jueves, 1 de marzo de 2018




DE LOS MAESTROS Y LOS JUECES

Por Peloecaña

Al abocar este tema, no lo hago como un diletante, ni como un teorizante de los dos oficios más honrosos de la sociedad, el de educar, enriqueciendo al discente en valores positivos e incrementar su  acervo intelectual; y el de juzgar, con apego a la ley y a la equidad, siempre observando y venerando  el Derecho.

Presento a mis lectores las consabidas disculpas, por la alusión personal que debo hacer.

Me gradué, como Maestro de Escuela, egresado de la 1ª promoción de la Normal Nacional de mi pueblo, y fui docente por varios años, en distintos centros educativos del Distrito especial de Bogotá. 

Mientras enseñaba, también estudiaba Derecho en las noches, hasta titularme de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas y obtuve la declaración de idoneidad para ejercer la profesión de Abogado.

Obtenidos los atestados de rigor, fui Juez Promiscuo Municipal en mi terruño natal, y Juez Penal Municipal, en otra jurisdicción, cuando aún se aplicaba el sistema inquisitivo, y por pasado de moda no se tenía sino como mera referencia histórica, sacada del derecho romano, el sistema penal acusatorio, que tanta impunidad ha traído.  

Meros embelecos de la Constitución de 1991.

Como en mis ancestros está la impronta de educador, volví a la docencia, ejerciéndola en la Facultad de Derecho de mi Alma Mater.

Por aquellas calendas, FECODE era un sindicato  en ciernes, sin la injerencia definitiva que hoy tiene en la Educación Publica de Colombia, y ASONAL Judicial, aunque con tintes marxistas, todavía no era un partido político, ni había llevado al Poder Judicial al grado de postración que hoy ostenta .

Los gobiernos de turno, convencidos de que el magisterio era un mal necesario, no le pusieron atención a ese gremio importantísimo y, con una indiferencia pasmosa, permitieron la consolidación de un sindicato marxista leninista y el ascenso del partido comunista para que maneje la educación a su antojo.

Lo propio sucedió con los jueces y sus subalternos. ASONAL Judicial los encasilló y marcó como quien marca rebaños y hoy tenemos que lamentarnos del grado de inoperancia, desprestigio y politización  de uno de los tres poderes que Montesquieu y Bacon concibieran como pilar fundamental del Estado. 

Una última acotación. Se presume que entre más ignorantes sean los miembros de un sindicato, más manejables son para sus directivos, pero no es cierto, está demostrado que no. 

Profesores y jueces, que aparentan saber leer de corrido y escribir según las normas de la sintaxis, se masificaron, se volvieron multitud, masa amorfa y, todos a una, siguen el cencerro de la oveja que lo lleva al cuello. 

El presidente Álvaro Uribe Vélez cometió la audacia y la osadía de decirle a Colombia, cómo entendía él  que debían funcionar las columnas de Atlas, que deben ser el sostén  de la sociedad colombiana, y se ganó la malquerencia de profesores que no maestros, y la inquina proclive de quienes decidieron antes que ser jueces, ser prevaricadores al servicio de un partido político. 

El doctor Álvaro Gómez Hurtado en su acuerdo sobre la justicia escribió: “…Para recuperar la justicia hay que vencer situaciones creadas que se defienden con tenacidad. Hay costumbres perniciosas establecidas de tiempo inmemorial.  Se requiere dinero que debe tomarse valerosamente de otros gastos del Estado. Y, además, poner a prueba el temple de nuestros jueces para que vuelvan a representar la majestad del Estado y no sigan empujados hacia la situación degradante de ser un simple gremio”.


1 comentario:

  1. Para "Peloecaña": ¡OH, que bien escrito! Palabras como éstas son lasque necesitamos todos los días. Por eso no me falta cada día LA HORA DE LA VERDAD, es toda una cátedra.

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