jueves, 17 de agosto de 2017






LA  JUSTICIA


Por  Peloecaña

La más elemental, casi prosaica y simple definición de la Justicia la dio el Maestro de maestros: "Justicia es dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es de el César."

Más elemental, imposible; más certera, para donde; al alcance de todos los eruditos y profanos; cuánta pedagogía.

Luego han aparecido filósofos y juristas, pensadores y tratadistas, gentes del común y cada uno pretende atinar en definir tan fundamental concepto.

Los entendidos en la ciencia jurídica la clasificaron de variadas maneras: justicia distributiva, justicia social, justicia ordinaria, y cada una de las ramas de la ciencia jurídica tiene su propia justicia, pero nadie ha podido, ni podrá abarcar más de lo que abarca la definición de Cristo, sin pretender, ni más faltaba, que antes de El no existiera tan fundante valor ético; desde luego definido y aceptado como piedra angular de la coexistencia pacífica entre los hombres.

Los griegos, que para cada actividad humana siempre tuvieron una deidad, para la Justicia escogieron a Temis, esposa de Zeus, y la concibieron como una dama de  belleza deslumbrante, túnica impoluta y le encargaron la nobilísima misión de hacer que reinara la equidad entre los hombres.

Para evitar juicios espurios y parcializados, le vendaron los ojos, con el fin de no conocer, físicamente, las partes que controvertían; le pusieron en uno de sus puños, la balanza, cuyos platillos no podían inclinarse y cuyo fiel siempre fue el justo medio, y en el otro sostenía la espada que la dotaba de la fuerza necesaria para hacer cumplir sus sabias decisiones.

No hay en la historia universal una alegoría tan conocida y repetida como la de Temis, en todas las culturas que en el mundo son. 

Irene, "la que trae la paz", es una de las tres hijas de Zeus y Temis, y esto nunca lo han podido entender ni aceptar los epígonos del régimen, ni los guerrilleros colombianos.

Es episodio ineludible, para identificar la majestad de la justicia, en el judaísmo, el que narra cómo dos mujeres que se disputaban la maternidad de un infante, al no ponerse de acuerdo acudieron al rey Salomón a que definiera tamaña controversia, y es de conocimiento público la sentencia del  Rey Sabio que, desde luego, ratifica su sabiduría y la equidad de su sentencia.

Si la ley justa,  en la democracia, es el fruto del consenso entre los hombres, capaz de garantizar la armonía y la paz, la justicia es el servicio público, por excelencia, que permite la vigencia de ese consenso.

Solo la sabiduría y la fuerza moral de los jueces permitirá que ellos sean los titulares de la majestad del Estado.

Apabullantes sentimientos de frustración, de rabia, de impotencia produce vivir el espectáculo deprimente, de ver personas que usan la máscara de jueces para hacer befa de la sociedad y de las instituciones, que se disfrazan con toga de Magistrados para ejercer la jurisdicción, o sea para decir el Derecho, cuando en el fondo no tienen arrestos sino para prostituirse, "en rútilas monedas tasando el bien y el mal".

Meretrices de la justicia que han cambiado el consenso social, por la satisfacción del mandatario actual, para saciar apetitos también desordenados, repugnantes y de auténticos coprófagos.

Colombia ya tocó fondo y estamos en mora de iniciar el proceso de recuperación de la dignidad nacional.

¡Que pena! ¡que vergüenza! ¡que fastidio que los jueces que no asumen compromisos, toleren y cohonesten con su silencio cómplice la vigencia de los jueces corruptos a quienes todos tiene calibrados y tasados! Son tan corrompidos por pasiva, como los activos comerciantes de la juridicidad y del Derecho.



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