EL ESTADO SOY YO
Por Peloecaña
Según algunos cronistas contemporáneos suyos, el rey absolutista, Don Luis
XIV, también conocido como el Rey Sol, dijo:
"El Estado soy
yo"; no obstante, otros le achacan esa frase a
los opositores del monarca, por la manera de ejercer la monarquía
absoluta.
Cierta o no la autoría de esa sentencia, lo innegable es cómo Luis XIV ha
sido un ícono en la historia universal de lo que es paradigma de
antidemocracia.
En estos tiempos revueltos llenos de indignidad y tristeza, en Venezuela no
existe ni existirá jamás un gobernante que alumbre con luz propia; Maduro
se destaca, por el contrario, por su opacidad y ausencia absoluta de
brillo.
Y como el presidente Santos no tiene idea de quien fue el Rey Sol, ha
acudido a lo que encuentra más cercano, al dictador venezolano, y lo ha tomado
como su nuevo mejor amigo sin beneficio de inventario, por su pereza de
discernir o de optar por algo mínimamente mejor.
Juan Manuel Santos Calderón ha asumido que sin Maduro no puede haber
proceso de paz, ni mercado abundante para el comercio venezolano del
narcotráfico; por eso aceptó el incremento en Colombia de las áreas cultivadas
en coca y garantizó a la guerrilla de las FARC la abolición plena del control
de esos cultivos.
Con paciencia que subyuga, supo Santos soportar el paso del tiempo y
fue eliminando sus posibles competidores en la opción presidencial y fue
urdiendo la trama que le garantizara satisfacción plena en sus apetencias
insondables.
Santos fue deshaciendo de los abrojos el camino, hasta que lo halló
libre y expedito; entendió que la mejor manera de ganarse el respaldo del presidente
Uribe era hacer de amplificador de sus opiniones contra Chávez, y por eso no
dudó en emular con el mandatario colombiano en la expresión de calificativos
que éste aplicaba con justeza, cuando se refería al Coronel Camarada Paracaidista.
Este propósito era parte del programa que haría mas fácil su acceso a la
candidatura presidencial pero bien sabía que esto era insuficiente; era necesario
eliminar competidores en la carrera por el poder, y él, Santos, sabía que la
primerísima opción la tenía el Ministro de Agricultura, su colega de gabinete,
Andrés Felipe Arias Leiva, economista destacado, hombre impoluto y de las
entrañas del presidente Uribe.
Para eliminarlo del sitial de honor, contó con la complicidad de la
excanciller conservadora, candidata enfrentada a Arias por la candidatura del
conservatismo, en lucha desigual y artera y, desde luego, Nohemí le hizo el
mandado a Santos, atentando contra las posibilidades de su partido y contra la
más nítida opción de Antioquia a permanecer en el poder.
Santos selló sus ansias de poder con el concurso de una Fiscalía de las
entrañas mismas del régimen, samperista hasta la médula, y Arias perdió
cualquier favorabilidad porque también la Corte hizo parte del tinglado de la
farsa. El impoluto y sabio fue condenado al ostracismo y hubo de abandonar la
palestra por la lucha democrática.
La suerte estaba echada con el respaldo del presidente Uribe y, con
los votos del uribismo, Santos fue elegido en la segunda ronda electoral,
derrotando a Antanas Mokus.
No habían trascurrido tres meses entre la elección presidencial y la
posesión del felón y éste lanzó las campanas al vuelo e hizo fila para impetrar
ser indigno de la amistad de su patrocinador y de sus electores.
Consumada la traición, lo demás era obra de carpintería; consolidó al
samperismo y a la lucha pro guerrillera, en cabeza del fiscal Montealegre;
contó con la magistratura en su inventario de bienes y llevó al gobierno una
auténtica caterva de vencejos.
Cierto de sus logros, quiso la reelección y acudió al mismo expediente de
hace cuatro años. Ahora era más fácil, el Estado era suyo; tenía en sus manos
la división tripartita del poder de Montesquieu y la había cambiado por una
bolsa del botín de su exclusiva propiedad.
Fue así como pudo hacer realidad los anhelos de su hermano mayor y se
inventó la paz con impunidad, sin respeto al Derecho Internacional, ni a la
reparación de las víctimas, ni a la trata de menores, con apología de las minas
antipersonas y de todos los episodios propios de la guerra sucia.
La victima propicia ahora fue un colombiano epónimo, un estadista insigne,
un colombiano grande y noble; otro montañero de la breñas antioqueñas y de
estirpe también conservadora y, para vergüenza de la institucionalidad, contó
con jueces proclives que sacó de la cueva de Alí Babá.
La víctima es Luis Alfredo Ramos Botero. ¿A quién le corresponderá el
turno?
Definitivamente, mientras se demuestra lo contrario, en Colombia, como en
Venezuela, como en la Francia de Luis XIV, ¡El Estado soy yo!
Cuando un personaje macabro, calculador y perverso, aunque se vista de oveja mansa, para hacerse con las mieles del poder, untando a propios y extraños, del dulce sabor de la corrupción y el engaño, más temprano que tarde, las viandas se acabarán, el trono se derrumbará y la mansa oveja, mostrará sus afilados colmillos de fiera traidora y peligrosa, que por fuerza de la sensatez, la lógica y la justicia, pasará a ser aprehendida y juzgada, por quienes un día, estuvieron bajo su yugo infame y feroz. Así terminará la historia de Santos y sus enmermelados muchachos, en prisión pagando su desverguenza.
ResponderEliminarCuando un personaje macabro, calculador y perverso, aunque se vista de oveja mansa, para hacerse con las mieles del poder, untando a propios y extraños, del dulce sabor de la corrupción y el engaño, más temprano que tarde, las viandas se acabarán, el trono se derrumbará y la mansa oveja, mostrará sus afilados colmillos de fiera traidora y peligrosa, que por fuerza de la sensatez, la lógica y la justicia, pasará a ser aprehendida y juzgada, por quienes un día, estuvieron bajo su yugo infame y feroz. Así terminará la historia de Santos y sus enmermelados muchachos, en prisión pagando su desverguenza.
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