LA GRAN FINAL DE FULLEROS
Por Peloecaña
Hace pocos años se jugó, en La Habana, la
gran final del Campeonato Mundial de Fulleros; es decir de tahúres, y el
trofeo fue Colombia entera: su geografía, llanos, valles y montañas,
sabanas y páramos; su institucionalidad, o sea el Estado integro,
el Gobierno, el Congreso y la Administración de Justicia; desde
luego, no podían faltar la Bandera, el Himno y el Escudo patrios,
la Palma de Cera y la Catleya, el Sombrero Vueltiao, el Carriel Paisa, la
Ruana Cundiboyacence, el Toche y el Pingo de los santanderes, el Morichal y la
Coroncora llaneros, el Río Atrato, el Vallenato y la Cumbia, las
Ñapangas Payanesas, el Festival de Negros y Blancos, la Feria de Manizales, y
el Nevado del Ruiz, la Querendona, Trasnochadora y Morena, Las Chapoleras y las
Cuyabras del Quindío, el Rio Magdalena, El Sanjuanero y el Bunde, el
Champú y el Manjar Banco, la Hacienda El Paraíso, Hato Grande, El Salto
de Tequendama, el Pantano de Vargas; desde luego, el Cerrejón,
los Campos Petroleros de todas partes, el Trapecio Amazónico, el Valle del
Magdalena, el Café, la Panela, el Viudo de Capaz y todo lo entrañablemente
colombiano.
Los finalistas, tahúres de profesión,
designaron sendas comisiones que los representaran en la sede del torneo finalísimo,
La Habana Cuba, de donde hace décadas se fueron el Son y el Manicero, las
Balladeras y la democracia.
Y, entonces, en nombre propio sin autorización
ni mandato alguno, el presidente, guerrillero camuflado le dio estatus a sus
jefes y empezaron a disputar el trofeo, que abusiva e inconsultamente habían
escogido: nuestra patria amada.
Empezó la pantomima y al juego se
prestaron generales de soles marchitos y apagados, filósofos callejeros y sin
título, y, desde luego, los jefes de la subversión y la guerrilla
narcotraficante, violadora de infantes, mutiladora de campesinos, asesina de
los héroes de Colombia, secuestradora, destructora de la infraestructura
nacional.
El resultado de ese contubernio siniestro
fue lo que dieron en llamar los Acuerdos de La Habana, y el presidente apátrida
y guerrillero del Chicó le dio personería a quien nunca la tuvo, como sujeto de Derecho
Internacional Público, ni jamás la podría tener para firmar tratados públicos.
Para distraer la opinión internacional, el
tahúr que nos desgobierna pretendió refrendar su pacto siniestro,
acudiendo a los colombianos; nos convocó a un plebiscito y puso toda la carne
en el asador y todo el poder político, económico y de los medios de
comunicación y de los mas connotados jerarcas del catolicismo, en la creencia
de que ya todo estaba consumado, y los acuerdos aprobados por el pueblo,
proclive a la mermelada; pero, ¡oh sorpresa! el establecimiento fue
derrotado, a pesar de quienes quisieron comprar el resultado y del
fraude electoral.
La dignidad personal y colectiva, que aún
nos queda, abortó el engendro y los Acuerdos siniestros no nacieron; no
obstante, al diablo con apellido equivocado eso no le importó, ni a sus
secuaces tampoco, burlaron la voluntad popular y siguieron adelante con su
felonía vergonzante y vergonzosa, como si nada hubiera pasado.
Hoy, que una de las cabezas visibles y
ostentosas de la guerrilla comunista fue pillado con las manos en la masa,
delinquiendo, después de la firma del
pacto funesto y que, según lo acordado, su conducta delictiva ha de
ser de competencia de los jueces ordinarios, el Presidente de la Sala
Penal de la Corte Suprema de Justicia no duda en proponer un conflicto de
competencias negativo, para no quemarse con tan hirviente papa,
la lanza a las manos de la JEP, nueva Cueva de Rolando, para
propiciar la impunidad del ciego pintor y narcotraficante sorprendido en
flagrancia.
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