sábado, 3 de febrero de 2018






LA  FLUCTUACIÓN DEL PRECIO DEL DÓLAR

Por Peloecaña

Desde que soy escucha de LA HORA DE LA VERDAD he oído la disertación autorizada del Dr. Fernando Londoño Hoyos, reputado economista y analista de los temas de esa disciplina tan ladrilluda e impotable.

Presento, de antemano, disculpas por la afirmación que a continuación expongo: pienso que algunos conceptos suyos están siempre ligados a la manera como se levanta, y a cual pie apoya primero en el piso de su alcoba, cuando abandona el lecho.

La Junta Directiva del Banco de la República recibe, de su parte, tratamiento peñalozuno, o porque el dólar está muy caro o porque el peso se revalúa, circunstancia que me coloca en gran incertidumbre, porque no he podido saber cuándo tiene razón su crítica; palo porque bogas y palo porque no bogas.

Como mi fuerte académico, si es que lo tengo, gracias Dios no es la economía, permítanme la licencia de acudir a otra ciencia social, la lógica, como parte sustancial de la filosofía.

La deuda externa de un país es el valor de los créditos, que cada uno tenga con acreedores en el exterior. Normalmente, se contrae en dólares.

La balanza comercial es la medida  del valor de lo que un país  exporta y lo que importa, y entonces es deficitaria o superhabitaria, según el caso. Esos valores, en Colombia, también se tasan en dólares americanos.

Según el  mismo Dr. Londoño, Colombia ha adquirido deudas en el exterior, por un valor superior al de las adquiridas por todos los gobiernos anteriores, desde el de Simón Bolívar hasta el de Álvaro Uribe Vélez, y valía, en febrero de 2017, US$ 120.692 millones de dólares, valor equivalente al 39.2% del PIB.

El déficit de la balanza comercial, (diferencia entre exportaciones e importaciones) era de US$ 36.710 millones de dólares a octubre de 2017,  en contra del valor de las exportaciones. 

Si para calcular el valor de las obligaciones adquiridas, tenemos que comprar dólares más caros, referidos a pesos, desde luego que, para el colombiano del común y para la hacienda pública, es más ventajoso adquirir los dólares más baratos.

Si el valor de los artículos importados los pagamos con dólares más baratos habremos de necesitar menos pesos y esa operación comercial, desde luego, beneficia más al consumidor final.

No es lo mismo desembolsar US$30.000.oo por un carro, con dólares a más de $3.000.oo que el mismo carro, con dólares por debajo de los $3.000.oo; es una conclusión a la que se llega con las simples cuatro operaciones.

Si transferimos la situación a los exportadores, aumentará el beneficio  para  quienes exportan y en contra de quien consume productos importados y, entonces, seguirá quedando en evidencia que mientras seamos un país importador, el dólar menos caro favorecerá a más personas.

Lo ideal es que las exportaciones superen con creces el valor de lo importado y así el bien común será mayor, pero la realidad es muy otra; mientras tengamos un gobernante de tan paupérrimos logros, en todos los campos de lo que debería ser el buen gobierno, la única ilusión que nos queda es derrotar con votos el continuismo, para hacer de la esperanza una feliz realidad.



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