lunes, 25 de enero de 2016






APOLOGÍA DELIRANTE

Por Peloecaña

En un lugar de la prensa, "de cuyo nombre no quiero acordarme", una columnista cuyo nombre tampoco quiero recordar,  intenta la apología que en un país de derecho pudiera interesarle a las autoridades de instrucción criminal, por encarnar la tipificación de una conducta punible que los legisladores han dado en llamar Apología del delito.

Cuando se asume la defensa de algo no defendible o indefendible, se asume por cumplir; y en el periodismo, por falta de tema periodísticamente válido.

Cuando un reo no tiene cómo lograr un defensor de su presunta inocencia, la ley en ejercicio del elemental Derecho a la Defensa y en cumplimiento del debido proceso, le asigna un defensor de oficio, cargo que es de forzosa aceptación.

Escribe la apologista oficiosa: " La campaña de desprestigio contra la exfiscal Angela Buitrago, ha tomado proporciones delirantes que hoy tienen en peligro su vida".

¡Mentira, falso de toda falsedad! el desprestigio ha sido generado por las actuaciones delirantes de la propia desprestigiada y la mejor manera de protegerse su vida es aceptando su prevaricato reiterado y continuo, su responsabilidad penal y su reclusión carcelaria que la ponga bajo el cuidado y vigilancia del régimen. 

Mas de 8 años necesitó la justicia colombiana para entender en su máxima instancia que el Coronel Plazas Vega había sido condenado y juzgado, por el a quo y el ad quem, mediante el recaudo de pruebas falsas, prefabricadas, mentirosas; y al frente del logro de  ese acerbo probatorio vergonzoso  estuvo la “fiscal de hierro”  no por merecer comparación siquiera mínima, con Margaret Thatcher, ¡tamaño despropósito! sino por haber prefabricado con paciencia, digna de mejor causa, las cadenas de hierro que aprisionaron a un militar gallardo y patriota, cadenas que si bien lo privaron de la libertad, nunca pudieron aprisionar su alma valerosa e integra.

El delirio es una alienación mental, es un despropósito y un disparate; provoca confusión en el alma y en el intelecto, genera alucinaciones y reiteración de pensamientos absurdos e incoherentes;  por eso no dudo en calificar ese conato de apología, de delirante.

A finales del siglo XIX, en Francia se urdió una trama asqueante y repulsiva, que tuvo como único fin procesar y condenar un militar integérrimo, el Capitán Alfred Dreyfus, endilgándole con pruebas falsas haber cometido traición a la patria, por estar incurso en el delito de ser judío.

Allí también hubo un "fiscal de hierro", el comandante Ferdinand Esterhazy; pero, como siempre, la justicia brilló, tarde igual que en Colombia, pero también iluminó a Francia.

Declarada la inocencia de Dreyfus, al comandante prevaricador el régimen lo protegió mandándolo a África; en Colombia, la fiscal de hierro buscó protección en México.

El caso Dreyfus conmovió hasta los cimientos a la sociedad francesa; en Colombia, el caso Plazas Vega escasamente genera una defensa oficiosa delirante de su acusadora, en un medio también delirante, todo en nombre de la tan cacareada libertad de prensa.

En Francia, sin embargo, brilló con luz refulgente el censor del antisemitismo y el apologista de la decencia y de la inocencia de Dreyfus,  Emile Zolá, con su dramático y desgarrador "Yo acuso", dirigido al presidente galo, y libró a Francia de la vergüenza universal.

En Colombia, para fortuna de la gente de bien y de la auténtica justicia, también hubo un Zolá, Fernando Londoño Hoyos, que siempre creyó en la inocencia del coronel Plazas Vega, que nunca perdió la fe en la verdadera justicia y que porfió sin desfallecer, acusando al  sistema judicial de prevaricato y la felonía sistemáticos.

También hubo un  periodista, Ricardo Puentes Melo,  que se jugó en paro, a riesgo de su seguridad personal y familiar, para que el caso Plazas Vega tuviera un final feliz, como el del caso Dreyfus.

Y desde luego, por fortuna, el Coronel Plazas Vega  contó con la solidaridad indeclinable de su esposa y sus hijos y las de amigos de verdad.

Pero no se pueden esperar peras del olmo; cosa bien distinta es la solidaridad del Doctor Fernando Londoño: de Ricardo Puentes; de Doña Tania y su familia; y otra es la complicidad de una apologista literalmente delirante.

25 de enero de 2016.


No hay comentarios:

Publicar un comentario