jueves, 11 de febrero de 2016





LA CORRUPCIÓN

Por Peloecaña

No tengo la más mínima vacilación ni duda para afirmar rotundamente, y con el respaldo de la tozudez de los hechos, que el más grave cáncer del Administración Pública, de la política y de la sociedad colombiana es la corrupción, por activa y por pasiva.

Con todo el aporte negativo de la guerrilla a nuestra tragedia nacional, ésta no es más que la consecuencia de los gobiernos corruptos, hija de los prácticas corruptas de la clase política, engendro de la justicia corrupta y fruto de la prensa fletada y a sueldo del régimen y, desde luego, nace del repudio de los débiles y expoliados, por una clase empresarial y gremial que pone su interés personalísimo al servicio de causas asociales, que vulnera la equidad y detiene el desarrollo social justo y equitativo y que lanza a los menesterosos por el camino equivocado de la violencia, en su desesperación por encontrar todo lo que el sistema corrupto les ha negado, de manera inveterada y mezquina. 

El gobierno que asesina, atenta de muerte y encarcela a sus críticos y contradictores no hace más que ejercer la corrupción sin miramiento alguno, y con cinismo que hiere y avergüenza, indigna y desespera.

El gobierno que está anclado en el poder del narcotráfico, también hijo directo de la corrupción, no hace más que cultivarla y estimularla.

El gobierno que se apropia del erario como patrimonio personal de quienes lo ejercen, no es más que celoso guardián de la corrupción y la amoralidad.

La venta de los bienes públicos, de manera fraudulenta, para satisfacer intereses individuales y para sostener lo insostenible, es pura y neta corrupción.

La impunidad rampante, patrocinada y ejecutada por los encargados institucionalmente de administrar recta, pronta y cumplida justicia es la más aberrante de las formas de corrupción. 

El reparto a manos llenas de ingentes cantidades de millones de lo que es ajeno, por ser de  de todos, para convertirlo en botín de aventureros, medradores y asaltantes de todas las pelambres, no es más que pura y simple corrupción.

La tolerancia a la guerrilla y la entrega de las instituciones republicanas a la subversión es una manera descarada de ejercer la corrupción.

El silencio de los medios de comunicación o el aplauso genuflexo de la prensa a cualquier manifestación de corrupción, siempre irá en detrimento de toda la sociedad.

El eclecticismo tramposo y ladino que practican los organismos internacionales y los gobiernos extranjeros, que estimulan la fementida paz de los sepulcros en Colombia,  mientras justifican la guerra dentro de sus fronteras, o en otras latitudes, es un proceder corrupto y por corrupto, inaceptable. 

La actitud de algunos jerarcas de la Iglesia, complacientes y silentes con los desafueros de los corruptos, y solidarios por acción o por omisión con la guerrilla, hija predilecta de la corrupción, no es más que complicidad y absolución inmerecida y gratuita, en aras del ejercicio de la teología de la liberación; auténticos lobos con piel de oveja.

La corrupción en sus distintas manifestaciones es el enemigo común de la humanidad y  es la conducta a vencer y a desaparecer, para disfrutar de una paz cierta, verdadera y duradera.

11 de febrero de 2016.


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