martes, 18 de julio de 2017





LA  HISTORIA SE REPITE

Por  Peloecaña

 La historia se empecina en demostrarnos que no es más que la repetición de un ciclo sempiterno, de los acontecimientos de los que el hombre es un protagonista reiterado.

Como soy poseedor de una curiosidad insatisfecha, la búsqueda de la verdad histórica me impele a no estar fácilmente complacido con las narraciones superfluas, subjetivas y torcidas de lo que sucede a mi alrededor; eso me lleva a buscar con afán en donde creo que está la narración fiel y certera de los acontecimientos que acaecen en el mundo, y en Colombia con más ahínco.  

Lo aprendido en mi primera juventud en las aulas y salones, que en ese entonces se presentaba como dogma de fe, bajo la autoría incontrastable de los historiadores Henao y Arrubla, casi nunca me dejaron satisfecho, pues en mi interior germinaba la semilla de la duda, dada la perfección absoluta y deífica de los prohombres correligionarios de esos historiadores, aunque sus narraciones apuntaran a personajes afines a mi ideario político, tanta santidad y tanta sabiduría no eran, no podían darse silvestres, lo mismo que las taras y máculas de los oponentes de turno tampoco podían ser absolutamente ciertas, aunque sí lo eran en grado importante.

Por eso la historia salida de la pluma de autores como Indalecio Liévano Aguirre me atraía, para buscar un punto de equilibrio entre lo que contaban mis copartidarios y lo narrado por el serio intelectual de la otra orilla del río de los acontecimientos.

Nací cuando se disparaban los últimos cartuchos de la Segunda Guerra Mundial, de parte de los aliados capitaneados por Churchill, Roosevelt y Stalin,   y por los generales Eisenhower, Paton,  MacArthur, y desde la resistencia francesa por el General Charles De Gaulle, y que ya tímidamente respondían los ejércitos del eje Roma- Berlín-Tokio, comandados por Mussolini, Hitler y Hirohito.

Esa circunstancia cronológica no me impide expresar, con la fuerza tozuda de los hechos, que la historia se repite.

Caída la hegemonía conservadora y empezando apenas la liberal, se sucedieron hechos graves que exigían la crítica y la contradicción frontal de la oposición en cabeza de los jefes del Partido Conservador.

Terminada la guerra con el Perú, el gobierno recién estrenado del doctor Enrique Olaya Herrera, el gobernante echó por la borda la victoria de Colombia, conseguida con la sangre de los soldados de la patria y con la generosidad y el patriotismo, sin límites, del pueblo liberal y conservador de todo nuestro país.

Ganamos la contienda en el campo de batalla y perdimos enormes extensiones de terreno patrio, en la mesa de negociación. 

Esa actitud indigna y humillante no podía pasar desapercibida por los colombianos, por cuyas venas circulaba sangre y no horchata. 

Fue así como las voces autorizadas, patrióticas y nacionalistas, además  elocuentísimas,  de Laureano Gómez y Augusto Ramírez Moreno, el leopardo inolvidable, sacudieron el ámbito del recinto del Congreso de Colombia, reclamando y fustigando del gobierno Olaya, su felonía y su ausencia de sindéresis.

Mientras tronaba la voz de la oposición, la bancada afín al gobierno de entonces guardaba silencio cómplice y solidaridad cobarde. Lo mismo que hoy. ¿Ven como la historia se repite?

Sucedió al presidente Olaya, el doctor Alfonso López Pumarejo, y continuó el camino por el desierto para los conservadores que quedaban en puestos públicos; lo propio hicieron los gobernantes azules, cuando accedían al poder hegemónico, había que hacer tabla rasa y defenestrar a los liberales que ostentaran cargo oficiales. No importó nunca que esa persecución burocrática, explicable pero irracional, fuera factor de violencia.

El doctor Laureano Gómez ejerció la jefatura conservadora a plenitud, abocó la legítima defensa de la militancia de su partido, y ahí fue troya;  los jerarcas liberales pretendieron que los conservadores se dejaran capar de pie. Lo mismo que hoy.  ¡La historia se repite!

Accedió luego a la Presidencia de la República el doctor Eduardo Santos, el tío, y la guerra a muerte contra el conservatismo, desde el poder, se acentuó. En este cuatrienio trágico se dieron masacres como la de Gachetá, el 8 de enero de 1939 y, como era obvio, los jefes conservadores hicieron oír su voz de protesta donde debía ser, en el Congreso, y las mayorías liberales, otra vez, con su silencio otorgaron su aprobación al genocidio. ¡Lo mismo que hoy! 

En el año de 1942 fue reelegido el doctor López Pumarejo, se instauró la República Liberal y se inauguró la vigencia de las tropelías de los hijos del ejecutivo, sucedieron hechos inadmisibles como el negociado de la Handel, la Trilladora Tolima  y la muerte de Mamatoco.

Una vez más, el cancerbero de la moral pública, el monstruo a quien solo se puede amar u odiar, asumió implacable la defensa del honor de la patria, el presidente tuvo que renunciar, y el Partido Liberal se cayó del poder.

La reacción de la prensa solidaria con el régimen fue calumniar y anatematizar al doctor Laureano Gómez, declararlo asesino de todos los liberales muertos en la violencia fratricida de entonces y ponerlo en la picota pública.

El abuelo del actual presidente, Calibán, Enrique Santos Montejo, desde El Tiempo, y   don Fidel Cano,  desde El Espectador, son responsables los dos, de haber atizado hasta  paroxismo, la violencia liberal conservadora. Lo mismo que hoy. ¿Ven como se repite la historia?

Periodistas, que no merecen tan respetable apelativo, son los fustigadores sin causa del expresidente Uribe, de su familia, de su partido y de todos los que no comulgamos con ruedas de molino y nos oponemos a la alianza funesta Farc-Santos. Lo mismo que ayer. La historia se repite, y continúa su ciclo inexorable de 360 grados.


1 comentario:

  1. Lo mismo que ayer lo vivimis hoy, con ciertas diferencias, lo de ayer una rivalidad política entre dos partidos: también con crímenes atroces, lo de hoy negociar la entrega del pais, su pueblo , honra y bienes a los peores asesinos del mundo y como ayer por el partido " liberal"

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