miércoles, 24 de agosto de 2016






DEL PREVARICATO Y EL PROCESO PRETELT


Por Peloecaña

En el lapso de los recientes últimos años, la opinión pública se ha enterado de hechos, sin duda, graves, gravísimos de los que los medios la han informado, desafortunadamente no de manera objetiva sino sesgada, como es su costumbre,  y no con el ánimo de que recibamos la relación de hechos ciertos como debiera ser, sino con la mala intención de producir un efecto mediático, que traiga como consecuencia, desde luego, un resultado ídem y el linchamiento moral de la víctima de turno.

Desde el comienzo de la tragedia, le correspondió a un Magistrado de la Corte Constitucional el doloroso papel de ser cabeza de turco y, como en Los Intereses Creados de Benavente, el tinglado de la farsa se montó y la tramoya y la utilería fueron fría y adecuadamente calculados.

Se denunció un soborno de varios centenares de millones, se escogió un actor de esa conducta y se puso a andar la bien engrasada maquinaria de la justicia partidista y política prevista por la propia Constitución para un delincuente, así señalado previamente, y condenado de antemano, sin fórmula de juicio por la prensa dócil y fletada, que siempre ha estado lista a cobrar sus estipendios al régimen corruptor que detenta hoy el poder.

La sentencia durísima de Barbey D´Aurevilly, hoy cobra más vigencia que nunca: "Los periódicos que deberían ser los educadores del público, son sus cortesanos, cuando no sus meretrices".

El Magistrado en capilla para ser condenado al garrote vil tiene a su haber algunas cualidades que hoy, en este régimen de verdadero terror, son ineludiblemente causales de ignominia y escarnio: Fue postulado para tan alta investidura por el Presidente Uribe Vélez, es oriundo de la costa caribe colombiana, región en la que la compra de los valores está a la orden del día, y tiene a sus espaldas el anatema de ser militante del Partido Conservador.

Su proceso en la Comisión de Acusaciones de la Honorabilísima Cámara de Representantes fue,  desde su inicio, un dechado de lo que no debe ser una investigación imparcial; el respeto al derecho constitucional al debido proceso fue atropellado, dejando absolutamente inerme y lastimado al acusado, como  lo demostraron hasta la saciedad el propio inculpado, su defensor por fuera del proceso, porque no se le permitió participar en la audiencia ante el Senado, y los intervinientes en el debate respectivo en la corporación senatorial, vinculados al Partido Centro Democrático; y como el sindicado ya estaba estigmatizado, la prensa enmermelada ubicó a esos Senadores como los defensores del reo, para hacer extensivo ese estigma a los congresistas que no piensan como los paniaguados cenadores, con c, del régimen.

Tuvieron los parlamentarios del Centro Democrático que ocuparse de ese cargo,  y para desvirtuar al periodismo fletado dejaron constancia de que no son defensores oficiosos ni contratados de alguien. Solo defienden el imperio de la Constitución y  ley, la institucionalidad y la juridicidad.  

Los voceros de los valores fundantes de la Nación demostraron, hasta la saciedad, que el proceso de marras es un monumento al prevaricato con todo el ingrediente del elemento "a sabiendas" inherente al dolo.

Hunde sus raíces el delito de prevaricato en el Derecho Romano, y fueron eminentes juristas de nuestra fuente primigenia de la institucionalidad quienes se ocuparon de la violación del Magistrado de entonces, frente a la ley; y desde entonces los preceptos legales castigaron al pretor que se apartara de la correcta aplicación del ordenamiento jurídico.

Si acudimos al significado etimológico de PREVARICATO encontramos que procede del latín PRE, que significa antes, y VICARE, abrir las piernas. 

Pregunto: ¿a quien se le abrirían de piernas los parlamentarios que se llevaron de calle los derechos del Magistrado Pretelt?

Los senadores defensores de la Constitución y la ley advirtieron al Congreso, Cámara y Senado, de lo que significaba su apertura de piernas; es decir, que las abrieron conscientes de lo que hacían, plenamente a sabiendas,  con dolo.

Cuando el catecismo del Padre Astete definió el pecado mortal, dijo: Pecado mortal es hacer,  decir, pensar o desear algo contra la ley de Dios o contra la ley del hombre, en materia grave, con plena advertencia y con pleno consentimiento.


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