EL EJERCICIO A LA LEGÍTIMA DEFENSA. (Vim vi repelere permititur).
Por Peloecaña
Hay verdades que no necesitan ser
demostradas y se llaman axiomas. La tendencia antropofágica de Antonio
Caballero es un axioma; él se alimenta de sus congéneres, pero en su dieta hay
platos que más le apetecen: desayuna con conservadores bien cocinados y duros;
almuerza con la memoria de Laureano Gómez y últimamente hay un plato nuevo,
carne asada de uribismo para la cena.
Leyendo la edición electrónica de Semana,
porque debo dejar constancia de que no le gasto un cinco a comprar la edición
impresa, leí entre divertido y piedrudo, la columna de ese ameno escribidor; es
de antología y nos demuestra claramente que al Partido Liberal, su partido, le
importa una higa la paz entre los colombianos.
Quizá los pocos años vividos en Tipacoque,
durante su infancia, en los que tuvo que soportar la altivez y el genio un poco
arisco de sus vecinos los chulavitas de Boavita, lo marcaron para siempre, y de
manera indeleble, contra los copartidarios de su señora madre, doña Isabel
Holguín.
La prosapia de Antonio es rica en próceres
conservadores. Su tatarabuelo, don José Eusebio Caro, es nadie menos que
el cofundador del Partido Conservador, y su bisabuelo es Don Miguel Antonio
Caro, conservador como el que más, inspirador de la Constitución de 1886,
y también están en las ramas de su árbol genealógico los expresidentes
conservadores, don Carlos Holguín y don Jorge Holguín, y su tío Lucas
Caballero, se casó con doña Isabel Reyes de Caballero, goda hasta la médula, de
pistola al cinto, y descendiente y nieta del expresidente Rafael Reyes.
Vaya a ver, por qué don Eduardo Caballero
Calderón y su hermano Lucas, tan liberales los dos, escogieron damas de
tanta alcurnia conservadora, para ser madres de sus hijos. Cosas del amor que
siempre han estado por encima de la política, salvo en los matrimonios por
conveniencia.
Retrocediendo en la línea ancestral de
Antonio Caballero Holguín indefectiblemente tendremos que llegar a Ocaña, a las
hermanas Ibáñez.
Su hermano, el pintor Luis Caballero, es
personaje rimbombante del opúsculo El Tío, escrito por Félix Marín.
En su eructo de hoy que, caballero con
minúscula, tituló Disciplina para perros,
su pluma se llena de la baba propia de los perros hidrofóbicos, contra
quienes tienen la fortuna de no pensar como él, si es que piensa; más bien
muerde indiscriminadamente, como el can enfermo de hidrofobia, cuya cabeza
terminaba siempre en las instalaciones del Instituto Samper Martínez.
Sus mordiscos aleves y a traición y sus
dentelladas enfermizas, apuntaron hoy a Juan Carlos Vélez; a Oscar Iván Zuluaga; a los cinco precandidatos
del Centro Democrático, quien con la boca llena llama "perros";
contra Álvaro Uribe Vélez, a quien llama "el
domador" y contra Laureano Gómez, cuya memoria pretende ofender
denominándolo "el despótico".
Antes de vomitar su escrito, antonio
caballero confundió sus señalados como perros, consigo mismo.
Él se autodescribe como lo que es, un perro
rabioso, que tiene mucho pedigrí, pero que se avergüenza de él.
¡Qué triste y doloroso debe ser víctima de
la hidrofobia y no encontrar un veterinario amigo que lo discipline como lo que
es, un perro rabioso!
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