miércoles, 1 de junio de 2016


EL ESTADO  SOY  YO

Por Peloecaña

Según algunos cronistas contemporáneos suyos, el rey absolutista, Don Luis XIV, también conocido como el Rey Sol, dijo: 
"El Estado soy yo"; no obstante, otros le achacan esa frase a los opositores del monarca, por la manera de ejercer  la monarquía absoluta.

Cierta o no la autoría de esa sentencia, lo innegable es cómo Luis XIV ha sido un ícono en la historia universal de lo que es paradigma de antidemocracia.

En estos tiempos revueltos llenos de indignidad y tristeza, en Venezuela no existe ni existirá jamás un gobernante que alumbre con luz propia; Maduro  se destaca, por el contrario, por su opacidad y ausencia absoluta de brillo.

Y como el presidente Santos no tiene idea de quien fue el Rey Sol, ha acudido a lo que encuentra más cercano, al dictador venezolano, y lo ha tomado como su nuevo mejor amigo sin beneficio de inventario, por su pereza de discernir o de optar por algo mínimamente mejor.

Juan Manuel Santos Calderón ha asumido que sin Maduro no puede haber proceso de paz, ni mercado abundante para el comercio venezolano del narcotráfico; por eso aceptó el incremento en Colombia de las áreas cultivadas en coca y garantizó a la guerrilla de las FARC la abolición plena del control de esos cultivos.

Con paciencia que subyuga, supo Santos soportar el paso del tiempo y  fue eliminando sus posibles competidores en la opción presidencial y fue urdiendo la trama que le garantizara satisfacción plena en sus apetencias insondables.

Santos  fue deshaciendo de los abrojos el camino, hasta que lo halló libre y expedito; entendió que la mejor manera de ganarse el respaldo del presidente Uribe era hacer de amplificador de sus opiniones contra Chávez, y por eso no dudó en emular con el mandatario colombiano en la expresión de calificativos que éste aplicaba con justeza, cuando se refería al Coronel Camarada Paracaidista.

Este propósito era parte del programa que haría mas fácil su acceso a la candidatura presidencial pero bien sabía que esto era insuficiente; era necesario eliminar competidores en la carrera por el poder, y él, Santos, sabía que la primerísima opción la tenía el Ministro de Agricultura, su colega de gabinete, Andrés Felipe Arias Leiva, economista destacado, hombre impoluto y de las entrañas del presidente Uribe.

Para eliminarlo del sitial de honor, contó con la complicidad de la excanciller conservadora, candidata enfrentada a Arias por la candidatura del conservatismo, en lucha desigual y artera y, desde luego, Nohemí le hizo el mandado a Santos, atentando contra las posibilidades de su partido y contra la más nítida opción de Antioquia a permanecer en el poder.

Santos selló sus ansias de poder con el concurso de una Fiscalía de las entrañas mismas del régimen, samperista hasta la médula, y Arias perdió cualquier favorabilidad porque también la Corte hizo parte del tinglado de la farsa. El impoluto y sabio fue condenado al ostracismo y hubo de abandonar la palestra por la lucha democrática.

La  suerte estaba echada con el respaldo del presidente Uribe y, con los votos del uribismo, Santos fue elegido en la segunda ronda electoral, derrotando a Antanas Mokus.

No habían trascurrido tres meses entre la elección presidencial y la posesión del felón y éste lanzó las campanas al vuelo e hizo fila para impetrar ser indigno de la amistad de su patrocinador y de sus electores.

Consumada la traición, lo demás era obra de carpintería; consolidó al samperismo y a la lucha pro guerrillera, en cabeza del fiscal Montealegre; contó con la magistratura en su inventario de bienes y llevó al gobierno una auténtica caterva de vencejos.  

Cierto de sus logros, quiso la reelección y acudió al mismo expediente de hace cuatro años. Ahora era más fácil, el Estado era suyo; tenía en sus manos la división tripartita del poder de Montesquieu y la había cambiado por una bolsa del botín de su exclusiva propiedad. 

Fue así como pudo hacer realidad los anhelos de su hermano mayor y se inventó la paz con impunidad, sin respeto al Derecho Internacional, ni a la reparación de las víctimas, ni a la trata de menores, con apología de las minas antipersonas y de todos los episodios propios de la guerra sucia.

La victima propicia ahora fue un colombiano epónimo, un estadista insigne, un colombiano grande y noble; otro montañero de la breñas antioqueñas y de estirpe también conservadora y, para vergüenza de la institucionalidad, contó con jueces proclives que sacó de la cueva de Alí Babá.

La víctima es Luis Alfredo Ramos Botero. ¿A quién le corresponderá el turno?

Definitivamente, mientras se demuestra lo contrario, en Colombia, como en Venezuela, como en la Francia de Luis XIV, ¡El Estado soy yo!


2 comentarios:

  1. Cuando un personaje macabro, calculador y perverso, aunque se vista de oveja mansa, para hacerse con las mieles del poder, untando a propios y extraños, del dulce sabor de la corrupción y el engaño, más temprano que tarde, las viandas se acabarán, el trono se derrumbará y la mansa oveja, mostrará sus afilados colmillos de fiera traidora y peligrosa, que por fuerza de la sensatez, la lógica y la justicia, pasará a ser aprehendida y juzgada, por quienes un día, estuvieron bajo su yugo infame y feroz. Así terminará la historia de Santos y sus enmermelados muchachos, en prisión pagando su desverguenza.

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  2. Cuando un personaje macabro, calculador y perverso, aunque se vista de oveja mansa, para hacerse con las mieles del poder, untando a propios y extraños, del dulce sabor de la corrupción y el engaño, más temprano que tarde, las viandas se acabarán, el trono se derrumbará y la mansa oveja, mostrará sus afilados colmillos de fiera traidora y peligrosa, que por fuerza de la sensatez, la lógica y la justicia, pasará a ser aprehendida y juzgada, por quienes un día, estuvieron bajo su yugo infame y feroz. Así terminará la historia de Santos y sus enmermelados muchachos, en prisión pagando su desverguenza.

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