sábado, 15 de octubre de 2016




LLOVER  SOBRE  MOJADO

Por Peloecaña

En Colombia se volvió profesión la costumbre de interpretar todo lo que otros dicen o los sucesos, claros, nítidos, transparentes, diáfanos, y los intérpretes generalmente tienen la tendencia a oscurecer lo que es radiante y a confundir lo que es llano.

Al suceso contundente y oficializado por la autoridad electoral colombiana por todos los medios de comunicación nacionales -los prepago y los otros- que ya es historia patria, el triunfo del NO en el plebiscito del 2 de octubre de 2016, también registrado por todas las agencias noticiosas del mundo, como un hecho notorio, es decir que no admite prueba en contrario, le han salido espontáneos intérpretes de todas la solvencias e insolvencias y críticos, todos, desde luego, que sangran por la herida.

Los primeros intérpretes críticos son quienes  propusieron,   aceptaron y votaron favorablemente, los congresistas de la Mesa de la Unidad Nacional, la normatividad plebiscitaria y quienes siempre se creyeron sus beneficiarios, el gobierno y la guerrilla paramilitar de las FARC.

Una vez aprobado por el congreso el plebiscito, y sometido al control constitucional de rigor, fue avalado por la Corte Constitucional, incluido el bajonazo del umbral y empezó la desigual campaña electoral.

Los amigos del SI, en la consulta popular, pusieron a su servicio todo el poder corruptor del Estado, a pesar de que, en una democracia que se respete, el Estado nunca debe ser corruptor. El erario y los fondos públicos fueron siempre la caja mayor de esa campaña; se intimidó y extorsionó la burocracia oficial para que marcara el paso como el gobierno quería; la Iglesia con varios de sus prelados a la cabeza y la traicionada autoridad de la Conferencia Episcopal, terció de manera concupiscente a favor del Si y los medios prepago aumentaron sus tarifas, porque aumentó la demanda de su publicidad y como circunstancia bien sintomática, el SI ganó en las regiones en las que la guerrilla ha sentado sus reales.

En esas toldas, las del SI, todo fue opulencia, triunfalismo y garrote para los que osaron disentir.

La otra franja de opinión, los del NO, fueron lanzados a las tinieblas exteriores, sus sedes eran casi catacumbas, hasta que aparecieron audaces y valientes capitanes y tomaron la riendas de la defensa del honor y la dignidad nacional, y pasó lo que pasó: David derrotó a Goliat.

Se demostró y se comprobó que el colombiano  digno y honesto rechaza el servilismo, no acepta ser sojuzgado; por eso volvió suyos los versos de Epifanio Mejía: "Forjen déspotas tiranos/ largas y duras cadenas/ para el esclavo que humilde/ sus pies de rodillas besa".
"Yo que nací altivo y libre/ sobre una sierra antioqueña,/ Llevo el hierro ente las manos/ porque en el cuello me pesa".

Se demostró, además, que la prensa tradicional periclitó ante el poder arrollador de las redes sociales. ¡Triunfó el NO!

Ante el triunfo evidente del NO, aparecieron los “plebiscitólogos”, y cada quien interpreta, critica y  lamenta el resultado pensando con el deseo.

¿Por qué no creerles a Santos y a Timochenko que estuvieron de acuerdo con la consulta al pueblo?

¿Por qué no creerle a Humberto de la Calle Lombana, Jefe de la delegación del gobierno en los diálogos de La Habana? que con la suficiente antelación lo dijo de manera clara y meridiana: Si gana el NO en el plebiscito, los acuerdos de La Habana no existen.

Ahora los pasajeros del sistema imperante hacen piruetas y malabares jurídicos y periodísticos, para ocultar  lo inocultable: el embarazo de ocho meses del régimen y el aborto producido por el susto del resultado electoral del plebiscito. 

Solo queda aplicar a rajatablas, literalmente, el artículo 22 de la Constitución: "La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento".

Si los acuerdos de La Habana no existen, no nacieron como fuente de paz, está pendiente el cumplimiento de la norma constitucional precitada.

Entonces, la paz hay que negociarla en suelo colombiano, entre el Estado Colombiano, las fuerzas vivas de la Nación y toda la insurgencia; no se puede parcelar la negociación ni hacerla  por cuotas, porque la paz es un todo, un estado del alma, una necesidad sentida de la Patria, no una coyuntura según los intereses de cada grupo guerrillero; y como la paz es interés exclusivo de todos, los colombianos no necesitamos ni facilitadores, ni patrocinadores, ni garantes o tutores extranjeros. 

Los colombianos no somos minusválidos ni interdictos.


Ya Santos consiguió el Nobel de la Paz y le pusieron conejo a Timochenko. ¡Ya Noruega no va más!

1 comentario:

  1. Lo que soñaba Santos era el papelito de Noruega con un sello que dijera PREMIO NOBEL, pues ahora ya lo consiguió, aunque para 47 millones de colombianos nó nos dice nada, ni nos aporta nada, por el contrario nos ha lesionado económicamente LOS BILLONES, QUE COSTO EL PAPELITO, !!!QUE DISFRUTE SU PAPELITO!!! PERO A LOS ACUERDOS DE CARTAGENA LE DIJIMOS NO

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