domingo, 23 de abril de 2017





EL APORTE DE LOS COMUNICADORES A LA PAZ

Por Peloecaña

Ha sido, es y será una constante histórica que siempre algunos comunicadores, con medios de comunicación como tribuna, expresan sus opiniones personalísimas, profiriendo sentencias condenatorias y absolutorias, según sus propios intereses de partido, de patrocinio y de alquiler de sus plumas, las de escribir, que a veces se confunden con las de las aves de mal agüero. 

Gracias a los avances de la tecnología, también se manipula la información a través de los micrófonos, la TV y las redes sociales, y la primerísima víctima es la verdad y, desde luego, la sociedad a la que se le conculca, hoy  si y mañana también el derecho a disponer de mensajes  ciertos y veraces.

Entonces, he llegado a una conclusión patética y terrorífica: el aporte de los comunicadores a la paz es paupérrimo y evidente la cuota enorme al fanatismo y, desde luego, a la ausencia de la concordia y la armonía social.

El paradigma de ese tipo de comunicador, en la época contemporánea, es Paul Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, que indujo e instigó al holocausto de los judíos en Alemania y su zona  de influencia.

Pero desde tiempos de la Nueva Granada, también en nuestra patria hubo instigadores de la violencia; por ejemplo, desde las columnas de El Patriota, se emprendieron campañas insanas, aleves y torcidas contra Don Antonio Nariño, Precursor de la Independencia, todo por el delito de disentir.

La violencia liberal-conservadora fue atizada irresponsablemente por comunicadores adeptos al régimen liberal, y avivada por las réplicas conservadoras.

Quizás el Goebbels colombiano fue Calibán, abuelo del presidente Santos, quien desde su Columna en El Tiempo, La Danza de las Horas, instigó a los gobernantes y a la militancia sectaria del liberalismo contra el más destacado jefe conservador, Dr. Laureano Gómez, y lanzó al país por los desfiladeros de la violencia fratricida, tan trágica como el holocausto.

Violencia fratricida que fue apagada por el mismo Dr. Gómez, con la invaluable voluntad de paz del más grande de los liberales, Alberto Lleras Camargo, cuando pactaron y cumplieron el Frente Nacional.

Hoy la historia sigue su curso, y después del interregno salvífico de la ejecución de los pactos de Sitges y Benidorm, algunos comunicadores siguen dando su aporte abundantísimo a la permanencia de la guerra en nuestra martirizada Colombia.

Sin que nadie los haya consagrado como jueces de la historia, han decidido hacer discriminación odiosa e injusta, entre amigos de la paz y de la guerra, y en esa actitud criminal falsean la verdad, les importa un bledo pisotearla,  lo que es peor, ignorarla de manera olímpica, y asumen como su mejor bandera la mentira, la inexactitud, la difamación y la calumnia, y entonces resuelven que el respaldo popular es ilegítimo, porque nace del populismo.

Se inventan la globalización, para enterrar el nacionalismo sano. ¿Cómo no amar la patria sin dejar de amar a la madre?

Homologan la derecha extrema, para exaltar el izquierdismo marxista de la guerrilla y de la justicia politizada.

Confunden los comunicadores del régimen, la renuncia al debate, esencia del parlamento, con el fast track que no analiza ni discute, simplemente responde al reflejo condicionado de Pavlov, cuando huelen la fragancia de la mermelada. Por eso lo aúpan y estimulan.

María Isabel Rueda, por fortuna, no padece aún de amnesia total, tiene todavía recuerdos brumosos que le permiten vislumbrar que alguna vez fue Representante a la Cámara por el Movimiento de Salvación Nacional, que fundara el Dr. Álvaro Gómez Hurtado.

María Jimena Duzán todavía respira por la herida de no haber logrado la Jefatura de Prensa del Senado y sigue cultivando su odio visceral contra el expresidente Alvaro Uribe Vélez. ¿De qué se queja si le ha ido mejor en Semana?

¿Cuántas generaciones han de pasar por la vida colombiana, para poder presenciar que los comunicadores aportan algo positivo a la paz y a la verdad?


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