta mostrar la última placa de su radiografía moral y, para cerrar con broche de oro, vomita su veneno contra el Dr. Fernando Londoño Hoyos y su familia, apuñalando de manera ruin, vil y rastrera la memoria del egregio colombiano que fue su padre, el Dr. Fernando Londoño y Londoño.

Pero Héctor Abad Faciolince está en los más profundos sótanos del averno, para que sus eructos puedan salpicar siquiera, a Doña Lorencita Villegas de Santos, a su esposo el expresidente Santos, al Dr. Laureano Gómez, al Dr. Fernando Londoño y Londoño, leopardo insigne y orador paradigmático, personajes todos miembros destacados de la política nacional y merecedores del más absoluto respeto a sus vidas privadas.

Tampoco sus insinuaciones cobardes salpican al expresidente Uribe Vélez,  ni al Dr. Noriega, exdirector del Das, ni al presidente Santos y sus ancestros.  Mantenemos de manera irrevocable nuestras diferencias políticas con el presidente Santos, pero respetamos la privacidad suya y de su familia.

El único retratado de cuerpo entero, por dentro y por fuera es el columnista apasionado, calumniador y delirante, que supera con creces al asesino de la niña Samboni.


Y el diario El Espectador queda en deuda con los verdaderos ofendidos, la familia Santos y la familia López, por ser la cloaca por la circula el estiércol que sale por la pluma de su  columnista, invadido de fanatismo enfermizo.


































3 comentarios:

  1. hector abad RABIOLINCE es un escritor de pacotilla que ve la posibilidad de llamar la atención con ese artículillo miserable.

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  2. Que más se puede esperar de quien metió su caballo hasta al altar de la iglesia de sus vecinos... en una película que habla de "tolerancia".

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  3. Maestro Peloecaña.Leí ese comentario de "etor"(sin ánimo de ofender a Nieves)y de todo lo que me produjo, incluyendo las referencias a Laureano y a Marco Fidel, no habría podido escribir una sóla línea como las que usted con su maestía y capacidad de síntesis nos acaba de regalar.Ese despreciable tipejo no merece su atención! Gracias, Maestro!

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