LA DESCERTIFICACIÓN
Por Peloecaña
Preocupación válida y justificada ha despertado la premonición de una
posible descertificación por parte del Presidente Trump a Colombia, por el manejo
complaciente con las FARC, por parte del Presidente Juan Manuel Santos y
su gobierno supérstite, estimulando el aumento del área cultivada en el país de
las plantaciones de coca y, por ende, incremento de la producción de cocaína en
el mercado internacional para tantísimo consumidor gringo y de todos los
enviciados del orbe.
Preocupación para el régimen, por los efectos que tal medida produce
en el concierto de las naciones del mundo, frente a nuestra patria
lastimada; volvemos a ser los parias de la humanidad; el pasaporte colombiano
una vez más será maloliente y estigma, situación que hemos de padecer todos
los connacionales, a pesar de ser buenos y decentes, como somos la
mayoría de los colombianos.
Circunstancia, la de la descertificación, que añoran, aunque de
dientes para afuera digan lo contrario, algunos de los opositores al gobierno
actual, porque esa medida sancionatoria fortalece sus argumentos de desacuerdo
y les da más pertrecho para la batalla.
Yo como el primer opositor sin pliegues y sin disimulo a este mandato
vergonzante y vergonzoso, a esta trinca de la mesa de la unidad nacional y a
esta justicia que ofende y obnubila, debo decir con firmeza que la
descertificación anunciada la rechazo por injusta, aunque buscada con ahínco
por el presidente Santos y su combo. La rechazo por razones jurídica
e históricas.
Según la Teoría Causalista, Finalista y también conocida como Teoría del
Método Lógico, simple, elemental y sencilla, para determinar la culpabilidad y señalar
la responsabilidad de una persona, en este caso concreto, la sociedad,
solamente se requiere la comprobación de la causa, tomando el efecto como su
consecuencia directa, razón por la cual es inevitable concluir que son los
consumidores de cocaína los culpables directos de los efectos que en Colombia
hemos tenido que padecer y soportar, el flagelo dolorosísimo del narcotráfico
con todas sus nefandas secuelas.
El Gobierno de los EE.UU., que nos amenaza con el leviatán de la
descertificación, debe primero descertificar a los consumidores de cocaína del
mundo y, sin duda, el primero en recibir esa sanción es el coloso del norte.
No es una postura marxista afirmar y reclamar que Colombia y México somos
victimas de los consumidores de todas las latitudes, en ese mundo tétrico
del vicio de la droga.
La historia y los historiadores señalan que en enero de 1920, mediante
enmienda a su Constitución, los Estados Unidos de Norteamérica prohibieron
y proscribieron la producción, el transporte y la venta de bebidas
alcohólicas, pero dicha enmienda mantuvo la libertad del consumo.
Esa medida fue causa del incremento de la criminalidad en ese país, y
los efectos fueron tan graves que la prohibición sólo tuvo vigencia hasta el 5
de diciembre de 1933, fecha en que la ley seca fue derogada por el presidente
Franklin Delano Roosevelt.
Los estadounidenses, prácticos como siempre, aplicaron la teoría
causalista, derogaron la ley que era la causa del incremento exorbitante de la
criminalidad.
A propósito, una acotación al margen; cuentan los cronistas que uno de los
sistemáticos violadores de la ley seca, fue un epónimo integrante y
fundador del clan Kennedy.
En Colombia, país del tercer mundo, llevamos décadas con legislación que
reprime la producción, el transporte y la venta de narcóticos, soportando
las gravísimas secuelas que la vigencia de esas normas nos imponen, siendo casi
siempre impunes los delincuentes narcotraficantes y sancionados los inocentes,
victimas de esa misma impunidad.
Si colocamos en la balanza de Temis la responsabilidad de los
países fabricantes y vendedores de armas para el mundo, cuyo comercio
criminal ha traído desolación, desplazamiento y muerte, y en la misma balanza las
secuelas funestas del narcotráfico, sin ningún esfuerzo podemos concluir
que el armamentismo es más desolador que todos los carteles de la droga
juntos.
Que Donald Trump descertifique su país, por ser el primer consumidor
de cocaína del mundo y el primer productor y comercializador de
material bélico en toda la tierra.
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