viernes, 3 de julio de 2020






PARÁBOLAS  O FÁBULAS DE LOS ACUERDOS DE LA HABANA

Por Peloecaña

Lejos de mi, por considerarlo imposible, pretender emular con Esopo o Samaniego, los dos íconos más inconmensurables de este género narrativo; el primero universal y el segundo de la cultura hispánica.

De una relación incestuosa entre hermanos resultan los Acuerdos de La Habana; se juntaron, por un lado Juan Manuel Santos Calderón y, por otro, la guerrilla de las FARC, los dos hijos del marxismo universal.

El resultado no podría ser otro diferente, herida mortal a la Patria colombiana, al Derecho Internacional Humanitarios y a la decencia.

El gestor del engendro y su madre resolvieron ponerle nombre al esperpento, antes de nacer: Acuerdos de La Habana.

Y el padre del feto quiso apadrinarlo bien, igual que Roy Barreras, para darle entidad y prestancia; entonces buscó como compadre a alguien llamado Plebiscito, pero éste se negó a tan vergonzante honor, y más bien en votación, popular, decidió su aborto terapéutico.

El tocólogo Humberto de la Calle Lombana, que diligente, celoso e incansable cuidó el embarazo, nunca fue partidario de que el por nacer tuviera padrino tan egregio, el pueblo colombiano, por razones evidentes, sabía que si el padrino buscado rechazaba el parentesco, la consecuencia lógica sería el repudio a la bastardía y la interrupción de la preñez, como acertadamente lo predijo:

Si el Padrino dice no antes de que la criatura nazca, se muere en el vientre cubano, como en efecto sucedió.

Pero el autor del engendro no acató las observaciones prudentes de don Humberto, y ocurrió lo que todos conocemos.

Además el tahúr y garitero engendrador del entuerto, no se resignó a la realidad, y se acordó que en alguna parte había leído algo relacionado con un muerto  llamado Lázaro, que tenía un amigo taumatúrgico, que hasta a los muertos resucitaba.

Entonces lanzó un albur; quien quita que si busco los que convencieron al pueblo colombiano de que no aceptara apadrinar al muerto en el vientre cubano, éstos lo resuciten, como a Lázaro; pero olvidó que nadie, absolutamente nadie, por eminente y genial que sea, puede reemplazar al amigo del resucitado.

No obstante, los convocados a revivir el difunto feto, pensaron que sí podían, y contra natura jurídica creyeron que podrían lograr tamaña proeza, lo que obtuvieron fue opacar su brillantísima existencia de hombres públicos paradigmáticos. 

Los padres de la criatura destinada a ser el patíbulo de la democracia colombiana, Santos y las FARC, también habían previsto un futuro mágico para ella. Tendría unos hermanos menores, la Justicia Especial para la Paz, JEP, cuyos jueces fueran escogidos por sujetos extraños a la nación colombiana, que garantizara la impunidad para ambos, el tahúr y la guerrilla, y curules asignadas a dedo para el estado mayor guerrillero, además de cantidades ingentes de dinero, sacadas de los tributos pagados por los contribuyentes colombianos, para satisfacer el déficit, que no alcanzó a cubrir el monto de los rescates producidos por los secuestros y extorsiones.

Esto lo más notorio del pacto imposible e inviable, igual que los Acuerdos de La Habana.

Señor Presidente Duque, olvídese por un rato de su afinidad santista y ponga en vigencia el resultado del Plebiscito del 2 de octubre de 2016, como se lo ordena la Constitución que juró cumplir el día de su posesión el 7 de agosto de 2018.










1 comentario:

  1. Muy buen articulo. ¿Habrá UCIS sufientes para salvar a este paciente llamado COLOMBIA? ¡Cómo le falta de "perrenque" al Sr presidente Duque!

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