miércoles, 20 de febrero de 2019






¿ES  COLOMBIA UNA DEMOCRACIA PLENA?

Por Peloecaña

Si uno de los pilares de la democracia, el gobierno del pueblo, es el régimen de las mayorías, que ha de ser norte y precepto ineludible de su vigencia, en Colombia podemos sostener, con absoluta certeza, que aquí no hay LA CACAREADA DEMOCRACIA.

Sustento mi afirmación:

Los nunca suficientemente lamentados diálogos de La Habana fueron llevados a cabo entre dos minorías inadmisibles; por un lado, los epígonos de la guerrilla de las FARC y, por el otro, los voceros del presidente Santos, también integrante de esa insurgencia; es decir, se trató de un monólogo al que le hicieron el juego, entre otros, Humberto de La Calle Lombana, padre putativo de la Constitución de 1991, y un General del Ejército Colombiano que apostató de  sus principios; de sus hazañas en pro de la tal democracia; de su honor y gallardía de glorioso militar; y convirtió esas conversaciones en la piscina probática, colmada con  la sangre de todos los soldados sacrificados por la insurgencia.

El presidente guerrillero, en un alarde de demagogia, quiso darle legitimidad a su pacto siniestro y convocó a los colombianos para que, en una consulta plebiscitaria, refrendaran la hipotética mayoría de  tamaña felonía.

Santos y sus jefes de las FARC y los áulicos del régimen estaban, de antemano, ciertos del resultado;  la mermelada, la prensa fletada y la clase política oportunista y, en últimas, el fraude electoral eran garantía del triunfo del SI en el plebiscito; pero jamás contaron con el instinto de conservación del pueblo sojuzgado y sometido a escarnio.

Tan seguros estaban del prerresultado que De La Calle salió a los medios a decir que si ganaba el NO, los acuerdos de La Habana no existían.

Pues bien, a pesar de las presiones oficiales, de la postura entreguista de la prensa y de la intimidación de De la Calle, el 2 de octubre de 2016 ganó el NO.

No fue suficiente el poder de la Registraduría que tuvo que avalar la realidad, y le aconsejó al gobierno que aceptara el resultado adverso, y que los escrutadores del Gobierno harían menos vergonzosa la derrota.

Desde la Constitución de 1821 hasta la de 1991 no ha habido norma constitucional alguna que reemplace la voluntad popular, por la de algunos ciudadanos por eminentes que sean.

Santos, marrullero y mañoso como el primero, invitó a la Casa de Nariño a los más connotados adalides del No, para medirles el aceite, y ellos aceptaron esa operación. Fue así, como una vez más la democracia fue burlada, con la anuencia abusiva de quienes, sin ninguna personería válida, festinaron el resultado  y patearon la expresión legítima de las mayorías.

Como resultado de esa audacia inadmisible, las FARC y Juan Manuel Santos siguieron su "paso de vencedores", y en otro golpe a la lesionada democracia, con la complicidad del Legislativo y de la Corte Constitucional, asignaron curules en el congreso sin elecciones, sin votos, a un número importante de facinerosos, autores de violaciones palmarias y evidentes a los más elementales derechos humanos. 

Senadores y Representantes se  pusieron al mismo nivel de los exaltados por virtud de la violación a la democracia.

Pero no era suficiente, faltaba la tapa del perol. Las FARC,  además de curules regaladas, necesitaban jueces y justicia de bolsillo.

Entonces los mismos miembros del Congreso que habían obtenido sus escaños en el parlamento, en competencia democrática, completaron su indignidad y crearon una justicia espúrea, para juzgar a los violadores consuetudinarios del Derecho Internacional Humanitario, y renunció Colombia a la potestad que siempre tuvo de escoger sus jueces, declinando ese honor en guerrilleros de otras latitudes y en colombianos absolutamente ajenos a las ciencias jurídicas.

¡Otro golpe bajo a la democracia!

El gobierno del pueblo ha muerto, y no tuvo dolientes que le dieran sepultura ni digna ni cristiana; su cadáver quedó  expuesto, como pasto de carroñeros de todas las pelambres, y a la sociedad colombiana se le atrofió el olfato; ya no percibimos la hedentina que emana del cuerpo insepulto de la tan mentada democracia.










1 comentario:

  1. Cierto, Maestro Peloecaña, lo ganado el 2 de Octubre nos lo dejamos arrebatar y noy se ve con quien podemos recuperarlo!

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