jueves, 2 de junio de 2016






EL LOGRO DE LA PAZ RADICA EN LA CREDIBILIDAD DE LAS PARTES QUE LA NEGOCIAN

Por Peloecaña

Le hemos botado mucha corriente y ríos de tinta y años de tiempo en los medios de comunicación institucionales y no convencionales al logro de la paz duradera y nítida.

Los diálogos de la paz de La Habana, como todos los que en Colombia han sido, han fracasado por la altísima dosis de ausencia de credibilidad de quienes, en nombre de la insurgencia, se han sentado a encontrar la tan fementida paz; todos juegan a las tapitas; ¿a "donde está la bolita"? ¿donde está la paz?

Y los mandatarios anteriores, todos sin excepción incluido Samper, que le han apostado al jueguito, a sabiendas de que la contraparte es tramposa y que guardan la bolita en sus largas uñas, han salido esquilmados y perdiendo buena parte del patrimonio político puesto en la mesa de los huérfanos de credibilidad. 

El presidente de la paz, doctor Guillermo León Valencia,  jugó otra partida y enfrentó a los violentos en su propio terreno, hasta que los sometió.

El doctor López Michelsen se topó con la primera guerrilla marxista de Colombia, el ELN, y cuando el General Valencia Tovar la tenía acorralada y a tiro de exterminio, el presidente dio la orden de dejarlos escapar y por eso está en vigencia y su última proeza fue el secuestro de Salud Hernández.

El presidente Julio César Turbay Ayala y su ministro de defensa, General Luis Carlos Camacho Leyva, sometieron al M19 y arrinconaron  a la guerrilla de las FARC; se  necesitó de un presidente que hablara con el Oráculo de Delfos y con Artemisa y Erato y Calíope y todos los íconos del Parnaso Helénico y la Paloma del Espíritu de Dios, el doctor Belisario Betancur Cuartas, para que esas guerrillas fueran avaladas y refrendadas; y le pagaron con creces; se tomaron el Palacio de Justicia por encargo de Pablo Escobar, masacraron las Cortes y le secuestraron a su hermano Jaime Betancur Cuartas y  ¡vaya uno a saber! si no acudieron a Hefestos y a Vulcano, para que hiciera explotar el volcán Nevado del Ruiz.

Al doctor Andrés Pastrana Arango también la guerrilla de las FARC le metió los dedos a la boca con el compromiso de no morderlos y él, lleno de buena fe aceptó,  y el timo ¡cómo le ha costado!

El doctor Uribe también comió cuento, a pesar de que los guerrilleros de las FARC asesinaron a su padre y les creyó por intermedio de su Comisionado para la Paz, el siquiatra doctor Restrepo, que engañado por un frente que no era de reinsertados, sino de avivatos,  le costó a ese excelente funcionario  el destierro por mucho tiempo.

Pero el engaño de antología, planeado por las FARC y por sus militantes, los hermanos Santos Calderón, Enrique y Juan Manuel, una vez más fue el Caballo de Troya; los guerrilleros lo dejaron a las puertas de palacio porque siempre supieron de la debilidad del presidente Uribe por los caballos y dentro de ese caballo estaba la candidatura de Juan Manuel Santos, que fue patrocinada por el Gran Colombiano y por el más grande aún pueblo colombiano.

En este mandato la cuestión es a otro precio; los diálogos de paz de   La Habana se juegan en lo que alguna vez fue mesa de un casino batistiano.

Todos los sentados a la mesa, uno son tahúres irredentos y mentirosos consuetudinarios y los delegados del gobierno siempre hacen los envites con plata ajena, de la que dispone el más tahúr de todos, el Presidente de la República, como si estuvieran apostando sin control alguno, todo el patrimonio moral de la república, toda la economía nacional, toda la dignidad de la Patria, toda la integridad territorial.

Ninguno de los negociadores tiene credibilidad alguna; todos a cual más juegan con las cartas marcadas y a sabiendas de que cualquier ventaja es beneficio.

Por eso y únicamente por eso es que el premio mayor de la banca de la mesa del casino es inviable, por falta de credibilidad; por eso la paz tan buscada y anhelada no está en los cálculos de los negociadores de las partes, que a la larga son una sola parte: la guerrilla marxista de las FARC. 


Si el Frente de las Togas  decide la posibilidad del plebiscito, debemos jugar con las reglas de juego que nos tracen y señalen, y no debe asustarnos la idea de ser tildados de enemigos de la paz; si nos preguntan si queremos la paz de Santos, votemos firmemente NO, y reservémonos el derecho a una restricción mental: no queremos la paz de Santos.

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